Tras diez años de conflicto en Siria, la Unión Europea (UE) manifestó hoy su deseo de actuar como mediador en un renovado esfuerzo de paz, siempre y cuando el Gobierno sirio, al que responsabiliza de buena parte del «enorme sufrimiento humano» causado por la guerra, se preste a la celebración de elecciones libres y bajo la supervisión de la ONU.

«La brutal represión ejercida por el régimen sobre el pueblo sirio y su incapacidad para abordar las causas profundas del levantamiento han dado lugar a un conflicto armado intensificado e internacionalizado», denunció en un comunicado el máximo responsable diplomático de la UE, Josep Borrell.

En la nota, Borrell afirmó que, en los últimos diez años, se cometieron «innumerables abusos y violaciones de los Derechos Humanos y graves violaciones del Derecho Internacional por todas las partes, en particular por el régimen sirio, (que) han causado un enorme sufrimiento humano».

«La rendición de cuentas por todas las violaciones del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos es de suma importancia como requisito legal y como elemento central para lograr una paz sostenible y una reconciliación genuina en Siria», agregó en la nota, informó la agencia de noticias Europa Press.

La UE aseguró que se mantiene firme en sus exigencias al Gobierno sirio, al que pide «el fin de la represión y la liberación de los detenidos», así como el compromiso de elecciones libres y justas en Siria, bajo la supervisión de la ONU y «con los más altos estándares internacionales de transparencia y rendición de cuentas».

Mañana se cumplirá una década de guerra en Siria, donde la destrucción, el hambre y el sufrimiento continúan, mientras los albergues de refugiados hace tiempo llegaron a la superpoblación.

El ministro de Desarrollo de Alemania, Gerd Müller, en un artículo de opinión publicado hoy por el diario alemán Welt am Sonntag, aseguró que «este terrible décimo aniversario debe ser una llamada a la comunidad mundial para mostrar la solidaridad internacional».

La UE recordó que la crisis de los refugiados sirios es la mayor crisis de desplazamiento en el mundo, con 5,6 millones de refugiados registrados y otros 6,2 millones de personas desplazadas dentro de Siria y sin condiciones para su regreso seguro, voluntario, digno y sostenible de conformidad con el Derecho Internacional.

“La mayor parte del país está en ruinas y 600.000 personas han muerto. El 80% vive en la pobreza y solo tiene un dólar o menos al día. Siria se ha convertido en la mayor tragedia de este siglo”, afirmó Müller. Y agregó que “desde el comienzo de la guerra, casi seis millones de niños han nacido en los campamentos de refugiados o en los alojamientos más pobres de Siria”. Asimismo, señaló que las raciones de alimentos se recortaron. «Solo habrá comidas una o dos veces por semana en lugar de todos los días”. Además indicó que se «suspendieron las vacunas contra la poliomielitis o la tuberculosis».

El ministro de Desarrollo alemán añadió que a la guerra en Siria se le superpuso la crisis de la coronavirus, en la que “millones de personas viven en campamentos superpoblados o asentamientos informales tan cerca unos de otros que es casi imposible mantener la distancia y lavarse las manos».

El 29 y 30 de marzo se celebrará una quinta conferencia en Bruselas sobre el futuro del país, que contará con la participación de gobiernos y organizaciones internacionales, así como de la sociedad civil siria.

Tras haber aportado unos 24.000 millones de euros durante la última década, la UE y sus Estados miembros siguen siendo los principales contribuyentes a la satisfacción de las necesidades generadas por el conflicto. Sin embargo, Müller indicó que “desafortunadamente la comunidad internacional no está haciendo lo suficiente”.

El papa Francisco pide por el fin de la guerra 

En el marco del décimo aniversiario de la mortífera guerra, el papa Francisco llamó hoy a «deponer las armas» en Siria y a «reconstruir el tejido social».

«Renuevo mi más sincero llamado a las partes en conflicto para que den muestras de buena voluntad, para que se abra un rayo de esperanza para la población exhausta», suplicó el Papa tras la tradicional oración del Ángelus en la plaza de San Pedro.

«Espero también un compromiso constructivo, decisivo y renovado de solidaridad por parte de la comunidad internacional para que, una vez depositadas las armas, se pueda reconstruir el tejido social y se pueda iniciar la reconstrucción y la recuperación económica», agregó, informó la agencia de noticias AFP.

El pontífice lamentó que diez años del «sangriento conflicto en Siria» desembocaran en «uno de los mayores desastres humanitarios de nuestro tiempo: un número indeterminado de muertos y heridos, millones de refugiados, miles de desaparecidos, destrucción, violencia de todo tipo, sufrimiento inhumano para toda la población, en particular para los más vulnerables como los niños, las mujeres y los ancianos».

Al Assad resistió a la guerra y se dirige a ser reelecto como presidente en una Siria aún en crisis

A pesar del triste aniversario que se cumple mañana, el presidente Bashar al Assad permanece en el cargo timoneando el complejo rompecabezas de fuerzas que amenazan su poder, con una gobernabilidad que sigue siendo frágil ante el control de territorios por parte de facciones rebeldes y potencias extranjeras y, de forma más urgente, por la crisis económica.

