Cuatro sindicatos franceses, apoyados por partidos de izquierda, reclamaron este martes un aumento del poder adquisitivo y el cese de la violencia policial, con una huelga general y una manifestación que suma sus fuerzas a las reivindicaciones de los «chalecos amarillos».

La Confederación General del Trabajo (CGT), principal impulsor de esta jornada, afirmó que 30 mil personas se manifestaron y destacó en un comunicado la intención de seguir trabajando en la búsqueda de «convergencias» con ese movimiento contestatario, que se volcó a las calles por primera vez el 17 de noviembre pasado.

«Es necesario que aprendamos a conocernos», indicó al inicio de la marcha el secretario general de la CGT, Philippe Martínez, que destacó que les han abierto sus locales y que en una treintena de departamentos hay marchas conjuntas.

El sindicato admitió que los «chalecos amarillos» han movilizado la atención y reflejado un aumento de la confianza en la acción colectiva, pero advirtieron de que la patronal y el Gobierno han comenzado a «despreciar» sus reclamaciones con el paso del tiempo.

«La patronal y el Gobierno deben escuchar inmediatamente las reivindicaciones», indicó la organización, mientras que su líder subrayó que el gran debate nacional lanzado el 15 de enero para encauzar la crisis es ineficaz, porque no se sienten escuchados.

Los sindicatos reclamaron un aumento del salario mínimo del 20%, control de las ayudas públicas concedidas a las grandes empresas, un mayor desarrollo de los servicios públicos o el respeto de las libertades públicas, como el derecho a manifestarse.

Esta última reivindicación coincide con el voto este martes en la Asamblea Nacional (Diputados) de la proposición de ley destinada a prevenir los altercados en las manifestaciones y a sancionar a sus autores.

La red de transporte público de París (Ratp) y el grupo ferroviario Sncf indicaron que su tráfico no se ha visto alterado por la huelga.

La manifestación sí afectó el funcionamiento del mercado central de Rungis, en el extrarradio sur de París, donde unos 200 «chalecos amarillos» y manifestantes obstaculizaron una de sus cuatro entradas, así como el aeropuerto de Nantes (oeste), cuyos accesos también fueron bloqueados.

E igualmente, a la Torre Eiffel en la capital, que cerró al público: «Una jornada de huelga en la que cierra la Torre Eiffel es una jornada de éxito en términos de movilización», concluyó Martínez.