Tres manifestantes prodemocracia murieron hoy por disparos de fuerzas de seguridad en Myanmar en nuevas marchas contra el golpe de Estado del mes pasado, mientras bancos, comercios y fábricas permanecieron cerrados tras el llamado de los sindicatos a reforzar la protesta y asfixiar a la economía para presionar a la junta militar.

Empleados públicos, agricultores y trabajadores del sector privado participaban junto a activistas en concentraciones prodemocracia en todo el país para exigir el restablecimiento del Gobierno civil de la líder y ahora prisionera política Aung San Suu Kyi, derrocado por las Fuerzas Armadas el 1 de febrero.

Varias detonaciones se oyeron en la ciudad nororiental de Myitkyina, y manifestantes cubiertos de sangre fueron trasladados lejos de la zona de disparos, según imágenes difundidas en las redes sociales.

«Dos hombres murieron» en Myitkyina y varias personas resultaron heridas, entre ellas una mujer que recibió un disparo en el brazo, según un socorrista que requirió el anonimato, informó la agencia de noticias AFP.

Una religiosa católica, vestida con un hábito blanco, se arrodilló en plena calle y le suplicó a los policías que no disparara, según imágenes difundidas por un medio local.

En Pyapon, unos 100 kilómetros al sur de Rangún, la capital económica, un hombre de 30 años fue alcanzado por una bala en el estómago y murió, informó AFP, que citó a un testigo.

Además, otros dos manifestantes fueron heridos de bala, según la misma agencia.

Nueve importantes federaciones de Myanmar (la antigua Birmania) llamaron a «detener por completo y de forma prolongada la economía» a partir de hoy.

«Ha llegado el momento de actuar», dijeron. Permitir que la actividad económica continúe ayudaría al Ejército que «reprime la energía del pueblo birmano», advirtieron en un comunicado conjunto.

Ante este llamado, las fábricas del sector textil -que funcionaban a régimen pleno antes del golpe de Estado–, los centros comerciales, los bancos y los correos cerraron hoy.

La junta advirtió a los funcionarios que quienes no se reincorporen al trabajo a partir de hoy serán despedidos.

Los llamados a la huelga, realizados justo después del golpe, ya tuvieron un impacto importante en muchos sectores, con bancos parados, hospitales cerrados y oficinas ministeriales vacías.

En tanto, la ONG Physicians for Human Rights, denunció hoy en un comunicado que los militares birmanos ocuparon por la fuerza al menos seis hospitales en las últimas horas, con la aparente intención de negar la atención médica a los manifestantes.

Soldados habían tomado anoche media docena de hospitales de Yangón, la antigua capital y ciudad más poblada, y además habrían ocupado otros centros en las ciudades de Mandalay, Monywa y Taunggyi, agregó el comunicado.

La ONG remarcó que la ocupación de hospitales es una violación de las leyes internacionales y que «solo sirve para socavar aún más un sistema de atención médica que ya se encontraba asediado por la pandemia de Covid-19».

Minorías étnicas se sumaron a la protesta. Cerca de la ciudad sureña de Dawei, cientos de miembros de la etnia karen se manifestaron, agitando su bandera azul, blanca y roja, y pidiendo «terminar con la dictadura».

El cortejo fue escoltado por rebeldes de la facción armada Unión Nacional Karen (KNU), que se movilizó para proteger a los manifestantes contra una posible represión de las fuerzas de seguridad.

Numerosas mujeres se sumaron a las marchas en ocasión del Día Internacional de la Mujer.

En la víspera, monjes, estudiantes y empleados públicos se encontraban entre los miles que salieron a la calle en Mandalay, donde se organizó una gran sentada.

La policía y el ejército utilizaron gases lacrimógenos, munición de goma y balas reales para dispersar las protestas y decenas de manifestantes fueron detenidos y varios resultaron heridos, según la Asociación de Asistencia a los Presos Políticos (AAPP).

Más de 50 manifestantes murieron desde el golpe de Estado que derrocó el Gobierno de Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz 1991.