Desear despertar y que todo haya sido una pesadilla…pero no. Francia amaneció de luto, conmocionada ante los terribles sucesos que vivió París en las últimas horas del viernes.

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Horrorizados o con lágrimas en los ojos, los parisinos que se encontraban el sábado en las inmediaciones de la sala de conciertos y otros lugares atacados horas antes no daban crédito ante tanta violencia.

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«Dentro era una carnicería, personas con balas en la cabeza, gente a la que dispararon cuando estaba en el suelo», describió un policía que afirma haber participado en la intervención por la noche. El balance provincial en Bataclan es de 82 muertos. Los cuatro atacantes murieron, tres de ellos haciéndose estallar.

El policía, de unos 30 años, ya no viste uniforme. «Fui a casa a darme una ducha y a tranquilizar a mis hijos», dice. «Ahora vuelvo como hombre».

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El sábado por la mañana, el barrio seguía acordonado, constató la AFP. Sólo los vecinos, acompañados por un policía, podían entrar en él. Frente a Bataclan, tres furgones policiales tapaban la vista a cientos de cámaras del mundo entero. Varios coches funerarios evacuaban los cuerpos, explicó un agente.

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Peggy tiene los ojos rojos de tanto llorar. «No lo entiendo», declara esta vecina, consternada. «Es un lugar donde los jóvenes vienen a divertirse».  «Es mi barrio desde hace 30 años», cuenta Mathilde, de 56. «Aquí todo el mundo se conoce». «Estamos todos muy afectados», explica.

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Un total de seis ataques causaron el viernes por la noche al menos 128 muertos y 250 heridos, entre ellos 99 en estado crítico, en París y cerca del Estadio de Francia, al norte de la capital, donde se disputaba un partido de fútbol amistoso entre Francia y Alemania.

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«Hay que seguir viviendo»

Desde que se enteró de la noticia en un bar en el que seguía el partido, Mamadu se pasó la noche en la calle escuchando la radio. «Me asquea, es apocalíptico», afirmó el joven, cerca del Bataclan.

Seguramente el «Estado Islámico» quiso «vengarse de la muerte de John el Yihadista», el verdugo británico del EI blanco de un bombardeo el jueves, comentó.

No iba muy desencaminado. Este sábado el EI reivindicó los ataques. «Ocho hermanos con cinturones explosivos y rifles de asalto» llevaron a cabo «un bendito ataque (…) contra la Francia Cruzada», afirmó en un comunicado.

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En una calle a 800 metros de allí, donde se produjo otro de los ataques, Maximilien, de 26 años, hace footing. «No hay que dejar de vivir», dice. «No hay que cambiar las costumbres».

Más lejos, un atentado causó 19 muertos. Las pompas fúnebres terminaron de retirar cadáveres a media mañana.

«Fueron ráfagas de disparos», se encontraron «impactos del otro lado de la calle. Muchos», explicó un policía.

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Un joven quiere enterarse. ¿Todavían quedan (atacantes) por ahí?», pregunta. «No sé», le contesta un policía, «es posible pero no debemos dejar que cunda el pánico, es lo que quieren».

Una persona, con una vela en la mano, pregunta si puede depositarla delante del restaurante atacado. «Es demasiado pronto, demasiado pronto», responde una agente. Se va llorando.