El grupo Estado Islámico reivindicó el viernes dos atentados suicidas con vehículos bomba que dejaron más de 56 muertos el jueves en Libia, un país sumido en el caos donde la organización yihadista parece cada vez más presente. El grupo EI primero confirmó la autoría del atentado suicida que dejó el jueves seis muertos, entre ellos un bebé, en un puesto de control en la ciudad petrolera de Ras Lanuf, en el este de Libia.

La rama libia de la organización yihadista precisó en un comunicado que el ataque había sido perpetrado por un combatiente extranjero que utilizó un coche bomba. Luego reivindicó el atentado con camión bomba que causó más de 50 muertos el jueves en una comisaría de la ciudad libia de Zliten, a 170 km al este de Trípoli. El Estado Islámico afirmó en un comunicado que un kamikaze conocido como Abdalá al Muhajair «hizo estallar su camión en medio de una base que pertenecía a las fuerzas de los apóstatas libios» y dio un balance de «cerca de 80 muertos» y 150 heridos.

Se trata del ataque más sangriento desde la revolución que derrocó al líder libio Muamar Gadafi en 2011, con la ayuda de una intervención internacional, en la que participaron Francia y Gran Bretaña. Desde el derrocamiento y la muerte de Gadaffi, ejecutado por los revolucionarios, Libia está sumida en el caos con dos gobiernos rivales que se disputan el poder: uno en el este, reconocido por la comunidad internacional, y el otro en la capital, Trípoli, vinculado a la coalición de milicias de Fajr Libya.

Inquietos por la posibilidad de que los yihadistas estén estableciendo un nuevo bastión a las puertas de Europa, los países occidentales insistieron en los últimos meses en la urgencia de alcanzar una solución para unir a las facciones rivales que controlan el país norteafricano. El 17 de diciembre, miembros de los dos parlamentos enfrentados y representantes de la sociedad civil libia firmaron en Marruecos un acuerdo supervisado por la ONU para la formación de un gobierno de unidad nacional con sede en Trípoli. Ese pacto no cuenta, sin embargo, con el pleno apoyo de ambas cámaras, y los líderes de los parlamentos avisaron que quienes lo firmaron no tenían legitimidad para hacerlo.