El empresario y ex alcalde salvadoreño Nayib Bukele asumirá mañana la presidencia de El Salvador con la promesa de combatir la corrupción y la violencia, que han hundido al país en la pobreza y con el desafío de gobernar con un Congreso en minoría.

Bukele, de 37 años y raíces palestinas, llega a la Presidencia tras arrasar en la primera vuelta con el 53% de los votos y poner fin al bipartidismo histórico de El Salvador, donde desde 1992 la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y la izquierda del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) se alternan el poder.

El empresario compitió junto a la Gran Alianza por la Unidad Nacional (Gana), a la que se unió en estas elecciones tras haber sido expulsado del FMLN en 2017.

Bukele supo canalizar a su favor el repudio de los salvadoreños a los partidos tradicionales y señaló de manera constante desde su cuenta de Twitter los casos de corrupción relacionados con el gobierno actual y con sus antecesores.

El combate a la corrupción se convirtió en su caballito de batalla, al punto de prometer la creación de una comisión internacional contra la impunidad. También se comprometió a reducir los homicidios, cuyos altos índices ubican a El Salvador como uno de los países más violentos del mundo con una tasa de 19,8 homicidios por cada 100.000 habitantes en lo que va de 2019, por encima del índice de 10, considerado a nivel internacional como una epidemia.

Los crímenes son atribuidos a las pandillas Mara Salvatrucha (MS13), Barrio 18 y otras minoritarias que poseen unos 60.000 miembros en todo el país, y que en los últimos años han fortalecido su actividad delictiva. Recientemente, un vocero de la MS-13 dejó entrever la posibilidad de detener la violencia por la vía del diálogo: “Confiamos en Dios y en el nuevo presidente Nayib”, dijo el vocero a la revista centroamericana Factum.

Pero la violencia es solo uno de las cuestiones con las que deberá lidiar Bukele, quien para alcanzar acuerdos que pongan solución a los problemas del país deberá conseguir aliados en el Parlamento, donde sólo tiene asegurados 11 de los 84 escaños que conforman el hemiciclo, dominado por Arena, con 37, y FMLN, con 23.

Bukele comenzó su carrera política como alcalde del pequeño municipio de Nuevo Cuscatlan, en el suroeste del país.

Luego de una gestión que pasó desapercibida, se postuló -de la mano del FMLN- para la alcaldía de la capital, la cual obtuvo tras ganar las municipales de 2015 en coalición con el Partido Salvadoreño Progresista (PSP). Las diferencias inocultables entre Bukele y los dirigentes del partido, desembocó en su expulsión en 2017.

Frustradas sus aspiraciones presidenciales con el FMLN, buscó un hueco en el CD para presentarse bajo su bandera, pero el partido fue cancelado por no haber alcanzado al menos 50.000 votos válidos en las legislativas de 2015 tras fallo tardío de la Corte Suprema de Justicia y del Tribunal Supremo Electoral (TSE).

Finalmente, dejó de lado su ideología política (en 2016 dijo que nunca buscaría la presidencia con la derecha) y selló un acuerdo con Gana, partido creado por disidentes de Arena.
Durante la campaña aseguró que gobernaría con independencia de Gana y, hasta la fecha, ningún miembro del partido ha sido nombrado para algún puesto clave del gobierno.

El acto de toma de posesión será en la plaza Capitán General Gerardo Barrios, en la capital salvadoreña, y no en el Centro Internacional de Ferias y Convenciones (Cifco), como se acostumbra. Asistirán al menos ocho jefes de Estado y más de 30 delegaciones de países invitados.