Hace 500 años moría Leonardo Da Vinci, señalado por los especialistas que estudiaron su obra como una de las mentes más brillantes de la historia. El día en que falleció tenía 67 años y se encontraba en Cloux, Francia.

La voz de los estudiosos de la obra de Da Vinci rememora su labor como propio de una mente brillante, con un conocimiento tan amplio como profundo. «Es una de las personas que más se acerca al ideal del saber total. No sólo un saber adquirido, sino un saber que se renueva permanentemente a partir de la investigación tanto estética como científica», apuntó el historiador del arte, José Emilio Burucúa, al portal Infobae.

«Es el hombre que cumple nuestros deseos más amplios: el de la curiosidad, sobre todo. Aristóteles daba tres reglas en este sentido: el animal curioso, el animal político y el animal que ríe. A Da Vinci esa definición le cabe como a muy pocos», continuó el también doctor en Filosofía y Letras.

Da Vinci nació el sábado 15 de abril en 1452 en Archiano, Italia, y trascurrió sus días como un polímata -persona que tiene conocimiento sobre campos diversos-. Fue pintor, anatomista, paleontólogo, arquitecto, botánico, escritor, científico, filósofo, escultor, inventor, ingeniero, poeta, músico y urganista.

Aquellos tiempos en los que la ciencia racional comenzaba a disputarle la hegemonía a la religión se vieron reflejados en sus obras políticas, filosóficas y artísticas. El Renacimiento, con sus rotundos cambios culturales y paradigmáticos, fue propicio para el desarrollo de su creatividad.

El informático, lingüista y atropólogo, Martín Hadis, también opinó en Infobae sobre Da Vinci y manifestó que es apropiado hablar de el como una mente extraordinaria «por innovar en tantas áreas y por no ver en todos los siglos más allá de su propia época. Fue a la vez artista e ingeniero, pensado e inventor, y en todas esas facetas creó e innovó de una manera increíble».

Si bien en su árbol genealógico Da Vinci figura como descendiente de una rica familia de nobles italianos, su cotidianidad fue otra. Para aquella cultura de la época, él, al ser hijo de una de las amantes del canciller y embajador de la República de Florencia, Piero Fruosino Di Antonio, fue considerado un hijo ilegitimo. Su madre se llamó Caterina, una muchacha pobre y de familia campesina, probablemente esclava de Oriente Medio.

Inventos

Al momento de hablar de sus creaciones, Hadis afirmó que «hay tantos de sus inventos que siguen en uso hoy en día que resulta difícil hacer una muestra. Para solo decir algunos: el paracaídas, robots, los helicópteros, el ancestro de la ametralladora moderna, el anemómetro. Y cuatro siglos antes de los hermanos Wright, Leonardo ya estaba diseñando los antepasados de los aviones modernos».

Por su parte, Burucúa aseguró que el legado «es un modelo de consecuencia, un modelo de probidad intelectual: un tipo que nunca aceptó nada dado definitivamente sino que siempre todo debía ser sometido al escalpelo de la crítica. Es un modelo de actitud frente al conocimiento». Para nombrar un ejemplo, el historiador del arte describe el esfumado, un descubrimiento estético pero también filosófico: técnica pictórica que, al aumentar varias capas de pintura extremadamente delicadas, proporciona a la composición unos contornos imprecisos que dan la sensación de claroscuro.

«Consiste en pasar muy gradualmente —explicó—, muy lentamente de la luz a la sombra. Es una especie de parábola estética. Ya sea un cuerpo humano o un bosque, sus obras muestran que el paso de la luz a la sombra es tajante y violento, pero siempre hay tonos intermedios. Si bien en los personajes retratados hay un aura de inquietud y misterio de movimiento, nunca sabemos si vienen de la luz a la sombra o de la sombra a la luz. Es fantástico porque también lo es como símbolo de estas transiciones que buscaba en otro plano: el comportamiento del agua o de las nubes. Le encontraba una dinámica que transformaba constantemente las cosas. Es una de las grandes lecciones que nos deja: la complejidad de lo real y la necesidad de los matices».

La Mona Lisa y La Última Cena, pintura mural que hizo entre 1495 y 1498, sean tal vez sus obras más famosas y de las cuales más se ha escrito. Sin embargo, La Última Cena estuvo a punto de perderse definitivamente.

La historiadora del arte Andrea Giunta le relató al periodista Luciano Sáliche lo ocurrido: «En agosto de 1943, poco después del arresto de Mussolini —cuenta la historia del arte Andrea Giunta en diálogo con Infobae Cultura—, los bombardeos estratégicos realizados por los aliados arreciaron sobre la ciudad de Milán. El 12 de agosto de ese año 504 aviones descargaron 380.000 bombas incendiarias. La ciudad perdió la tercera parte de sus edificios. El 14 de agosto y los días subsiguientes las bombas cayeron sobre el convento de Santa Maria Delle Grazie, en cuyo refectorio se encuentra La última cena. Las fotos revelan hasta qué punto había sido protegido el emblemático fresco, ubicado en la única pared que quedó en pie después del bombardeo. Sin embargo, los monjes dominicos atribuyeron su supervivencia a que el 15 de agosto era el Día de la Asunción de la Virgen, patrona del convento. El hecho se conoce como el Milagro de Milán».

Al ser consultado por la existencia de otras mentes similares a la de Da Vinci, Burucúa afirmó que sí y enumeró a Confucio y, en el mundo antiguo, Aristóteles, «o Leon Battista Alberti, un hombre de una enorme cultura que investigó los temas más dispares, y que fue un espíritu universal. Alberto Durero quizás no tanto como Leonardo pero fue un tipo de una vastísima cultura. Pico della Mirandola o Pietro Pomponazzi fueron espíritus enormes. En el siglo XVIII un tipo como Diderot está muy cerca», relató.

Aún así, no dejó fuera a un argentino: «El Dr. Juan Martín Maldacena puede estar muy cerca».

«Sería muy interesante que alguien, utilizando una herramienta tan simple como internet, viendo el estado de las disciplinas que transitó Leonardo, especifique cómo está hoy la cuestión. Ahí se vería que es tan dinámico y profuso todo lo que nos queda por hacer. No creo que lo estructural se haya modificado. Desde que empezamos con el razonamiento, el conocimiento es una larguísima e interminable construcción y yo no creo que pueda terminar alguna vez», concluyó Boricúa.