Por Graciana Petrone

El abuso de drogas no sólo afecta a la persona que lo padece, sino que, de acuerdo a lo que sostienen desde hace décadas algunas corrientes de la psiquiatría y la psicología, todo el entorno familiar está alcanzado por la situación. La desesperanza, la baja autoestima, la culpa y otros sentimientos son algunas de los síntomas que puede presentar el allegado a quien tiene problemas con el consumo. La pregunta de muchos es: ¿a dónde recurrir?

En Argentina y otros países funcionan los Grupos de Familia Nar-Anon, que “abren sus puertas a todos aquellos que están afectados por la adicción ajena”, señalan desde la confraternidad que está en el país desde 1986. “Como programa de Doce Pasos, ofrecemos nuestra ayuda al compartir nuestra experiencia, fortaleza y esperanza. El único requisito para ser miembro es que haya un problema de adicción en un pariente o amigo”, señala el sitio de información pública de la organización.

Cualquier persona que crea tener un familiar o amigo con un problema de drogadicción es bienvenido a asistir a las reuniones de Nar-Anon y también de Nar-Ateen, estas últimas, para jóvenes de entre 13 y 20 años.

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Desde la organización explicaron a Conclusión que se trata de un grupo de ayuda mutua anónimo y gratuito, y al que pueden asistir hombres y mujeres de toda raza, religión, creencia o también que carezca de estas últimas ya que “se trata de un programa espiritual y no religioso”.

“Nos mantenemos compartiendo nuestras experiencias y cómo hacemos con respecto a las situaciones que vamos viviendo. Trabajamos principalmente en aceptar que es una enfermedad que no la causa ni el enfermo, valga la redundancia, ni los familiares tampoco”, explica Gladys, miembro de la confraternidad desde hace más de diez años.

Al ser consultada sobre si la adicción afecta tanto a quien consume drogas, como a su familia y amigos, Gladys remarcó que sólo puede hablar desde su experiencia. Y dijo: “Si bien la situación de nuestros familiares no nos deja de afectar, tenemos herramientas para que eso no nos haga sufrir. Nos duele, pero si el familiar tiene todas las herramientas, aunque su hijo, hija, esposo, hermano o amigo siga consumiendo, nosotros tratamos de fortalecernos para poder aceptar de que no podemos cambiar al otro».

“Nuestro programa dice, y sé que es así porque lo experimenté, de que puedo cambiar yo y que a la otra persona no la puedo cambiar y que tengo que aceptar eso de la mejor manera posible”, señaló. Y explicó que ella pudo hacerlo “trabajando el programa de doce pasos” y que muchas veces, cambiando sus propias actitudes pudo ayudar de esa manera al familiar.

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“Hay situaciones en las que tengo correrme, que tengo que soltar, que tengo que dejarlo ser, aunque me duela. Pero hoy, con casi diez años en el programa, ya no me hace sufrir porque recurro a las herramientas que me da este programa que para mí es maravilloso”, dijo.

Si bien hay gente que llega con la esperanza o la idea de que va a poder salvar a su familiar, a medida que concurren a las reuniones y se interiorizan sobre el funcionamiento de los grupos, se descubre que la solución no va por ese lado.

“Muchos llegamos desesperados. En mi caso llegué sabiendo perfectamente que era una enfermedad, que yo no la puedo curar ni controlar. Igual tenía esa pequeña esperanza de que me dijeran algo que pudiera hacer, pero al saber de que era una enfermedad creo que a mí no me costó tanto aceptar que este programa era para mí, apenas ingresé a las primeras reuniones”, agregó.

Gladys contó que el programa de Nar-Anon la ayudó cuando le dijeron que era “un programa para obedientes y no para inteligentes” y que “es un programa netamente de amor”.

La fe que todo lo puede

“En Nar-Anon cada uno concibe a su Poder Superior o su Dios o como quiera llamarlo. Yo de chica fui criada en una iglesia en donde me hicieron temer a Dios. Después de que pasó el tiempo y de que sucedió esto en mi familia, fui descreyendo, ya no creía en nada y llegué a las primeras reuniones sin creer absolutamente en nada y lo que hice ese momento fue aferrarme a una fe impresionante que tenía una compañera. Me dieron la oración de la serenidad y yo la repetía en todo momento y fui haciendo como si yo creyera otra vez y así de a poco fui creyendo. Hoy no doy un paso sin entregarme en manos de mi poder superior”, confesó.

En cuanto a la desesperanza y la tristeza por la situación que se vive en el entorno afectivo de las personas que tienen problemas con drogas que asisten a Nar-Anon, y sobre la necesidad de creer, Gladys dijo que “es muy importante tener fe en algo o en alguien.”

