La larga mano del Pentágono suele jactarse, históricamente, de saber mover los hilos en la política exterior. Esos hilos tienen varios niveles y responden, en general, a intereses muy puntuales que el país del norte ostenta en cuestiones de geopolítica y a sus ambiciones económicas.

Ejemplos claros de ello abundan. La historia reciente no deja dudas de ello y así lo detalla Thierry Meyssan en su artículo Venezuela, Irán, Trump y el ‎Estado Profundo (publicado en Voltairenet.org), en un recuento que va desde la operación Irán – Contras (entre 1981 y 1985) o la guerra contra Irak en 2003, solo por citar algunos.

En enero de 2019, Elliot Abrams, un oscuro arquitecto de este tipo de operaciones, cuyo nombre ha estado asociado a todo tipo de mentiras y manipulaciones quedó a cargo del expediente de Venezuela en el Departamento de Estado. Meyssan afirma que desde que se le puso a cargo del tema ‎venezolano, Elliot Abrams ha venido trabajando con el mando militar de Estados Unidos para ‎Latinoamérica (el SouthCom, que los latinoamericanos designan como el “Comando Sur”) ‎con vista a derrocar al presidente constitucionalmente electo de Venezuela, Nicolás Maduro. ‎

Barajando y repartiendo de nuevo en la Casa Blanca

Las elecciones parlamentarias estadounidenses del 6 de noviembre de 2018 privaron al presidente ‎Donald Trump de la mayoría republicana que lo respaldaba en la Cámara de Representantes. ‎El Partido Demócrata planteaba entonces la destitución del inquilino de la Casa Blanca como ‎algo inevitable.‎

Por supuesto, Donald Trump no había hecho nada que justificara tal medida. Pero un ambiente de ‎enfrentamiento histérico oponía a los dos componentes de Estados Unidos, exactamente como ‎en tiempos de la Guerra de Secesión [1]. Hacía 2 años que los partidarios de la globalización económica seguían la llamada ‎‎«trama rusa» y esperaban que el fiscal independiente Robert Mueller demostrara que ‎el presidente Trump había incurrido en el delito de alta traición.‎

Robert Mueller siempre había hecho prevalecer los intereses del Estado federal estadounidense ‎sobre la Verdad y el Derecho. En el momento del atentado de Lockerbie, perpetrado en 1988, fue ‎Robert Mueller quien inventó la «pista libia», basándose en una evidencia que la justicia ‎escocesa invalidó posteriormente . Fue también Robert Mueller quien afirmó, después de los atentados del 11 de ‎septiembre de 2001, que 19 terroristas musulmanes habían secuestrado 3 aviones de pasajeros, ‎a pesar de que en las listas de pasajeros no aparecían los nombres de ninguno de aquellos ‎terroristas. Sus conclusiones sobre la «trama rusa» se sabían desde antes de ‎que iniciara su famosa investigación. ‎

Resultado de imagen para donald trump

Donald Trump

Así que Donald Trump negoció su supervivencia política con el Estado Profundo. No tenía otra opción. Y las partes decidieron que ‎se aplicara el plan Rumsfeld-Cebrowski, a condición de que Estados Unidos no se viese ‎implicado en una gran guerra. A cambio de ello, el fiscal independiente Robert Mueller cambió de ‎casaca y eximió al presidente Trump de las acusaciones de traición.‎

Los halcones aprovecharon la oportunidad para imponer el regreso de los neoconservadores. Ese ‎grupúsculo trotskista neoyorquino, conformado alrededor del American Jewish Committee (AJC), ‎había sido reclutado en el pasado por el presidente Ronald Reagan y transformó el ideal de la ‎‎«revolución mundial» convirtiéndolo en el principio del «imperialismo estadounidense ‎mundial». A partir de entonces, los neoconservadores –hoy republicanos y mañana ‎demócratas– participaron en todas las administraciones estadounidenses, sin importar la ‎tendencia política del inquilino de la Casa Blanca. La única excepción había sido –hasta ahora– la ‎administración Trump, que sin embargo no había expulsado a los neoconservadores de las ‎agencias de las agencias cuyo control se les había entregado: la National Endowment for ‎Democracy(NED) y el United States Intitute of Peace (USIP).‎

Y así fue como se llegó al expediente Venezuela. Y a la aplicación de la ya conocida estrategia Rumsfeld-Cebrowski – estrategia cuayo aplicación ya lleva 15 años en el Gran Medio Oriente-  como la versión que de ella hace el Comando Sur  en un documento del 23 de febrero ‎de 2018 redactado por el almirante Kurt Tidd, documento que la periodista y escritora argentina ‎Stella Calloni reveló en mayo de 2018. Lo que está sucediendo en Venezuela ‎corresponde claramente a la aplicación de la “versión SouthCom” de la estrategia Rumsfeld-‎Cebrowski. ‎

