A finales del 2022 una noticia recorría el mundo como la pólvora: la población mundial alcanzó los 8.000 millones de personas.

El dato es importante porque la población mundial ha estado creciendo a un ritmo acelerado desde 1950, cuando éramos 2.600 millones de personas. Se alcanzaron los 5.000 millones en 1987, los 6 mil millones en 1999 y los 7 mil millones en el 2011.

Sin embargo, la noticia muy pronto causaría preocupación en China, el país que dice ser el más poblado del mundo desde hace décadas, porque en enero del 2023 la oficina Nacional de estadísticas de China registró un descenso de 850.000 personas durante el 2022 lo que representaba la primera reducción de la población del país en 61 años y no sólo eso, sino que se estima que China en algún momento del 2023 dejará de ser el país más poblado del mundo dejando el liderato en la tabla a la India.

Aunque se dice que la India ya es el país más poblado del mundo, una cosa sí es segura: la transición del país más poblado del mundo a la India podría cambiar la economía global a largo plazo pues no olvidemos que se espera que la economía India se convierta en la tercera mayor economía del mundo para el año 2030.

En ese marco, la natalidad es un tema que ha hecho saltar por los aires las alarmas en Pekín. Pues el hecho de que la población de China haya comenzado a reducirse y que hay un porcentaje de población envejecida, marcó un cambio trascendental que tendrá un amplio efecto dominó tanto a nivel nacional como mundial.

En el fondo el problema no es que la gente viva más tiempo sino la baja tasa de natalidad y hoy al ver las cifras de América Latina seguro que se sorprenderán.

España, por ejemplo, en el 2022 tuvo la peor cifra de natalidad en los últimos 80 años. En Polonia, la tasa de natalidad ha disminuido en un 40% en los últimos 30 años; en Estados Unidos entre 1950 y 2016 se incorporaron cada año unos 5 millones de personas al mercado laboral al alcanzar la edad legal pero en el 2016, esta cantidad empezó a disminuir y solo llegó a los 13 millones. Ni hablemos de Corea del Sur o Japón donde las cifras son motivo de gran preocupación.

La tasa de natalidad es el número de nacimientos por cada 1.000 habitantes en un periodo determinado de tiempo, generalmente un año. En México, por ejemplo, por cada mil habitantes en el 2020 nacieron 18 pequeños.  

Por otro lado, la tasa de envejecimiento es el porcentaje de la población mayor de 65 años en un país y puede ser un factor importante en la planificación de programas de bienestar social y atención médica.

En México, por ejemplo, la tasa de envejecimiento llegó a 12 personas mayores por cada 100 habitantes lo que significa que el 12% de la población mexicana en el 2021 era mayor de edad.

La tasa de fecundidad, en tanto, es el número promedio de hijos nacidos por cada mujer durante su edad reproductiva.

En México el año pasado esta cifra fue de 2,0,  un hijo en promedio por cada mujer.

Mantener una adecuada tasa de natalidad en un país es económicamente importante por varias razones. La primera y más obvia es que una gran población de personas en edad de trabajar ayuda a impulsar el crecimiento económico y ya que los gobiernos se enfrentan a los costos de proporcionar pensiones y atención médica para las personas mayores, una alta tasa de natalidad ayuda a reducir los efectos del envejecimiento de la población.

Al aumentar el número de personas en edad de trabajar se considera que una alta tasa de natalidad puede ayudar a estimular la innovación, la productividad y el progreso tecnológico de un país.

Esto a su vez, puede ayudar a garantizar que el país sea competitivo en el mercado global e impulsar el crecimiento económico y el desarrollo de la Nación.

En general, la tasa de natalidad óptima de un país es un tema complejo y multifacético que está influenciado por una amplia gama de factores económicos, sociales y demográficos.

Una de las consideraciones clave para determinar la tasa de natalidad óptima es el equilibrio entre la población en edad de trabajar y la población de edad avanzada.

Otro punto que hay que tener en cuenta es que si bien una alta tasa de natalidad puede ayudar a impulsar el crecimiento económico al mismo tiempo puede ejercer presión sobre las finanzas públicas ya que es posible que no haya suficientes recursos disponibles o suficientes puestos de trabajo disponibles.

En términos generales se considera que una tasa de fecundidad de 2,1 hijos por mujer es la mínima necesaria para reemplazar la población y evitar un envejecimiento demográfico.

Sin embargo, muchos expertos creen que una tasa ligeramente más alta alrededor de 2,3 o 2,5 hijos por mujer sería más óptima para asegurar un crecimiento económico sostenible.

Pero especialmente en el mundo occidental no todas las mujeres ni todos los hombres están dispuestos a tener hijos en la actualidad.

Cabe destacar que generalmente, a medida que el PIB de un país aumenta suele disminuir la tasa de natalidad algo que se debe más que nada a que más mujeres se integran a la actividad laboral y anhelan hacer una carrera sin hijos; aunque otros factores también explican el fenómeno como un acceso mejorado a la educación, la disponibilidad de anticonceptivos, y una mayor preocupación por el bienestar económico y personal.

Mientras en países con un PIB más bajo, la natalidad suele ser más alta debido a la falta de acceso a la educación y anticonceptivos así como una cultura que valora una gran familia bajo la premisa de que un bebé nace con un pan bajo el brazo y que Dios proveerá.

Muchos países del Mundo han experimentado una caída significativa en la tasa de natalidad. Entre ellos destacan: Japón, Italia, España, Alemania, Polonia y Grecia que han visto caer sus tasas de natalidad en un 10 o 20% debido al envejecimiento de la población, la disminución de las tasas de fertilidad y los cambios en las actitudes sociales y culturales hacia la familia y la maternidad.