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“Yo he notado, por ejemplo, en muchos compañeros, que para ellos el grupo es su poder superior y yo pude experimentarlo porque hubo un momento en donde yo estaba con muchas ganas de no ir a las reuniones porque pensaba que no me podían ayudar, en especial en los primeros momentos, y cuando llegaba a los grupos me volvía el alma al cuerpo, esa serenidad que yo estaba buscando, esa calma, esa orientación que yo no estaba encontrando”.

Muchas personas que tienen problemas con el consumo de drogas dicen que se trata de una “enfermedad de pérdidas”. Al respecto, diversas ramas de la psicología, sociología y psiquiatría sostienen que el entorno familiar sufre esa afección y puede llegar a tener las mismas consecuencias que las de un adicto como perder un trabajo, impactar en su salud física o atravesar divorcios y otras situaciones negativas.

“Yo no experimenté ese tipo de pérdidas –dijo Gladys–. Lo que sí, he ganado mi autoestima porque la tenía totalmente perdida al vivir pensando en cómo ayudar a mi familiar. Nunca me pregunté por qué pasaba esto. Pero mi autoestima fue una de las cosas que había perdido totalmente, me abocaba pura y exclusivamente a la familia y me había olvidado de mí. Fui ganando. Sé que hoy soy lo más importante, que me tengo que cuidar, que me tengo que respetar haciendo esto conmigo y por ende que me respeten y me acepten a mí”.

La experiencia, en primera persona

“Cuando llego a Nar-Anon había expulsado a mi familiar de mi casa. Había llegado a un punto en donde vi que mi vida corría peligro y la de él también, fue un límite muy duro y muy triste para mí, creo que para él también lo fue. Si bien en ese momento mi familiar no busco recuperación, sirvió para que se diera cuenta que si yo tomaba un límite lo sostenía. Fue muy doloroso, pero lo sostuve y hoy sigo poniéndome los límites primero para mí y luego haciendo que los demás acepten los límites que yo pongo. No es fácil, pero si me quiero, quiero a la otra persona o a los miembros de la familia, porque no solamente pongo límites con el familiar afectado por la adicción, sino que traslado esa manera de vivir a todos los ámbitos de mi vida.

Hoy ya no soy la persona que era antes. Si estoy en una fila y una persona se me adelanta, por poner un ejemplo cotidiano, yo hago valer mis límites, dónde están los míos y dónde están los de los demás. Aunque es muy difícil hacerlo con los familiares afectados, sin embargo, se puede si tenemos esa seguridad que adquirimos después de un tiempo de transitar el programa. Se pueden poner límites duros como en mi caso, pero a veces se pueden poner límites con amor también y que es para ayudarlos. De esa manera podemos ayudar un montón.

Puedo seguir teniendo una vida normal a pesar de tener un familiar afectado, a vivir mi propia vida y dejar vivir al otro. Hay muchas cosas, puedo divertirme, puedo salir con amigos, puedo invitar a gente a mi casa porque acepto la enfermedad del otro. Sin embargo, uno de los límites que puse es que a mi casa no viene nadie que esté bajo los efectos del consumo, no se toma alcohol porque es también una droga y lamentablemente se puede empezar con eso y continuar con otras cosas cuando el alcohol ya no basta. Yo pongo esos límites.

Hoy elijo con quién estar, ya no estoy con una persona y mostrando una cara alegre si no estoy cómoda y en ese sentido y en muchísimos aspectos más Nar- Anon nos ayuda a vivir.

Principalmente esto, pese a tener un familiar afectado yo puedo seguir con mi vida y bien. Ya no estamos más solos porque nos ayudamos y nos contenemos mutuamente. Sé que cuando voy a una reunión y me dan un abrazo sé que es un abrazo sincero o cuando estoy hablando me respetan, me escuchan, no me interrumpen, no me juzgan. Hoy me puedo correr de las situaciones que me incomodan, sé que nadie tiene la verdad absoluta y son cosas que las he cambiado gracias al programa de Naranon porque antes me creía que era la que me las sabía todas y luego de empezar a mirarme profundamente pude ver que la adicción entró a mi familia porque no éramos una familia perfecta. Son cosa que fui viendo y he ido tratando de cambiar. Cuesta muchísimo, no es fácil cambiar, lleva años”.

Información para conocer horarios y lugares de reuniones de Nar-Anon y Nar-Ateen en la Argentina visitando el sitio web http://naranon.com.ar/ o a través de la línea telefónica gratuita 0800-999-3539.