El fracaso de Estados Unidos en Venezuela

El fiasco de la operación estadounidense contra Venezuela, con el descubrimiento de la traición ‎del general Manuel Ricardo Cristopher Figuera, jefe del Servicio Bolivariano de Inteligencia ‎Nacional (SEBIN), y el fracaso de la intentona golpista que ese general improvisó ‎precipitadamente el 30 de abril, ante la inminencia de su arresto, demuestra la poca preparación ‎del Comando Sur, o más bien su desconocimiento de la sociedad venezolana. El aparato ‎de Estado estadounidense, a pesar de haber tenido por delante todo un semestre, no ha sido ‎capaz de hacer trabajar juntas a sus diferentes agencias y a las personas que tiene en el terreno. ‎Mientras que, a pesar de la desorganización del país, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana ‎‎(FANB) mostró estar dispuesta a defenderlo. ‎

El reconocimiento anticipado que Washington, los países miembros del Grupo de Lima (con ‎excepción de México) y los aliados europeos de Estados Unidos se apresuraron a conceder a ‎Juan Guaidó como presidente de Venezuela en lugar de Nicolás Maduro, hunde al bando ‎estadounidense en una serie de problemas insolubles. España fue el primer país en inquietarse ‎al verse privado de un interlocutor con quien tratar los problemas de los venezolanos residentes ‎en suelo español y de los numerosos españoles que residen en Venezuela. Nunca antes, ‎ni siquiera en tiempo de guerra, hubo un país que se negara a reconocer la legitimidad de un ‎presidente constitucionalmente electo ni a reconocer su administración. ‎

En pocas semanas, Washington robó una parte fundamental de los activos venezolanos en el ‎extranjero, ‎exactamente como lo había hecho en 2003 contra el Tesoro iraquí, en 2005 contra el Tesoro ‎iraní y en 2011 contra el Tesoro libio. Exceptuando a los iraníes, los pueblos propietarios de esos fondos nunca han logrado recuperarlos. ‎Los gobiernos de Irak y Libia fueron derrocados y sus sucesores han tenido especial cuidado en ‎no llevar la cuestión ante ningun tribunal. Pero la República Bolivariana de Venezuela sí ha ‎reclamado sus derechos y Estados Unidos se ve ahora en una postura muy difícil de justificar. ‎

Resultado de imagen para venezuela guaido

Juan Guaidó

A menor escala, será interesante ver cómo va a manejar Washington el problema de la embajada ‎de Venezuela en la capital estadounidense. Después de la ruptura de relaciones diplomáticas entre ‎la República Bolivariana y Estados Unidos, miembros de varios grupos pacifistas –legalmente ‎autorizados por el gobierno legítimo de Venezuela– se instalaron en la sede de la embajada ‎venezolana en Washington para impedir que el edificio fuese ocupado por el “representante” del ‎presidente autoproclamado Juan Guaidó. Aunque las autoridades estadounidenses les cortaron ‎la luz y el agua, los defensores de la embajada se mantuvieron firmes. Cuando los partidarios ‎de Guaidó cercaron el edificio y comenzaron a impedir que los defensores recibieran comida del ‎exterior, el pastor afroestadounidense Jesse Jackson acudió personalmente a la embajada para ‎entregar a los defensores alimentos y botellas de agua. Finalmente, agentes del Servicio Secreto ‎estadounidense penetraron ilegalmente en la embajada y arrestaron a las últimas 4 personas que ‎la defendían… pero ahora Washington no sabe cómo justificar sus propias acciones, violatorias ‎de la Convención de Viena sobre las sedes diplomáticas. ‎

Desviando la atención hacia el tema de Irán

‎A esas alturas del partido, el presidente Donald Trump recordó a sus subalternos las reglas del ‎juego: luz verde para derrocar a Maduro… pero no para meter a Estados Unidos en una guerra ‎clásica. El presidente Trump es un jacksoniano; su consejero para la seguridad nacional, John ‎Bolton, es un excepcionalista y Elliot Abrams, quien en otros tiempos hizo campaña contra ellos y hoy está a cargo ‎de la cuestión de Venezuela en la administración Trump, es un neoconservador. Así que hay,  ‎tratando de trabajar juntos en un tema tan delicado, a tres hombres que representan tres ideologías diferentes que ‎no existen en ningún otro país –exceptuando a Israel, que tiene sus propios neoconservadores.