La ola de protestas de la primavera árabe de hace una década ya había derrocado a los presidentes Zine el Abidine Ben Ali y al egipcio Hosni Mubarak, y parecía que Al Assad, en el poder desde el 2000 tras heredar el puesto de su padre, que gobernó durante 30 años, tenía los días contados cuando estalló la revuelta en su país.

Visto en un principio como un reformista por Occidente, que lo premió en cada país que visitó, el presidente combatió el levantamiento con la fuerza de las armas y mantuvo esa militarización ante la transformación del conflicto interno en una compleja guerra que involucra a rebeldes, extremistas islámicos, kurdos, potencias regionales como Turquía y fuerzas internacionales.

Gracias al apoyo de Irán y a partir de 2015 de Rusia, logró debilitar lo suficiente a sus enemigos para garantizar su continuidad en el poder, y este 2021 buscará un nuevo mandato de siete años en unas elecciones consideradas una formalidad ante la inexistencia de una oposición política y con muchos de sus detractores desplazados forzosamente al exterior.

Aunque Al Assad, de 55 años y recientemente positivo en coronavirus, todavía no confirmó oficialmente si va a ser el candidato del Partido Baaz Árabe Socialista, todo indica que va a repetir lo ocurrido en 2014 cuando, en unos comicios realizados en pleno desarrollo de la guerra, obtuvo cerca del 89 por ciento de los votos.

«El poder de Assad sigue siendo lo suficientemente grande como para permanecer en el cargo. Tiene un apoyo considerable dentro de lo que queda de la población siria, que teme que el país pueda caer en un Gobierno teocrático por parte de grupos yihadistas de línea dura», indicó a Télam Mehmet Ozalp, director del Centro de Estudios Islámicos y Civilización y profesor en la Universidad Charles Sturt, de Australia.

«Assad demostró que puede sobrevivir a la guerra civil, la rebelión y las sanciones económicas», destacó.

El politólogo franco-libanés Ziad Majed, autor de dos libros sobre Siria, uno de ellos titulado Dentro de la mente de Bashar Al-Assad, también da como un hecho que el presidente se mantendrá en el Gobierno, aunque en declaraciones a esta agencia consideró que «desde una perspectiva más larga va a ser muy difícil que pueda sobrevivir en el poder».

Las razones que brinda para llegar a esa conclusión son varias: «Entre Rusia e Irán hay miradas divergentes sobre la situación, la negociación de Estados Unidos con Irán (por el acuerdo nuclear) puede presionar de alguna forma sobre los intereses en la región y Rusia también sabe que una solución no puede ocurrir sin el involucramiento de Estados Unidos y Turquía, todos actores principales en conflicto».

Lo concreto es que el desafío más urgente para Al Assad hoy no es la guerra, sino la economía, que está en su peor momento desde el estallido del conflicto en 2011: la libra siria alcanzó en febrero un mínimo histórico frente al dólar, los precios de los alimentos se duplicaron en un año y el 60 por ciento de la población (unas 12 millones de personas) no tienen acceso a comida regularmente, según un informe reciente de la ONU.

Esto en un país diezmado en su infraestructura por la guerra, con un tercio de su población refugiada en otras naciones, afectada por el cierre de fronteras ante la pandemia de coronavirus, objeto de sanciones monetarias por parte de Occidente y golpeada también por el colapso de la economía de su vecino Líbano.

«La mayor amenaza hoy para el régimen de Assad es la crisis económica, entre el desmanejo, la corrupción, la destrucción del país, el alto nivel de desempleo, el hecho que los recursos son pocos y las líneas de producción están en su capacidad mínima», explicó Majed.

«La reconstrucción del país requeriría una normalización diplomática, y esto no puede ocurrir mientras no haya una solución política, de la que Assad no puede ser parte. La oposición no lo permitiría y la comunidad internacional tampoco, ya que es acusado por organizaciones humanitarias y la ONU de cometer crímenes de guerra y contra la humanidad», añadió el docente del departamento de Estudios Árabes de la Universidad Americana de París.

De acuerdo a un artículo publicado en The Arab Weekly, la revista del diario panárabe londinense Al-Arab, esta situación asfixiante provocó protestas en zonas que eran leales al mandatario, como Latakia, Tartús, Sweida y en la capital, Damasco, aunque en esta ciudad las manifestaciones quedaron reducidas al mínimo por la fuerte presencia de fuerzas de seguridad.

Los principales aliados de Al Assad, Rusia e Irán, que además de ayuda militar brindaron asistencia financiera, están lidiando con sus propios problemas económicos derivados de la pandemia y, además, la mayor parte del área petrolera y agrícola de Siria está en territorios controlados por fuerzas kurdas apoyadas por Estados Unidos.

Esto último lleva a otro hecho que limita al actual y futuro Gobierno de Al Assad: la soberanía de Siria seguirá fragmentada, con extensiones de territorio controladas por fuerzas rebeldes y potencias extranjeras.

La norteña provincia de Idleb sigue bajo el dominio de una coalición de milicias islamistas con el apoyo de Turquía, cuyo ejército también ocupa zonas cercanas, mientras que el Noreste está controlado por fuerzas kurdas con el respaldo de Estados Unidos, que a su vez mantiene una base militar en el Sur, junto a las fronteras de Jordania e Irak.