Por Alejandro Maidana

En el 2019 el quiebre social y las continuas movilizaciones en Chile, parecían haber despertado la conciencia reprimida de aquellos que no habían vuelto a gritar masivamente, desde el regreso de la democracia. Lo que manifestaban sus calles era una clara evidencia del hartazgo, de una rebeldía que nacía desde las vísceras de un pueblo que necesitaba brindar esta maravillosa demostración de dignidad y libertad. Lo que pudo palparse del país trasandino, trascendió fronteras, el statu quo chileno fue interpelado sin miramiento alguno, y lo que se inició con estudiantes saltando molinetes para no pagar su boleto de metro protestando con el brutal ajuste, concluiría en una poderosísima revuelta.

Prácticamente en un abrir y cerrar de ojos, se fueron congregando millones con el único fin de poder exteriorizar su bronca exigiendo un golpe de timón tan necesario como transformador. La solidaridad y empatía se reflejaba en cada uno de los rostros que supieron fundirse en uno solo. Pero ante tamaña demostración de dignidad, la represión comandada por Sebastián Piñera, no se haría esperar. El fin último de disciplinar y criminalizar la protesta, terminó con la vida de decenas de personas e hiriendo a centenares, muchos de ellos pagaron un altísimo costo, ya que los pacos dispararon estratégicamente a sus ojos. Pero esto lejos estuvo de ponerle un cepo al descontento.

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Las movilizaciones se extendieron por 150 días y terminarían en la convocatoria a un plebiscito para cambiar la Constitución de 1980, el saldo oficial de la represión sufrida por el pueblo chileno, arrojaría la friolera de 2.547 heridos y 38 muertos, si bien distintos organismos de DDHH sostienen que las cifras son aún mayores. Chile había despertado de un profundo sueño impuesto por una de las más crueles dictaduras, la tan mentada Carta Magna sería discutida medularmente, el silencio se había hecho grito, el miedo convertido en valentía, la frustración en esperanza.

Pandemia, desmovilización, reorganización política y falta de liderazgo

Sin duda alguna la violenta e impiadosa irrupción del Covid-19 en el mundo, serviría de antídoto para aplacar los ánimos de un pueblo chileno dispuesto a no abandonar las calles. Allí la corporación política contaría con el tiempo necesario para reagruparse y repensar las estrategias que le garanticen seguir aferrada a sus interpelados privilegios. En ese interín, Gabriel Boric se convertiría en el nuevo presidente a través de una contundente elección, quién representaría el descontente popular, derrotaría al ultraderechista José Antonio Kast en segunda vuelta.

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Hasta aquí, nada haría presagiar lo que terminaría sucediendo el 4 de septiembre con el plebiscito que ponía en discusión el apruebo o no de la modificación de la constitución del país hermano. El resultado fue contundente: 61.88% el Rechazo y 38.12% el Apruebo, con una participación récord de casi 13 millones de electores, 4.5 millones más que en diciembre de 2021. Nadie podía presagiar tamaña diferencia, ni los propios militantes del No Apruebo, que, a través de su poderío económico y mediático, realizaron una abrumadora campaña para logar que la mayoría rechace el primer intento de modificación de la carta magna.

Pero ¿Cómo comprender lo sucedido en Chile después de la estridente movilización de 2019? ¿En qué falló el oficialismo para que no se imponga el Apruebo? ¿La falta de dirección de la histórica revuelta podría ser una de las tantas hipótesis? ¿Los reformismos progresistas suelen caer de manera sistemática en saco roto? Podríamos seguir generando preguntas y encontrando do una serie interminable de respuestas, por ello desde Conclusión consideramos pertinente dialogar con Deisy Avendaño Avendaño, activista socioambiental de la región chilena de Aysén.

“En Chile hay una sensación de tristeza, por ello debemos analizar lo sucedido en esta vuelta con respecto a lo que podemos definir como un voto castigo. La falta de educación y herramientas que tiene la mayoría de la población en Chile es uno de los ejes que podemos mencionar, es la no devolución de los dineros de la AFP (Administradoras de fondos de pensiones). Aquí debemos aclarar que en ninguna parte de la campaña Gabriel Boric prometió que lo iba a hacer, claramente este es solo un punto de los muchos sumado a una enorme campaña de desinformación”, indicó.

Fue mucho el dinero que entró en aportes a la campaña del rechazo, como así también a los partidos tradicionales de Chile. “La problemática también radica es que muchas personas nos hemos levantado desde los movimientos sociales sin financiamiento alguno, nos hemos sostenido solo con peñas, ya que se recibe muy poco dinero, mientras que en otros lugares absolutamente nada. Las actividades culturales sirvieron de empuje para poder publicitar en la radio la necesidad del apruebo, incluso aún seguimos con deudas que debemos saldar. El voto castigo es la síntesis, ya que no nos hemos dedicado a realizar un profundo trabajo popular en las poblaciones, dimos por sentado que el vecino o la vecina estaban conformes con la propuesta, sin preguntarles que les parecía y que conocían”.

