Por Marcelo Chibotta (Enviado especial) – Fotos: Florencia Vizzi (Enviada especial)

Como sucede con todo aquello que es deseado, aquel 1º de abril parecía que no iba a llegar nunca para quienes querían ver el tren arribar a Rosario. No obstante, el día llegó y este 1º de mayo de 2015 ya se cumple un mes de los viajes de ida y vuelta a Buenos Aires.

La formación que consta de una máquina, dos vagones pullman, tres de los denominados de primera, uno constituido como comedor y el restante vagón generador -también llamado usina-, recorre todos los días, como no sucedía desde hacía 23 años, los 293,30 kilómetros que existen desde las estación de Retiro hasta la de Rosario Sur.

A las seis y media de la mañana de este martes 28, una brisa fresca, papeles que vuelan y la basura que se aprecia frente a la estación del tradicional Ferrocarril Mitre de Buenos Aires, ponen en evidencia que los contenedores no son suficientes para mantener la ciudad limpia.

Ese paisaje, el primero que sorprende a quien viajará en tren, no es de los más amistosos ni de los más deseados. No obstante, y entre los ruidos propios del despertar de una ciudad inmensa, el tren que salió desde Rosario arriba puntualmente a la estación porteña.

Tras haber bajado el pasaje, los mecánicos, técnicos, guardas, personal de seguridad y maquinistas, entre otros trabajadores, van con una identificable certeza hacia los lugares que tienen asignados para encontrarse con sus propios panoramas.

Entre ellos está Abel, que se desempeña como mecánico y que le confió a Conclusión: “El mantenimiento se hace todos los días, una vez que el tren llega de Rosario, y después de hacer el cambio de vías y de poner la máquina lista para volver, hacemos un mantenimiento en el que revisamos tornillo por tornillo, sensor por sensor y térmica por térmica, todos los días”.

“Estamos haciendo durante 8 horas seguidas una revisión a la que podríamos denominar como trabajo fino. Lo hacemos con la responsabilidad que corresponde porque los trenes llevan gente y eso no nos permite fallar”, indicó.

Enseguida, reveló una de las principales características que tienen los coches: “El tren tiene sensores de peso que funcionan a partir de la cantidad de gente que hay arriba de él y se regula según suban o bajen pasajeros”.

“Además, y a diferencia de las unidades que tenían un sistema de freno mecánico con zapatas, las de hoy tienen frenos electroneumáticos con pastilla y disco”, agregó.

Por su parte, uno de los maquinistas accedió amablemente a describir que todo el personal que cumple su función “es preparado durante unas dos semanas para obtener los conocimientos necesarios para conducir”.

En otro orden, el conductor de nombre Mario, comenzó a dar detalles de lo que desde su lugar va observando en cada viaje: “Esto está empezando, vamos poco a poco y todavía tenemos un tiempo muy corto de andar porque el trabajo que se está haciendo es gigantesco”.

“Por ahora el viaje lo realizamos en algo más de seis horas, pero cuando se terminen de ajustar las vías, estos trenes pueden correr hasta 160 kilómetros por hora. Yendo a 120 estaríamos en menos de 4 horas en Rosario y cuando sea así será lo ideal», narró.

Las comodidades

Los futuros pasajeros se dirigen como por un embudo inevitable hacia el objetivo: una de las modernas formaciones del ahora denominado “Nuevos Ferrocarriles Argentinos”.

El ascenso se logra una vez exhibido el correspondiente pasaje y el documento de identidad. Es allí donde todos van al lugar señalado, o bien al pullman, donde hay 54 lugares por vagón o a primera, en el que se contabilizan 72 plazas.

La diferencia fundamental está marcada por el tamaño de las butacas, aunque todas son de una notable comodidad. Por su parte, no hay distinción entre los vagones ya que todos tienen aire acondicionado y ventanillas que lucen un muy buen tamaño para la visualización del exterior.

Nada de ello terminaría de cobrar valor si no se hace mención a la considerable serenidad de su andar y a la ausencia total de aquellos movimientos y ruidos característicos de los viejos trenes.

Además, es notable el hecho de que un café servido, prácticamente no se mueve cuando está puesto en una de las 12 mesas instaladas en el coche comedor, diseñado para 48 personas.

