Por Victoria Mantaras*

El fin de la Guerra Fría fue testigo de numerosas amenazas a la seguridad internacional que hasta al momento se encontraban opacadas por el conflicto bipolar. Tal es el caso del crimen organizado y el tráfico de narcóticos que en la década de los 90 alcanzó gran visibilidad.

El asunto específico del narcotráfico en África Occidental, tomó relevancia en 2003, cuando la Oficina de Drogas y Crimen de las Naciones Unidas (UNODC por sus siglas en inglés) destacó un nuevo punto de almacenamiento y trasbordo en África Occidental. La cocaína salía desde América del Sur y llegaba al lucrativo mercado de consumo europeo, no sin haber sido distribuida en África previamente.

Las causas de este fenómeno complejo no son ajenas. En primer lugar, las sociedades (occidentales u orientales) se han visto históricamente seducidas ante la necesidad de enrarecer la realidad con alguna sustancia disponible.[1] Esto se ve profundizado en la modernidad en sociedades capitalistas y de consumo.

En segundo lugar, al ser una demanda que necesita ser cubierta, juega con las leyes del mercado y se instala donde mayor lucro genera. Según UNODC, el porcentaje de población adulta que consume cocaína en Europa Occidental continúa en ascenso entre los 15 y 64 años,[2] así como también, el valor del kilogramo de cocaína. El mismo es aproximadamente el doble en Europa que en los Estados Unidos.[3]

Esto demuestra que el mercado europeo debe ser abastecido y África Occidental se instala como el nuevo punto estratégico en la ruta de las drogas que transita desde Sudamérica hacia el viejo continente. Este acceso alternativo a Europa se encuentra menos vigilado y es mucho más inestable políticamente.

En este circuito internacional, la región sudamericana y la Argentina ocupan un lugar fundamental aunque pobremente investigado.

En el año 2013, la UNODC declaró a la Argentina como el tercer puerto mundial de cocaína detrás de Brasil y Colombia según datos recabados en los últimos diez años.[4] Previamente en 2012, la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE)  ya había destacado el rol del puerto de la ciudad de Buenos Aires, que en ese mismo año fue objeto de incautaciones de más de 500 kg de cocaína dirigidas hacia Nigeria.[5]

Dos casos ejemplares pueden clarificar lo que parecen ser meras estadísticas: el NarcoJet de los hermanos Juliá y el caso del NarcoArroz en la ciudad de Rosario.

El primero, es un avión privado que despegó desde el aeropuerto de Ezeiza con alrededor de mil kilos de cocaína de máxima pureza. Si bien su destino final fue Barcelona, se comprobó que primero aterrizaron en las islas de Cabo Verde en África Occidental. Se estima que descargaron allí una parte de lo que transportaban, para que ingrese a España por medios no aéreos.

El segundo, es el caso del oncólogo rosarino Gabriel Zilli, que de la mano de un grupo de traficantes sudamericanos y portugueses, intentaron exportar cocaína en granos de arroz. El destino de las 46 toneladas sería Guinea Bissau en África Occidental, en el marco del programa “Hambre Cero” de las Naciones Unidas. Sin embargo, Gendarmería descubrió el cargamento antes de que la operación se llevara a cabo.

Cabe preguntarse, ¿cuál es el rol del continente africano en el tráfico internacional de estupefacientes?, y ¿cuál es el rol de nuestro país en el mismo?

Ambas preguntas no son fáciles de responder. La falta de datos estadísticos gubernamentales certeros a la hora de analizar estos fenómenos, dificulta la precisión de los mismos. En la actualidad, los organismos internacionales constituyen el medio más accesible para dar luz a estos acontecimientos, y aun así, puede no tenerse una noción exacta.

Por el lado de África, UNODC estima que aproximadamente un 15% del total de cocaína exportada anualmente en el mundo (equivalente a aproximadamente 2 billones de dólares) utiliza a África Occidental como nuevo punto de almacenamiento, distribución y posterior trasbordo hacia Europa.[6]

Por el lado de la Argentina, el especialista en criminología Enrique Font, sostiene que dejamos de ser sólo un país de tránsito para alojar desde hace ya unos años, una parte del proceso productivo. Esto generó mayores ganancias para los grupos delictivos en nuestro país y por ende, mayor territorialización, control y estructura de los mismos. En sus palabras “cuando se agrega un paso en el proceso productivo, se genera ganancia (…). Antes acá (por la Argentina) se cortaba y se distribuía, hoy además se procesa. Es una situación similar al de la sustitución de importaciones en cualquier otro proceso productivo”, sentenció.[7]

Como cualquier actividad lucrativa en el contexto de un capitalismo globalizado, y tal como señala Raúl Eugenio Zaffaroni, podemos hablar de una división internacional de trabajo.

Los países desarrollados demandan estupefacientes y participan de esta división controlando en sus territorios la distribución y obteniendo el mayor porcentaje de ganancias. Otra, sin embargo, es la realidad que caracteriza a los países en vías de desarrollo, quienes participan de esta división internacional sometiendo sus territorios y su población a la producción y el tránsito, debilitando sus instituciones, su seguridad nacional y finalmente cargando con la violencia y las muertes.[8]

Se abren innumerables interrogantes, y aún resta saber, ¿cómo haremos para hacer frente a este fenómeno?

*Licenciada en Relaciones Internacionales, investigadora de www.CEIEP.org

[1] Véase ESCOHOTADO, Antonio (1999), “Historia General de las Drogas” Alianza Editorial, Madrid.

[2] UNODC, “World Drug Report 2016. Executive Summary”.

[3] La cocaína es vendida por U$S 2,700-4,000 el kilo en sus zonas de producción; más de U$S 13,000 en la Costa Atlántica; $16,000 en las capitales del Sahel; U$S 24,000-27,000 en las ciudades del Norte de África, y entre U$S 40,000 y U$S 60,000 en Europa Occidental según Pierre Lapaque, director de UNODC para África Occidental. Datos obtenidos de Anne Frintz (2013)

[4] Se generó controversia en la Argentina por el impacto de este dato. El Director de la SEDRONAR (Secretaría de prevención contra las Drogas y lucha contra el Narcotráfico) Julio Postiglioni, denunció al momento de la publicación del Informe de la UNODC, que este dato debía ser tomado “con cautela” ya que entender a la Argentina como tercer exportador mundial no indica que el origen o la procedencia de la cocaína sea argentina.

[5] Informe JIFE 2012, “Análisis de la situación mundial. África”.

[6] UNODC, “Informe Mundial de Drogas 2012”. Disponible en: https://www.unodc.org/documents/data-and-analysis/WDR2012/WDR_2012_Spanish_web.pdf

[7]Entrevista a Enrique Font: “El fenómeno del narcotráfico no puede existir sin un alto grado de tolerancia social, judicial, política y policial”, entrevista en UNCIENCIA, Octubre de 2014.

[8] ZAFFARONI, Raúl Eugenio (2011). Prólogo en Labrousse, Alain “Geopolítica de las drogas”. Marea Editorial. Buenos Aires.