Quienes crean que la gente no es sensible a la fotografía deberían recordar lo que ocurrió hace 50 años con la imagen de un prisionero de la Guerra de Vietnam que fue ejecutado por un policía anticomunista en una calle de Saigón.

La foto, tomada por Eddie Adams, de la agencia de noticias Associated Press, se convirtió rápidamente en un símbolo de la campaña antibelicista en los Estados Unidos.

Sin embargo, con el tiempo, la foto fue mucho más: se transformó también en una suerte de evidencia de las barbaridades de una guerra que estaba conmoviendo al mundo.

El hecho ocurrió el 1 de febrero de 1968, durante el segundo día de la Ofensiva del Tet, un ataque sorpresa lanzado por el Ejército Popular y el Vietcong que cambió el curso de la Guerra de Vietnam.

Durante esa operación militar, miles de guerrilleros del Norte comunista atacaron más de 100 ciudades y otros puntos de Vietnam del Sur, lo que aceleró la retirada de Washington, que finalmente perdió alrededor de 58.000 soldados en ese país del sudeste asiático.

Mientras los enfrentamientos sacudían las calles de Saigón, Adams captó el preciso momento en que el jefe de la Policía Nacional de Vietnam del Sur, el general de brigada Nguyen Ngoc Loan ejecutaba a un prisionero -desarmado y maniatado- de un disparo en la cabeza.

La imagen fue tomada también por un operador de la cadena de televisión NBC.
Aquella fotografía no pasó inadvertida para la escritora norteamericana Susan Sontag, autora de «La amante del Volcán», y otros intelectuales estadounidenses -entre ellos Norman Mailer y Bod Dylan- que se oponían a esa guerra.

«Incluso muchos años después (…) se puede mirar estos rostros mucho tiempo y no llegar a agotar el misterio, y la indecencia, de semejante mirada compartida», señaló.

Desde entonces, los norteamericanos tuvieron otra opinión de los vietnamitas del sur, que luchaban contra sus compatriotas del norte, y empezaron a comprender lo que iba a suceder siete años después: que la Casa Blanca perdería la Guerra de Vietnam y que sus fuerzas sufrirían una de las derrotas más aplastantes de su historia.

Adams, que ganó un premio Pulitzer por esa fotografía, confesaría a la revista Time que aquella imagen del prisionero ejecutado solo reflejaba «una verdad a medias».

Por el contrario, dijo que el general Nguyen era un «producto del Vietnam de ese tiempo» e incluso lo calificó de héroe. Con el tiempo, Adams y Nguyen acabarían siendo amigos.

Y el fotógrafo estadounidense se encargaría de difundir la versión del general survietnamita, según la cual el prisionero ejecutado era el cabecilla de un escuadrón que acababa de masacrar a una decena de personas, entre ellas un oficial muy allegado a Nguyen y su familia.

«¿Qué hubieras hecho tú?», se preguntó Adams en su nota en Time. «El general mató a un vietcong con la pistola. Yo maté al general con mi cámara», afirmó.

Desde ese instante, la vida de Nguyen cambió para siempre. Y al finalizar la Guerra de Vietnam huyó a Estados Unidos, donde puso una pizzería en Virginia.

Pero por aquel hecho ominoso, el general vietnamita estuvo a punto de ser expulsado del país, y Adams tuvo que interceder a su favor ante las autoridades.

Sin embargo Nguyen tuvo que cerrar la pizzería cuando sus vecinos descubrieron su pasado militar. «Sabemos quién eres», escribió alguien en una de las paredes del baño del local.

Medio siglo después hay otras fotos que el mundo no ha olvidado -ni olvidará-, como las imágenes de torturas a prisioneros en la cárcel de Abu Ghraib durante la invasión de Estados Unidos a Irak en 2003.

O las decapitaciones de prisioneros y la matanza de homosexuales por parte del grupo Estado Islámico en Siria y en Irak, por citar solo algunos hechos terribles de las últimas décadas.

Como ocurrió siempre, la guerra sigue asolando a la humanidad en distintas partes del planeta. «La guerra no es una aventura. Es una enfermedad», dijo el escritor francés Antoine de Saint-Exupery, autor de «El Principito», entre otras obras.