Una bomba con un kilo de explosivos estalló hoy en la estación Sennaya Ploschadel del subte de la ciudad de San Petersburgo, la segunda más grande de Rusia y antigua capital imperial, mató al menos a 11 de personas y dejó 45 heridos.

El Kremlin confirmó hoy que el ataque de ayer en el subterráneo de San Petersburgo, que causó 14 muertos, fue obra de un atacante suicida de 22 años, al que identificó como un ciudadano ruso de origen kirguís, Akbarzhon Dzhalílov, que también había colocado un explosivo en otra estación.

Según la Policía, los dos dispositivos, el que explotó y el que fue detonado de manera segura por las autoridades, eran bombas de esquirlas, un tipo de arma que lastima de manera indiscriminada y muy efectiva.

Hoy, el gobierno ruso había considerado que el ataque representaba «un desafío para el pueblo ruso y para el presidente, Vladimir Putin».

Durante una conferencia de prensa con medios locales, el vocero del Kremlin, Dmitri Peskov, evaluó que «cada acto terrorista que ocurre en el país es un desafío para cada ruso, incluido el jefe del Estado», y admitió que el hecho de que haya sucedido cuando el mandatario estaba en esa ciudad «da que pensar».

La ministra de Salud de Rusia, Veronika Skvortsova, informó que en total 10 personas murieron en el ataque: siete en el acto, una en una ambulancia y las otras dos en un hospital. Más tarde, el saldo de víctimas fatales ascendió a 11 personas.
Entre los heridos, en tanto, 13 siguen en estado muy grave con heridas de metralla y quemaduras, según el parte oficial.

Mientras duró el operativo, los trenes pasaron de largo por dicha estación, una de las más concurridas del metro de la antigua capital zarista, mientras que frente a la estación se han concentrado numerosos coches de bomberos, servicios de emergencia y equipos de la brigada de explosivos, consignaron medios locales.