El presidente estadounidense, Joe Biden, llegó este miércoles a Israel y ensalzó la relación «hasta el hueso» entre ambos países, al inicio de su primera gira por Medio Oriente como mandatario que estará centrada en el conflicto palestino-israelí, el programa nuclear de Irán y polémicas negociaciones por petróleo con Arabia Saudita.

«Tenemos una agenda cargada para los próximos días, porque la relación entre Estados Unidos e Israel cubre cada cuestión que importa para nuestro futuro mutuo. Estamos unidos en nuestros valores compartidos y nuestras visiones compartidas», dijo Biden en el aeropuerto internacional de Tel Aviv poco después de su llegada.

«La conexión entre el pueblo de Israel y el pueblo de Estados Unidos es hasta el hueso», agregó, flanqueado por el presidente israelí Isaac Herzog, el primer ministro Yair Lapid y el primer ministro alterno Naftali Bennett.

El mandatario no hizo declaraciones respecto a uno de los objetivos centrales de la gira, ratificar a Israel y Arabia Saudita que su Gobierno no permitirá que su enemigo común, Irán, desarrolle armas atómicas.

Lapid y Herzog dejaron en claro que el programa nuclear iraní ocupará un lugar central en las conversaciones con Biden.

Herzog mencionó también los “desafíos a la seguridad que emanan directamente de Irán y sus grupos aliados, que amenazan a Israel, a sus vecinos y ponen en peligro a nuestra región”.

“Discutiremos la necesidad de renovar una fuerte coalición global que detendrá el programa nuclear de Irán», dijo Lapid, cuyo país tiene de hecho armas nucleares.

Tras su llegada, el mandatario estadounidense fue llevado a recorrer parte del nuevo sistema de defensa antimisiles «Iron Beam» de Israel y a visitar el Yad Vashem, un monumento a las víctimas del Holocausto.

También tiene previstas reuniones con funcionarios israelíes y palestinos, recibir la Medalla de Honor Presidencial de Israel y visitar a los atletas estadounidenses que participan en los Juegos Macabeos, en los que participan miles de atletas judíos e israelíes de todo el mundo.

Después de Israel, el presidente estadounidense, de 79 años, visitará el viernes Arabia Saudita, tras un vuelo directo sin precedentes entre el Estado judío y la ultraconservadora monarquía del Golfo, que no reconoce a Israel.

Israel insiste en que hará lo que sea necesario para contener las ambiciones nucleares iraníes, y se opone firmemente al restablecimiento del acuerdo nuclear de 2015 que alivió las sanciones contra Teherán.

El presidente iraní, Ebrahim Raisi, dijo este miércoles que el viaje de Biden no aportará seguridad a Israel, informó la agencia de noticias AFP.

«Si las visitas de los funcionarios estadounidenses a los países de la región son para fortalecer la posición del régimen sionista y normalizar sus relaciones con algunos países, sus esfuerzos no brindarán seguridad» a Israel, dijo en un comunicado.

Biden tiene además previsto reunirse este jueves con el jefe de la oposición y ex primer ministro Benjamin Netanyahu.

La policía desplegará unos 16.000 hombres durante la visita y muchas carreteras quedarán cerradas en Israel y en Jerusalén, cuyo centro rastrillan las fuerzas del orden.

En la calle King David en Jerusalén, donde se alojará Biden, se colocaron banderas estadounidenses para celebrar la primera visita de un mandatario de ese país luego de la del republicano Donald Trump en 2017.

Tras su llegada al poder, Biden no revirtió la polémica decisión de Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel.

Los palestinos reclaman a Jerusalén Este, anexada por Israel, como capital para el Estado que quieren establecer en Cisjordania y la Franja de Gaza. Israel capturó esos territorios en una guerra en 1967 y desde entonces los ha colonizado, rechazando las exigencias palestinas de evacuar los asentamientos y devolverle el control de los territorios.

Antes de la visita, dirigentes palestinos acusaron a Biden de incumplir su promesa de volver a convertir a Estados Unidos en un mediador imparcial en el conflicto.

«Solo escuchamos palabras vacías y nada de resultados», reclamó Jibril Rajoub, un dirigente del movimiento secular Al Fatah, del presidente palestino Mahmud Abbas.

El consejero para la Seguridad Nacional estadounidense Jake Sullivan aseguró este martes que Washington restableció «vínculos diplomáticos casi cortados» con los palestinos desde el Gobierno de Trump, y se refirió a un apoyo financiero recuperado y un apoyo «inequívoco» a la creación de un Estado palestino.

Antes de viajar a Arabia Saudita, Biden se reunirá el viernes con Abbas en la ciudad de Belén, en la parte de Cisjordania ocupada por Israel, pero no se espera ningún gran anuncio para revivir el proceso de paz.

Los vínculos de Washington con los palestinos se tensaron en mayo con la muerte de la destacada periodista palestino-estadounidense Shireen Abu Akleh, cuando cubría una incursión del ejército israelí en Cisjordania ocupada.

La ONU determinó que la reportera de la cadena de noticias Al Jazeera, de Qatar, murió por disparos israelíes, aunque Washington apoyó la tesis israelí de que no hay evidencia de que hubiera ocurrido intencionalmente.

La familia de Abu Akleh dijo estar «indignada» por la respuesta del Gobierno de Biden, y la Casa Blanca la invitó este miércoles a viajar a Washington a reunirse con el secretario de Estado, Antony Blinken.

El viaje a Arabia Saudita del mandatario es considerado como parte del esfuerzo por estabilizar los mercados petroleros, sacudidos por la guerra en Ucrania, al acercarse a un país que durante décadas fue aliado estratégico de Estados Unidos y un importante proveedor de crudo.

Israel espera que esa visita también sea el inicio de sus relaciones diplomáticas con Arabia Saudita.

Cuando era candidato a la presidencia, Biden dijo que buscaría convertir al reino en una nación «paria» por sus abusos contra los derechos humanos.

La relación se tensó aún más cuando Biden aprobó el año pasado la publicación de un informe de inteligencia de EEUU que determinó que el príncipe heredero Mohamed bin Salman probablemente aprobó el asesinato en 2018 del periodista saudita Jamal Khashoggi dentro del Consulado saudita de Estambul, Turquía.