En un esfuerzo por desviar la atención del fracaso sufrido en Venezuela, se ha ‎iniciado una operación tendiente a dirigir los proyectores mediáticos hacia Irán para salvar a Elliot ‎Abrams y tratar de deshacerse de John Bolton. Ahora la prensa estadounidense cubre a Abrams ‎mientras responsabiliza a Bolton.

Las grandes diferencias entre Venezuela e Irán

Thierry Meyssan afirma que el caso de Irán es muy diferente del caso de Venezuela. ‎En Venezuela, Estados Unidos orquestó desde 2002 numerosas operaciones contra el modelo ‎bolivariano, tratando de destruir su prestigio en Latinoamérica, pero sólo comenzó a actuar ‎directamente contra el pueblo desde hace un año. ‎

El pueblo iraní, por su parte, ha tenido que enfrentar los embates del colonialismo desde principios ‎del siglo XX. Bajo la ocupación británica, durante la Primera Guerra Mundial, el hambre y las ‎enfermedades costaron la vida a 8 millones de iraníes. ‎El derrocamiento del primer ministro Mohammad Mossadegh, organizado conjuntamente por ‎Estados Unidos y el Reino Unido, en 1953, y su sustitución por el general pronazi Fazlollah Zahedi, ‎quien impuso a los iraníes la sangrienta represión de la SAVAK –la policía política iraní de aquella ‎época– son hechos ampliamente conocidos. ‎

Después de la Revolución del iman Khomeini, la detención de los agentes de la CIA sorprendidos ‎‎in fraganti en una cámara secreta de la embajada de Estados Unidos en Teherán fue ‎presentada en Occidente como una «toma de diplomáticos como rehenes» (1979-81), a pesar ‎de que Estados Unidos nunca presentó el caso a la justicia internacional y de que dos marines ‎liberados confirmaron la versión iraní de lo sucedido. En 1980, las potencias occidentales ‎empujaron Irak a entrar en guerra contra Irán, vendieron armamento a ambos países para ‎garantizar que sus pueblos se mataran entre sí y más tarde lucharon junto a los iraquíes, cuando ‎estos últimos ya llevaban las de perder. Un portaviones francés llegó a participar en los ‎combates sin que la opinión pública francesa fuese informada de ello. Aquella guerra costó ‎‎600.000 vidas al pueblo iraní. En 1988, el ejército de Estados Unidos derribó un avión de ‎pasajeros de la línea Iran Air, con saldo de 290 víctimas civiles, sin que Washington presentara ‎nunca algún tipo de excusa a la República Islámica. ‎

Hoy en día, sin entrar a mencionar lo absurdo de las durísimas sanciones adoptadas contra Irán, ‎Estados Unidos e Israel afirman que Teherán sigue trabajando en un programa nuclear que fue ‎iniciado –con ayuda de Occidente– en la época del shah Mohamed Reza Pahlevi. Sin embargo, los ‎documentos más recientes publicados por el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu muestran ‎que tales acusaciones son fruto de una extrapolación. Los Guardianes de la Revolución iraníes ‎no buscaban más que fabricar un generador de onda de choque que, aunque podría entrar en la composición de una bomba, ‎no constituye por sí mismo un arma de destrucción masiva. ‎

Resultado de imagen para elliott abrams

Elliot Abrams

Es en ese contexto que Irán anunció su decisión de poner fin a la aplicación de una cláusula del ‎acuerdo JCPOA sobre su programa nuclear, decisión que está en todo su derecho de tomar dado ‎el hecho que un firmante de ese acuerdo –Estados Unidos– no está respetando las obligaciones ‎que había contraído. Además, Irán dio a la Unión Europea un plazo de 2 meses para que ‎le comunique si tiene o no intenciones de respetar sus obligaciones. En medio de esa situación, ‎una agencia de inteligencia de Estados Unidos emitió una alerta según la cual una nota del Guía ‎Supremo iraní, el ayatola Ali Khamenei, supuestamente hace pensar que hay preparativos para la ‎realización de atentados contra los diplomáticos estadounidenses en Bagdad y en Erbil, capital ‎del Kurdistán iraquí. ‎

