Por Alejandro Maidana

Resulta una verdadera quimera desparramar estas líneas sin que las vísceras se retuerzan al ritmo de la repugnante desidia que envuelve a los pueblos fumigados. Cuesta horrores poder abstraerse de los testimonios que uno va receptando a lo largo de este camino tan espinoso como solitario, cuando los mismos cargan tanto dolor como angustia.

Historias que buscan ser disciplinadas por un Estado desprejuiciado, minúsculas voces que buscan romper el silencio ensordecedor y deshumanizante que impone un sistema que empuja de sobremanera a transitar el camino del individualismo.

¿Cuál es nuestro deber como sociedad? ¿Cuánta responsabilidad tienen los medios de comunicación? ¿Tiene la actividad privada envenenadora el padrinazgo del Estado? Preguntas que siguen esperando respuestas, interrogantes que deben dejar de ser solo consignas para transformarse definitivamente, en un salvoconducto para los oprimidos, para los olvidados, para los descartables.

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Lo vivido el martes 15 de octubre en la ciudad de Pergamino, fue decididamente una demostración feroz del grado de arbitrariedad con la que se manifiesta el poder político, cuando lo que se interpela es el poder económico y su manera inescrupulosa de desenvolverse.

El presidente de la Nación Mauricio Macri llegaría junto a María Eugenia Vidal para encabezar un acto con claro anclaje en las elecciones del 27 de octubre que se avecina. Javier Martínez, actual intendente de Pergamino, haría las veces de anfitrión en lo que se presentó como un acto democrático pero que no permitió voces disidentes ni reclamos legítimos como los de las “Madres de Barrios Fumigados”.

Un reclamo, carteles alusivos, agresiones e indiferencia

La presencia de referentes políticos locales, provinciales y nacionales, representaba una oportunidad única para aquellas que solo pueden llegar a los mismos a través de este tipo de actividades proselitistas. Así fue como estas madres empujadas por el dolor y la imperiosa necesidad de hacerse oír, se acercaron a las inmediaciones de lo que iba a ser un acto para nada amigable y empático.

“Nos acercamos hasta el lugar persiguiendo por supuesto, ser escuchadas o vistas por nuestro presidente y la gobernadora provincial, ya que como es de público conocimiento para nuestro intendente municipal no existimos”, sostuvo Sabrina Ortíz, una mamá que no baja los brazos en dialogo con Conclusión.

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Lo que no imaginarían estas resilientes mujeres, es que se encontrarían con el peor de los escenarios. “Llegamos esperanzadas y pacíficamente hasta el lugar, una de nuestras compañeras, mamá de 3 hijos con problemas severos de salud, fue quién más insistió en participar con la ilusión de ser atendida en su dolor, lamentablemente no fue así. Apenas descendió del auto la gobernadora, extendimos nuestro cartel esperando algo positivo de ella, como mujer que es y madre, creímos que nos iba a saludar o preguntar qué estaba sucediendo, pero por el contrario, nos dijo “bajen el cartel”, enfatizó.

Pero esto solo sería la antesala de una serie de sucesos tan repudiables como incalificables, “seguimos caminando detrás de ella acompañando su marcha pero alejadas, de pronto empezamos a recibir golpes e insultos por parte de la seguridad de la misma gobernadora. Es preciso destacar que muchas de las mamás estaban con su hijos, ya que fueron a otra cosa, pero solo recibieron violencia física y verbal”.

Si bien la mayor parte de la cobarde agresión provino de la seguridad de María Eugenia Vidal, se destacó la actitud de una señora que espetó todo tipo de improperios contra la figura de Sabrina Ortíz y otras mujeres. La misma sería esposa de un referente de la Federación Agraria de Pergamino. “Entre insultos y empujones, esta mujer nos sacó una foto lanzando una amenaza artera <esta foto va para las manos del intendente Martínez, no saben lo que les va a pasar>. No somos terroristas, no somos desestabilizadoras, somos madres de hijos envenenados sistemáticamente por los agrotóxicos”, destacó Ortíz.

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En Pergamino, el Barrio Villa Alicia demuestra de una manera muy tangible los efectos de las aspersiones del agronegocio, terruño olvidado y estigmatizado, carga en sus entrañas a los más  olvidados, a los descartados, a los prescindibles.

Las enfermedades y el daño genético, se funden ante la desprejuiciada inacción del Estado. “Hay 53 casos de cáncer, niños con leucemia, malformaciones y discapacidades mentales de todo tipo, es imposible ocultar esta demoledora realidad más allá de que busquen invisibilizarla desde el municipio y los medios de comunicación”.

En 2011 Sabrina cursaba un embarazo de cinco meses, las fumigaciones con agrotóxicos en los campos lindantes a su casa de Villa Alicia, le provocaban continuos mareos, brotes en la piel y unas contracciones que la empujaron a realizar una consulta con un facultativo médico. Esa misma noche, perdió al que iba a ser su tercer hijo. “Si bien el médico no dudó en decirme que la exposición a los agrovenenos había sido lo que había producido el triste desenlace, no se animó a avalar esta teoría de manera escrita”.

Sabrina ya padeció dos ACV isquémicos, su cuerpo carga glifosato y lambdacialotrina en una cantidad 58 veces más alta de lo tolerable. Su hija tiene niveles de glifosato cien veces más alto de lo aconsejable para su peso. Su hijo menor, ostenta el récord familiar: el nivel de glifosato que lleva en su organismo es 120 veces más de lo inofensivo. “Mis dos ataques isquémicos tienen íntima relación con sustancias neurotóxicas que atacan fuertemente al sistema nervioso”, dijo.

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Sabrina y su familia tuvieron que abandonar su casa de toda la vida luego del ultimátum del equipo médico del Hospital Austral, de Pilar: o se mudan o los problemas de salud de los chicos van a empeorar considerablemente. Una constante que se repite en las poblaciones fumigadas, los damnificados, los atropellados en sus derechos básicos, son los que deben migrar, mientras que los responsables de llevar adelante una actividad que atenta contra la vida, siguen firmes bajo el velo protector que le brindan tanto el sector político como comunicacional.

“El intendente no solo no nos atiende, nos criminaliza, nos ha abandonado a nuestra suerte. Pergamino es un importante núcleo sojero en donde Monsanto apadrina campañas contra el cáncer, toda una cínica contradicción”, concluyó.

El agua de Pergamino contiene 18 tipos agrotóxicos, así los sostuvieron distintos tipos de análisis. Algo que no conmovería en absoluto a Javier Martínez, intendente del lugar. Las Madres de los Barrios Fumigados siguen caminando, continúan sembrando conciencia y lucha, necesitan de todos para poder frenar a los devoradores de derechos y libertades. El tiempo dirá en qué lado de la historia se ubicó cada uno de todos nosotros en torno a este genocidio silencioso.

PH: Andrés Muglia.