Dentro de unos 20 años es posible que muchos países tengan que adoptar nuevas políticas y estrategias para recordar los desafíos que plantea una tasa de natalidad en descenso. Esto podría incluir medidas para alentar a las mujeres a tener más hijos como incentivos financieros o arreglos laborales flexibles así como políticas para apoyar a las familias y a los ancianos. Además puede haber un mayor énfasis en la inmigración como un medio para abordar la escasez de trabajadores y mantener el tamaño total de la población.

Dentro de unos 50 años es probable que los efectos de la disminución de la tasa de natalidad en algunos países sean aún más pronunciados. El envejecimiento de la población podría conducir a un aumento de los costos asociados con las pensiones, la atención médica y los cuidados a largo plazo y podría resultar en una fuerza laboral cada vez menor y por lo tanto en un crecimiento económico reducido.

En la última década ha habido algunos países que han logrado aumentar sus tasas de natalidad como Australia, Canadá y algunos países de Europa tales como Francia y Noruega.

La tasa de natalidad en los países de América Latina varía mucho pero en promedio ha ido disminuyendo en los últimos años.

Según datos del Banco Mundial, en el 2019 la tasa de natalidad promedio de los países de América Latina y el Caribe fue de 15,9 nacimientos por cada mil habitantes.

Obviamente la tasa de natalidad puede ser mucho más alta en algunos países como Guatemala y Honduras que tienen tasas de alrededor de 26 nacimientos por cada 1.000 habitantes mientras que en otros como Brasil y México es más baja, alrededor de 16 y 18 nacimientos por cada mil habitantes respectivamente.

En la actualidad, en Estados Unidos cada mujer en edad reproductiva tiene 1,7 hijos; en Japón 1,4; en China 1,6; en España 1,3; en Alemania 1,5; en Francia 1,9 hijos; en Italia 1,3; en Reino Unido 1,7; en la India 2,2 hijos; en Argelia 2,4; en Marruecos 2,5; en Nigeria 5,3 hijos por cada mujer y en Pakistán 3,4 hijos.

La tasa global de fecundidad de América Latina y el Caribe en el 2022 se estima que estuvo en 1,85 hijos por mujer; en África la tasa de fecundidad en general es alta pero también lo es la tasa de mortalidad infantil

En algunos países preocupa que la tasa de envejecimiento esté aumentando debido a la combinación de una baja tasa de natalidad y una expectativa de vida cada vez mayor.

La tasa de envejecimiento en Japón por ejemplo, es muy alta con un porcentaje del 33,3% de la población mayor de 65 años. Esto convierte a Japón en uno de los países con la tasa de envejecimiento más alta del mundo, según el análisis de la Cepal de julio del 2022.

La población en la región pasó de 168,3 millones de personas en 1950 a poco más de 660 millones en el 2022 y se espera que comience a decrecer.

En aproximadamente 34 años la región pasó de un crecimiento medio anual de 4,5 millones de personas entre 1950 y 1951 a un máximo de cerca de 8,3 millones a inicios de los años 90.

A partir de 1991 el crecimiento poblacional de América Latina y el Caribe empezó a desacelerarse. Y actualmente la población crece a un ritmo de menos de 5 millones de personas al año.

El análisis evidencia un envejecimiento poblacional relativamente acelerado y se proyecta que ya en el 2047 la población de personas con 60 años y más supere a la de menos de 15 años.

La escasez de trabajadores de fábrica en China impulsada por una fuerza laboral más educada y una población de jóvenes cada vez menor podría aumentar los costos para los consumidores fuera de China lo que podría exacerbar la inflación en países que importan gran parte de bienes y servicios desde China.

Una población china cada vez más pequeña también podría significar una disminución en el gasto de los consumidores chinos amenazando a las marcas globales que dependen de las ventas de sus productos en China.

Los economistas han comparado la crisis demográfica de China con la que estancó el auge económico de Japón en la década de 1990 pero a diferencia de Japón, los hogares chinos viven con ingresos mucho más bajos en promedio que en Europa o Estados Unidos y muchos residentes chinos mayores dependen de los pagos de pensiones estatales como fuente clave de ingresos durante la jubilación que resulta ser la misma situación que vivimos en América Latina.

En ese sentido, China tiene un problema pero no es el único. Los esfuerzos del gobierno chino para estimular un “baby boom” para resolver la crisis demográfica incluida la oferta de donaciones en efectivo y la flexibilización de la política de hijo único para permitir tres hijos no han logrado estabilizar la caída de las tasas de natalidad.

Las mujeres chinas educadas retrasan cada vez más el matrimonio y eligen no tener hijos disuadidas por el alto costo de la vivienda y la educación. Algo similar ocurre en Corea del Sur mientras en España las mujeres tienen que elegir entre ser madres y renunciar a la trayectoria profesional o entretener hijos y poder llegar a final de mes.

Es que en España así como en otros países, para muchas mujeres tener hijos tiene un coste personal económico y profesional inasumible por no reconocerse el valor de la maternidad.

Algo que influye en la tasa de China es la importante bajada en el número de matrimonios debido a que cada vez menos mujeres se quieren casar. La razón mucha sopesan entre perseguir

En los países musulmanes es común ver tazas de natalidad altas algo que se debe más que nada a que en esos países es el hombre el que generalmente aún corre con todos los gastos familiares mientras las mujeres se encargan del hogar.

Esto antes era común de ver en Occidente pero en el mundo actual, las mujeres tienen más unidades laborales y ganas de demostrar que son capaces de hacer trabajos mejor de lo que lo hacen los hombres.

Las mujeres se han vuelto más ambiciosas y quieren hacer carrera y valerse por sí mismas y es eso lo que explica que en nuestro país y en Occidente en general y en otros países desarrollados, la tasa de natalidad vaya disminuyendo.