Cabo Polonio  es sus extensas y desérticas playas, sus enormes dunas, sus islas habitadas por lobos marinos, sus pequeñas y bajas casas blancas, sus ranchos coloridos, son los personajes varios que los habitan;  es lo que tiene. Es la ausencia de agua corriente, tendido eléctrico, televisión, automóviles o calles.

Desde el 2009 Cabo Polonio integra el Sistema Nacional de Áreas Protegidas y para preservar su riqueza natural, minimizando el impacto del hombre en el entorno, no se permite el ingreso de vehículos particulares a la aldea.

Los únicos autorizados a hacerlo son unos camiones abiertos estilo safari que parten desde la puerta y recorren esos siete kilómetros en 30 minutos, una travesía panorámica rodeando las dunas y el bosque.

Otras formas de acceder son caminando o a caballo, desde allí o desde Valizas. Este Parque Natural costero está habitado por poco más de un centenar de personas comprometidas con el cuidado de la zona.

Las leyendas del siglo XVIII alimentan la idea de una tierra misteriosa que no quería ser penetrada, que debía resguardarse: su geografía resultaba peligrosa para los navegantes, ya que se trata de un cabo metido en un mar bravo que emerge en grandes roquedales, en ese entonces desconocidos.

El naufragio de Joseph Polloni bautizaría al cabo: “Polonio”. Con la posterior construcción del faro comenzó la actividad pesquera y faena de los lobos marinos que habitaban en las formaciones rocosas.

En el cabo  está el faro,  que puede ser visitado durante el día y desde el cual hay una vista privilegiada a todo el balneario y a las Islas Encantada, Rasa y El Islote sobre las cuales habita una colonia de lobos marinos. Es posible realizar paseos guiados en bote hasta ellas y verlos de cerca mientras toman sol.

Esta punta separa a la costa en dos playas de arena blanca y fina, silenciosas y para muchos, energéticas. La Playa Sur es la más extensa, amplia y concurrida por los pequeños bares que abren allí durante la temporada alta y por ser la menos ventosa. Es la zona de las casas blancas, de techos blancos y postal de bienvenida (y despedida) de los turistas que ingresan al cabo en camiones o caminando por el bosque.

La mayoría de los turistas describen a la reserva como un paraíso por las sensaciones de libertad absoluta y relajación, por las costumbres de sus pobladores y sus ideologías, sus elecciones de existencia.

Cabo Polonio despliega todo su misticismo y permite a quienes lo visiten reconectarse o desconectarse con la naturaleza.