Por Hernán Cabrera

Pueblo de pescadores,  con peñones rocosos que ingresan al mar, Punta del Diablo,  se presenta como un escenario ideal para tentar al mar con la pesca deportiva. Caminar descalzo por sus calles de tierra, disfrutar sus playas y conocer su gente, son algunos de los placeres que ofrece este pequeño paraíso uruguayo.

A 300 kilómetros de Montevideo, se encuentra un refugio atractivo y único para la bohemia, la tranquilidad, el disfrute al aire libre y la libertad: el pueblo costero de Punta del Diablo.

El balneario forma parte del departamento de Rocha y es uno de los últimos, cercano a la frontera con Brasil.

Uno de los principales atractivos del pueblo es la arquitectura desestructurada que fueron generando esos ranchos y cabañas de madera inaugurales, planificadas únicamente para mirar al océano.

Actualmente las hay de todos los colores y tamaños, frecuentemente con parques arbolados y una decoración rústica, con una desprolijidad sofisticada. Las calles intermedias sin veredas y sin pavimento también responden a la postura mantenida por sus habitantes de respetar a la naturaleza y sus cursos.

A Punta del Diablo se va para salir de casa a escuchar el ruido del mar, sentir el viento en la cara, andar descalzo por la arena, despreocupado, despeinado y enarenado.

Uno de los lugares preferidos es Playa de la Viuda, ya que es la más extensa, la más ancha, y la que tiene el mar más agitado. Es la más concurrida, sobre todo en la parte cercana al pueblo, donde hay paradores y escuelas de surf.

La Playa de la Viuda toma su nombre de una construcción realizada en 1950 hacia la zona sur, donde está el faro. La casa aún está en pie y se dice que fue construida por una viuda extranjera muy rica, aunque toda la historia está envuelta en el más absoluto misterio y poco más se sabe.

 

Las familias y grupos de jóvenes, pero de esos de guitarras y mates, prefieren las aguas mansas y poco profundas de la Playa de los Pescadores, “la que tiene las barcas, la que está frente a las pescaderías”.

Como si no pudieran separarse, los artesanos mantienen su feria en el extremo de esta playa.

Cruzando las rocas, que marcan la segunda punta del diablo (y a ello debe su nombre el pueblo, para algunos), está la Playa del Rivero, la preferida por los surfistas.  Allí, los madrugadores…y trasnochadores… pueden disfrutar de la salida del sol o la luna sobre el mar.

La historia de Punta del Diablo, sus leyendas, su gente y su ritmo, sus casas, sus paisajes hacen  hacen de este lugar un paraiso, simple y natural.