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Volviendo al estallido social que desembocó en esta discusión, Deisy Avendaño Avendaño remarca con estridencia un punto que considera vital a la hora de llevar un complejo análisis sobre el aplastante triunfo del rechazo. “Con muchas de las personas con las que hemos compartido las calles, nos hermanaba una consigna, masiva, por cierto, esta era que no queríamos ver a la misma clase política ostentando el poder. Un lastre privilegiado que no hace otra cosa que defender los intereses de los empresarios, esto fue muy concreto en el estallido, y si bien la gente pedía una nueva Carta Magna, el Acuerdo de Paz fue el punto de quiebre que alimentó divisiones, ya que la mayoría de los habitantes de Chile están muy mal educados y la información que les llega proviene de los medios afines al poder económico”.

Sobre el hito que resultaría ser el Acuerdo de Paz, ya que desde allí partiría la iniciativa de cómo iba a ser esta nueva constitución, emergían puntos salientes como, por ejemplo, que no se tocarían los tratados internacionales. “En la particular, y si bien estaba en desacuerdo con muchas cosas, decidí continuar, para citar políticas que no han cambiado en absoluto, podemos acercar la continuidad en la criminalización del Pueblo Mapuche, y la continuidad de las protestas estudiantiles que se buscó desactivar con el envío nuevamente de los Pacos por parte del gobierno. A esto debemos sumarle que se dio un nuevo cambio de gabinete donde se volvió a convocar a la nueva ex mayoría, esta es una concertación 3.0. Para comprender quienes nos vienen gobernando hace décadas, podemos mencionar a la Concertación, la Nueva Mayoría y al actual gobierno que vino a renovar con su bálsamo juvenil un estilo de política que aquí en Chile ya no se quiere”, enfatizó.

La militante popular acercó una contundente reflexión en pos de poder torcer una realidad que parece volver a consolidarse con los mismos actores en las gradas. “Debemos buscar una forma de retomar la discusión al menos desde los movimientos sociales, ya que los partidos tienen su jugada muy clara, y de hecho están hablando de un gran acuerdo nacional. Es evidente que no han entendido nada, ya que, si recordamos el estallido social, la gente movilizada lo que pidió masivamente fue que desaparezca la lógica de los partidos. El nuevo cambio de gabinete ya demostró que no sabe qué hacer, o tiene mucho margen de acción, ya que metió nuevamente a esta casta entre sus filas. El gobierno está acorralado, y pese a que quiera revertir la situación, ya no puede, porque tiene ministros de la Concertación, y en ambas cámaras la derecha tiene mayoría. Nosotros tenemos una importante reunión desde los movimientos sociales que estaremos llevando adelante en estos días apenas podamos digerir la tristeza, tenemos muy en claro que debemos continuar con el proceso ya que tenemos la certeza que la derecha no va a cumplir lo que pactó, ya que sostuvo que iba a rechazar para reformar. Sostenemos esto ya que en varias oportunidades le han pegado un portazo al gobierno no acudiendo a sus reuniones, esto es muy claro y concreto, nosotros no podemos esperar que ellos nos solucionen la vida”.

Analizar una y otra vez lo sucedido en las urnas, es menester de todos aquellos que han participado en el amplio movimiento que copó las calles trasandinas. Esa estridente demostración de dignidad, no debería esfumarse por erróneas estrategias. “Por ello debemos organizarnos para ver cómo podemos llegar a los sectores más pobres, que, si bien para muchos puede resultar extraño, fue allí donde ganó el rechazo. Por ejemplo, en las comunas donde la crisis hídrica es apabullante debido al saqueo del vital elemento por parte de algunos empresarios, ganó el rechazo, al igual que otra comuna que atraviesa una deshumanizante realidad en torno a la contaminación. Este es un fenómeno que se repite en todas partes, pero en especial en los territorios más precarios, por ello debemos hacer un mea culpa de aquello que hemos hecho mal. Tenemos que dejar de ofrecer cosas para darle paso a espacios de comunicación popular, ya que no hemos podido obtener nada luego de un histórico proceso. Vamos a volver al punto de partida si no trabajamos con nuestras vecinas y vecinos en un hecho concreto, la de acercarles herramientas para que no compren todo lo que le llega desde los grandes medios de comunicación. Esto a muy grandes rasgos, considero que son los factores que han influenciado mucho en este resultado que fue verdaderamente aplastante. Veremos cómo van a ir reaccionando los distintos partidos políticos, por lo pronto, los estudiantes ya están movilizados y desde los movimientos sociales estamos en asambleas permanentes”.

La victoria del No Apruebo, y tomando como referencia lo expresado por Deisy Avendaño Avendaño, invita indudablemente a reflexionar sin mezquindades. Y aquí es importante realizar un último intento de análisis, si en Chile fueron los sectores más postergados quiénes se plegaron al rechazo, esto podría hablar de que si la agenda feminista, ecologista e indigenista entre otras, no tiene anclaje de clase, difícilmente puedan los sectores populares apropiarse de la misma. La apabullante realidad social y económica, debe impulsar discusiones que contemplen esta situación que no hace otra cosa que generar una verdadera diáspora que sirve de abono para que los dueños de todo, sigan manejando los destinos de muchos.