En un gesto de paz y humildad, el Papa le lavó hoy los pies a 11 migrantes -entre los cuales había musulmanes, coptos, hindus y católicos- y a una operadora de un centro de acogida de la periferia de esta capital. Y, evocando los atentados de Bruselas, hizo un fuerte llamado a la paz y a la hermandad: «Somos diferentes, tenemos diversas culturas y religiones, pero somos hermanos y queremos vivir en paz».

Evocando lo que hizo Jesús durante la Última Cena, a través de una misa conmovedora, en la que hubo cantos y lecturas en diversos idiomas, Jorge Bergoglio le lavó los píes a cuatro jóvenes católicos de Nigeria, a tres mujeres coptas ortodoxas de Eritrea -dos con sus bebes en brazos-, a una operadora italiana que trabaja con los migrantes, a tres musulmanes -uno de Siria, uno de Pakistán y otro de Mali- y a un joven hindú.

Para señalar una vez más el drama de 50 millones de personas que huyen de sus países por guerras, miseria y conflictos, Francisco decidió celebrar la tradicional ceremonia del Jueves Santo en un centro de acogida de Castelnuovo di Porto, a 30 kilómetros de Roma. Este sitio, donde los migrantes suelen esperar meses para obtener el status de asilado y luego seguir viaje, hospeda 900 personas de diversos países, la mayoría musulmanes.