El gobierno libio de unidad nacional (GNA) intenta relanzar las exportaciones de petróleo para reactivar una economía agónica, pero las divisiones que socavan este país rico en hidrocarburos amenazan con torpedear su proyecto.

Cinco años después de la caída del dictador Muamar Gadafi, el otrora floreciente sector petrolero libio está en horas bajas, lastrado por las rivalidades políticas internas y los ataques del grupo yihadista Estado Islámico (EI).

Aunque Libia dispone de las reservas petroleras más importantes de África -estimadas en unos 48.000 millones de barriles-, es paradójicamente el miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) que produce menos.

Entre 2010 y 2016, la producción de crudo cayó de unos 1,5 millones de barriles diarios a 300.000 barriles diarios, al igual que los ingresos por la venta de petróleo que pasaron de unos 50.000 millones de dólares como máximo a unos 4.000 millones de dólares este año, según fuentes del sector.

Pocos cargamentos de petróleo lograron abandonar los puertos libios estos últimos meses, una catástrofe en un país cuya economía depende principalmente de este hidrocarburo.