Manifestantes prodemocracia volvieron a salir a la calle este lunes en Myanmar a pesar de la sangrienta represión desatada este fin de semana en el país del sudeste asiático, que suscitó la condena internacional y dejó más de 100 muertos, entre ellos varios niños.

La jornada del sábado fue la más sangrienta desde el golpe militar del 1 de febrero que derrocó a la líder civil Aung San Suu Kyi.

Desde entonces, el Ejército reprime a diario las manifestaciones que exigen la vuelta a la democracia y la liberación de los exdirigentes.

La ONU cifró en 107 el número de muertos el sábado, entre ellos siete niños, durante las protestas masivas contra la junta que coincidieron con el tradicional Día de las Fuerzas Armadas, pero se espera que el número de víctimas siga aumentando.

Los medios locales cifran el número de muertos en 114, informó la agencia de noticias AFP.

El canal de TV Myawaddy, dirigida por los militares, informó de 45 muertos el sábado, y justificó la represión diciendo que los manifestantes habían utilizado armas y bombas contra las fuerzas de seguridad.

Al menos 459 personas fueron asesinadas desde el golpe de Estado en la antigua Birmania, y 13 murieron este domingo, según el último balance de la Asociación de Ayuda a los Presos Políticos (AAPP), una ONG local que registra las víctimas de la represión.

La condena internacional, en tanto, se multiplicaba, y Rusia expresó este lunes su preocupación por el creciente número de civiles muertos.

«Estamos muy preocupados por el creciente número de víctimas civiles», dijo a los periodistas el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, y precisó que, pese a que mantienen vínculos con el poder birmano, no quiere decir que apoyen la violencia.

Este domingo, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, calificó la situación en el país asiático como «terrible y absolutamente intolerable», denunciando la ola de muertes por la represión.

La Unión Europea (UE), en tanto, condenó durante la noche de este domingo «una escalada de violencia inaceptable» y «un camino sin sentido» elegido por la Junta, en una declaración de su jefe de la diplomacia, Josep Borrell.

«Las acciones vergonzosas, cobardes y brutales de los militares y la policía -que fueron filmados disparando a los manifestantes mientras huían, y que ni siquiera perdonaron a los niños pequeños- deben detenerse inmediatamente», dijeron dos altas responsables de Naciones Unidas, Alice Wairimu Nderitu y Michelle Bachelet.

Una inusual declaración conjunta de los jefes de las fuerzas de defensa de 12 países, entre ellos Estados Unidos, Reino Unido, Japón y Alemania, denunció el sábado el uso de la fuerza por parte del ejército birmano contra civiles «desarmados».

Este lunes, en el estado norteño de Kachin, manifestantes salieron al amanecer, y también protestaron estudiantes en la ciudad de Monywa, en la región de Sagaingy en Mawlamyine, estado de Mon , según medios locales.

Cientos de personas se manifestaron también en Plate, en la región de Mandalay, con pancartas que decían «el pueblo nunca será vencido».

Al mismo tiempo, continuaron los funerales de las víctimas de la represión del fin de semana.

En la región de Sagaing, cientos de personas rindieron homenaje a Thinzar Hein, una estudiante de enfermería de 20 años que murió de un disparo mientras ayudaba a los equipos de rescate a tratar a los manifestantes heridos.

La Cancillería británica aconsejó este lunes a sus ciudadanos en Myanmar que abandonen el país lo antes posible, tras «un aumento significativo del nivel de violencia».

Este domingo, la Embajada de Estados Unidos en Yangón había pedido a sus ciudadanos que limitaran sus movimientos y tuvieran «precaución».