El ingeniero Martín Rearte, jefe de energías renovables del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y creador de la primera planta argentina que se alimentó de energía producida por madera, afirmó que «también se puede generar electricidad con cáscaras de semillas de girasol, arroz o maní y abastecer un pueblo pequeño».

Rearte contó la planta, que construyó junto a otros colegas en 2010, generaba «0,25 megavatios (MW) utilizando como recurso de energía una biomasa -es decir, un producto susceptible de ser transformado en combustible útil para el hombre- producida por madera.

«Fue un proyecto del INTI junto a organismos nacionales y municipios, que sirvió para capacitar a escala industrial para que se puedan crear otras plantas en la Argentina», recordó el especialista, quien en la actualidad trabaja en una fábrica que genera energía utilizando como biomasa la cáscara de maní.

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A partir del maní

Situada en la localidad cordobesa de Las Junturas, la fábrica funciona gracias a un «proceso termo-químico que se le hace al maní para producir un gas combustible, que se utiliza en un motor generador conectado a una red».

«Es un proyecto de 500 kilovatios (kW), es decir, medio mega. Podría alimentar de energía a una industria o a un pueblo de hasta 3.000 viviendas si llegara a los dos megas», graficó Rearte.

El ingeniero precisó, además, que «por cada kilovatio generado, la planta consume de 1,1 a 1,6 kilos de biomasa residual».

De diferentes fuentes

«La biomasa puede ser generada con residuos forestales, leñosos o urbanos, cáscaras de girasol, arroz, residuos de caña de azúcar en Tucumán, carozos de durazno o aceituna en Mendoza o rastrojos de trigo en Buenos Aires», aseguró.

Recordó que hace unos años se había proyectado instalar una planta similar en Capital Federal utilizando residuos de la poda de árboles como biomasa, «pero por un tema de legislación no se logró».

Rearte comentó también que hay una iniciativa de los ministerios de Producción y Trabajo y Hacienda, llamada Probiomasa, que busca promover la energía derivada de la biomasa.

«En el norte del país utilizan la madera como fuente; en San Juan, uno de los proyectos tiene como biomasa los desechos sólidos de la industria vitivinícola, mientras que en Buenos Aires se usan también el aserrín y la viruta», insistió Rearte.

Sin dependencia del clima

Para el ingeniero, la ventaja de utilizar esos tipos de «combustibles» es que «se genera energía gestionable que no depende del clima, como pasa con la solar o eólica».

«Lo importante es que se está dando valor a algo que antes no se consideraba, que es la biomasa. Ahora contamos con tecnologías que pueden aprovechar lo que antes era considerado un residuo», destacó.

Apuntó además que «se podrían instalar plantas como estas por todo el país y generar empleo. Si tengo el recurso y puedo darle valor, puedo también crear empleo local y bajar los costos. Además, como la biomasa es renovable, siempre y cuando se siga cultivando habrá recurso para este tipo de proyectos», concluyó el especialista del INTI.