El Comité de Instrucción de Rusia para el sudeste de Ucrania aseguró tener «pruebas irrefutables» de que las Fuerzas Armadas ucranianas dispararon «armas de destrucción masiva» contra la población civil en esa región, rebelada desde 2014 contra el gobierno de Kiev.

Los misiles (SS-21 Scarab para la OTAN) fueron utilizados durante el bombardeo de «Lugansk, las aldeas de Novosvetlovka y Ternovoye, el barrio de Krasnodon en la ciudad de Rovenki y la localidad de Yubileiny».

«Un proyectil incendiario produce al explotar hasta 14.500 fragmentos que alcanzan una superficie de 2-3 hectáreas. Un misil cargado con un proyectil de racimo puede causar daños en una superficie de entre 3,5 y 7 hectáreas, y produce hasta 15.800 fragmentos», detalló.

Con estas capacidades, agregó, este tipo de armamento «puede considerarse de destrucción masiva, al no dejar posibilidades de supervivencia ni a los soldados de las partes en conflicto ni a los civiles».

Petrenko enfatizó que el uso de ese armamento, además, viola tanto el articulado de los Acuerdos de Ginebra de 1949 como los acuerdos de Minsk, que buscan una solución pacífica al conflicto en Ucrania oriental.

Ya a principios de mes, la portavoz del Ministerio de Exteriores de Rusia, Maria Zajarova, ya acusó a Ucrania de llevar a cabo bombardeos masivos sobre la ciudad de Donetsk, violando «burdamente» las Convenciones de Ginebra de 1949 y «todas las normas morales», recordó la agencia Europa Press. La violencia volvió al este de Ucrania a finales del pasado mes de enero y al menos una veintena de personas, entre civiles y combatientes de ambos bandos, han muerto desde entonces en la zona del conflicto.

Las tropas ucranianas y los rebeldes que simpatizan con Rusia se enfrentan desde 2014 en las regiones de Donestk y Lugansk, en el este del país. Desde entonces más de 10.000 personas han muerto y más de 22.000 han resultado heridas, según datos de la ONU.