El ministro de Sanidad de Israel, Yaakov Litzman, amenazó este viernes con dimitir si el Poder Ejecutivo no detiene unas obras de mejora de la red ferroviaria durante la celebración del Shabat, una medida que desató una verdadera crisis política en el gobierno conservador de Benjamin Netanyahu.

Según Litzman, que también ejerce como líder del partido Judaísmo Unificado de la Torá, hacer obras de construcción y reparación de vías férreas en sábado constituye una violación flagrante del mandato de descanso semanal, en el que de acuerdo a la tradición judía no se pueden hacer trabajos manuales que impliquen un esfuerzo físico, ni tampoco pueden funcionar los transportes, ni públicos ni privados.

La dimisión de Litzman podría poner en peligro la coalición del primer ministro Benjamin Netanyahu, que se apoya en parte en dos partidos ultraortodoxos, el Judaísmo Unificado de la Torá que representa a la comunidad askenazí, y el movimiento sefardí Shas. El respeto del Shabat es una cuestión primordial para estas dos formaciones políticas con representación parlamentaria en la Knesset, que demandan una aplicación estricta de las reglas del judaísmo, lo que provoca una polémica continua dentro del gobierno desde que éste se formó en 2015.

El titular de Trabajo y Asuntos Sociales, Haim Katz (miembro del Likud de Netanyahu), ha intentado calmar las iras de los religiosos asegurando que los trabajos de mantenimiento de la vía férrea que se hagan en sábado serán únicamente los imprescindibles por razón de seguridad en el transporte.

Para ello, ha invocado un precepto hebreo conocido como Pikua Nefesh, que permite violar las normas generales y las tradiciones en aras de defender la vida. Katz asegura que de esta forma respeta los sentimientos de los ultraordoxos, a la vez que garantiza la provisión de un servicio esencial durante el resto de la semana (el transporte público no funciona en sábado en Israel.

Este acuerdo salomónico propuesto por Katz haría que el número de localizaciones en las que se realicen trabajos de mantenimiento este fin de semana se redujera de 12 a 4, que estarían ubicadas en la parte sur del país, cerca de la ciudad de Bersheva.

Se trataría únicamente de actuaciones que permitieran mejorar las condiciones de las vías férreas y de su electrificación, para evitar potenciales problemas y accidentes.

Fuentes próximas a Netanyahu aseguran que el primer ministro aprecia a Litzman y que no desea que éste abandone el gabinete. De hecho, el todavía ministro de Sanidad no parece querer renunciar por voluntad propia sino por orden del rabino Yaakov Arieh Alter, que proporciona orientación espiritual al grupo parlamentario, que es a su vez una coalición formada por la facción mayoritaria Agudat Israel y por la minoría lituana de Degel Ha-Torá. Otro ministro adjunto podría verse igualmente obligado a renunciar a su cargo en el caso de que la dimisión de Litzman se haga efectiva.

No obstante, todavía no está claro si quiere realmente dimitir o se trata de una medida de presión frente al ejecutivo de Netanyahu para que no olvide que necesita de sus apoyos en la Knesset (parlamento unicameral israelí).

El líder del movimiento Shas y ministro del Interior, Arieh Deri –más pragmático y posibilista que Litzman– hará todo lo posible para no dejarse arrastrar y continuar formando parte del gobierno hebreo, por muy frágiles y efímeras que resulten las alianzas dentro de éste.

Paradójicamente, el gobierno de Netanyahu acababa de sacar a concurso una licitación pública para el desarrollo de vehículos no tripulados que serán manejados por sistemas de inteligencia artificial, en la cual Israel es un referente mundial.

Está por ver si al no tener conductor y manejarse por sí mismos –de la misma forma que la tradición judía permite utilizar temporizadores para manejar la calefacción en sábado o que un ascensor se pare secuencialmente en cada piso de un bloque de apartamentos para que sus usuarios no tengan que presionar un botón– la inteligencia artificial aplicada al transporte revolucionará también las normas dictadas por la ley judía o Halajá, en un Estado en que en ocasiones la democracia colisiona con la teocracia.