El paisaje de siempre, y los otros

Por las ventanas de la formación en marcha a través de la llanura, siempre es posible apreciar el atardecer que muestra un sol lleno de naranja y ver cómo convierte en cómplices de su belleza a las nubes que lo adornan. En ese paisaje, los verdes y marrones de la llanura también hacen lo suyo, e invitan permanentemente a la reflexión.

Pero el viaje en este nuevo tren tiene la virtud de provocar el encuentro entre quienes lo abordaron. Por ello, y tras el rescate de algunos testimonios, se puede afirmar que otros paisajes se pintan desde adentro de los vagones a partir del relato de los pasajeros.

Así, Sofía Vélez, una mujer de unos 70 años que después de contar que es soprano y deleitar a los presentes con la interpretación de un bolero, le cuenta a Conclusión: “Hacía mucho que no viajaba, ya en el andén cuando vi el tren dije ¡qué maravilla! y cuando subí dije ¡que belleza!. Pero le ruego a Dios que no empiecen a subir con gillettes u otras de esas cosas y lo rompan. Acá no puede subir cualquiera, acá tiene que subir quien aprecie la limpieza”.

En otro asiento, Betina se animó a describir otro paisaje, esta vez el de la evocación: “Cuando llegamos a Retiro miré el andén y me vi chiquitita, cuando tenía cinco años y viajaba con mi mamá. Yo andaba de acá para allá y me vi correr con dos sillitas cuando el tren ya estaba en marcha. Fue una odisea pero pudimos subir, no me lo olvido más”.

“Hacía más de 20 años que no viajaba en tren y ahora pude volver a hacerlo, y encima para poder ver a mi tía que tiene 89 años. Voy a llegar a mi casa con el corazón rebosante de alegría. Espero que todos sepan lo que este tren significa y que lo valoren”, finalizó.

Más atrás, estaba un hombre de unos 60 años que anotaba puntillosamente en una libreta muy pequeña las localidades por las que el tren pasaba, junto al horario de llegada a cada una de ellas.

Al ser consultado, Carlos Fernández contó que es de la asociación “Amigos del Riel” y que éste es su segundo viaje, además del que realizó cuando se inauguró el tren “por una cuestión de piel”.

“Es una satisfacción ver que se hizo una apuesta importante para rehabilitar un servicio que Rosario y gran parte del país nunca debió haber perdido”, señaló.

Más adelante, el incondicional del transporte sobre riel detalló: “Estoy en la asociación hace 35 años, hemos tenido viajes muy lindos en una época y otros realmente feos en otras, por los vaivenes que hubo en política ferroviaria a nivel nacional».

“Fundamentalmente lo que hay que hacer es reconstituir la tradición ferroviaria. Lamentablemente, por más de 20 años, hemos tenido muy pocos servicios y no eran permanentes como se están haciendo en este momento”, ilustró.

Enseguida, Carlos señaló que “con el progresivo mejoramiento que se está haciendo, que es una labor gigantesca que no tiene parangón en los últimos cien años de la línea Buenos Aires – Rosario, vamos a tener buenos tiempos de viaje, más el confort de marcha que realmente es estupendo o casi desconocido en el país”.

En otro lugar, Adriana y Carlos, ambos de Soldini, estaban sentados frente a frente. Allí y con ánimo de transmitir su experiencia, Carlos contó: “Yo tenía 17 o 18 años, y ahora tengo 57. Por el tren pude cumplir algunos sueños como pisar el césped de la cancha de Boca y de Vélez, porque aunque no soy de esos cuadros, me gusta mucho el fútbol”.

“La verdad es que cuando subimos, vimos que uno no puede imaginar una cosa tan linda como es este viaje en tren. Es verdaderamente un lujo”.

La llegada

La atención del personal ferroviario fue siempre amable y de calidad. Con ese mismo estilo, comenzó a indicar el pronto arribo a Rosario.

Afuera, las ventanas no dejaban de ofrecer sus paisajes, esta vez el de la pobreza invadida por la noche, mientras el tren aminoraba la marcha. Ya debajo de los vagones, en la Estación Rosario Sur, aparecía la última de las vistas. La de una terminal con deseos de ser terminada.

No obstante ello, la experiencia fue lo suficientemente buena como para invitar a quien sea a participar de un viaje inolvidable.