Seguidamente, y supuestamente como respuesta,
- 1. Washington envió al Golfo Pérsico el grupo aeronaval encabezado por el portaviones USS ‎Abraham Lincoln y retiró de Irak su personal diplomático no indispensable.‎
- 2. Arabia Saudita, que acusa a Irán de haber cometido sabotajes contra sus instalaciones ‎petroleras, llama a Washington a iniciar un ataque contra la República Islámica; Bahréin exhortó a ‎sus nacionales a salir inmediatamente de Irán e Irak y ExxonMobil retiró su personal del ‎emplazamiento petrolífero iraquí West Qurna 1.‎
- 3. El general Kenneth McKenzie Jr., comandante del CentCom (el mando de las tropas ‎estadounidenses en el Medio Oriente), solicitó refuerzos al Pentágono.
- 4. El New York Times dio a conocer un plan de invasión de Irán con una fuerza de 120 000 ‎efectivos estadounidenses, inmediatamente desmentido por Donald Trump, quien además ‎propuso a Teherán la apertura de conversaciones. ‎

En todo lo anterior, no hay nada serio. ‎

Contrariamente a las elucubraciones de la prensa:
- 1. El informe de la inteligencia de Estados Unidos sobre un hipotético ataque contra ‎diplomáticos estadounidenses se basa en una nota del Guía iraní Ali Khamenei. Pero los analistas ‎estiman que esa nota puede ser interpretada de otra manera.
- 2. El grupo aeronaval estadounidense encabezado por el portaviones USS Abraham Lincoln ‎no fue enviado al Golfo Pérsico como amenaza a Irán. El desplazamiento del grupo aeronaval ‎estadounidense hasta esa región estaba previsto como parte de una serie de ensayos del sistema ‎de combate naval Aegis. Un navío español, la fragata Méndez Núnez (F-104), que participaba ‎en ese desplazamiento como integrante del grupo aeronaval estadounidense, se retiró de esa ‎fuerza por orden del ministerio de Defensa de España, que se negó a meterse en el enredo del ‎Golfo Pérsico. La fragata española no cruzó el Estrecho de Ormuz y se mantuvo en el Estrecho ‎de Bab el-Mandeb.
- 3. La retirada del personal diplomático estadounidense en Irak es la continuación de la brusca ‎retirada del personal diplomático de Estados Unidos en Afganistán, en marzo y abril [16]. Pero ese movimiento, que constituye de hecho una reorganización, no es un preludio de guerra sino ‎más bien lo contrario ya que fue negociado con Rusia, sobre todo teniendo en cuenta que, sin ‎el respaldo de las milicias iraquíes proiraníes, Estados Unidos perdería su base en el país. ‎

Por desgracia, el gobierno iraní rechaza todo contacto con el presidente Trump y su equipo. ‎Hay que tener en mente que en sus tiempos de parlamentario, el hoy presidente iraní Hassan ‎Rohani fue el primer contacto de las potencias occidentales en el caso Irán-Contras. El presidente ‎Rohani conoce personalmente a Elliot Abrams. Fue Rohani quien puso al Estado Profundo de ‎Estados Unidos en contacto con el ayatola Hachemi Rafsandyani –quien se convirtió en el ‎personaje más acaudalado de Irán gracias al tráfico de armas del Irán-Contras. Estados Unidos ‎devolvió el favor a Rohani favoreciendo su victoria en las elecciones presidenciales frente a los ‎seguidores del ex presidente Mahmud Ahmadineyad, a quienes se les impidió participar en ‎aquella elección y cuyos principales miembros están hoy en la cárcel. ‎

Con razón o sin ella, Rohani cree erróneamente que si el presidente Trump sacó a Estados Unidos ‎del acuerdo nuclear con Irán fue para utilizar la ola de descontento popular que sacudió Irán en ‎diciembre de 2017 y con intenciones de derrocarlo a él. Rohani también sigue creyendo que la ‎Unión Europea favorece a su gobierno, a pesar de que el Tratado de Maastricht y los posteriores ‎tratados europeos prohíben a Bruselas adoptar una actitud que no sea la que adopte la OTAN. Es ‎por eso que Rohani ha rechazado en dos ocasiones las proposiciones de diálogo de la ‎administración Trump y sigue esperando que los globalistas regresen a la Casa Blanca. ‎

Por supuesto, con tantos actores interpretando papeles equivocados es imposible excluir la ‎posibilidad de que toda la farsa degenere en un incidente que provoque una guerra. El hecho es ‎que la Casa Blanca y el Kremlin se hablan. Ni el secretario de Estado Mike Pompeo ni el ministro ‎ruso de Exteriores Serguei Lavrov desean dejarse arrastrar por la lógica bélica. ‎

Artículo publicado por Thierry Meyssan en el portal Voltairenet.org