Desafiante y confiado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aceptó este lunes la nominación de su partido para buscar la reelección en noviembre con un discurso lleno de promesas de recuperación económica y denuncias de fraude electoral, un tono agresivo que también marcó la primera noche de la Convención Nacional Republicana.

«Tenemos que ganar. Esta es la elección más importante de la historia de nuestro país», sentenció el mandatario y acusó a la oposición demócrata de estar generando «una estafa» con sus denuncias de presunta manipulación del Correo Postal, para obstaculizar o dificultar el voto por correo, una modalidad de voto adelantado muy utilizada en algunos estados, que Trump critica.

«Es la mayor estafa de la historia de la política y ellos (los demócratas) actúan como si estuvieran heridos, como si no fuéramos patriotas por decir esto. Estamos llevando muy bien la pandemia, la gente sabe qué hacer, lo estamos viendo. Es muy seguro y será muy seguro. Lo que sucede es que están tratando de robarnos las elecciones», agregó, según la transmisión difundida en sus redes sociales.

Tanto Trump como Pence presentaron sus primeras promesas de campañas en Carolina del Norte: crear 10 millones de puestos de trabajo en los primeros 10 meses de Gobierno, evitar el ascenso al poder del socialismo y ser el «mayor Gobierno pro vida» de la historia estadounidense.

La fórmula oficialista buscará la reelección el 3 de noviembre en medio no solo de la peor situación epidemiológica del mundo en esta pandemia, sino también del mayor derrumbe económico que haya conocido el país desde la Gran Depresión y en uno de los momentos de mayor crispación racial de las últimas décadas.

Al mismo tiempo que una nueva ola de protestas antirracistas crecía en Wisconsin luego que un policía blanco acribillara con siete disparos en la espalda a un hombre negro desarmado frente a su familia, dos de las voces invitadas por los republicanos fueron las de Mark y Patricia McCloskey, la pareja que se hizo famosa tras ser arrestada por apuntar sus armas contra una manifestación de Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) en Missouri.

«Los demócratas ya no consideran que es un trabajo del Gobierno proteger a los ciudadanos honestos de los criminales, en cambio protegen a los criminales de los ciudadanos honestos», denunció Mark Mcloskey.

La ex embajadora en la ONU e hija de indios, Nikki Haley, resumió las voces de todos los representantes de las minorías que participaron: «Ahora está de moda en el Partido Demócrata decir que Estados Unidos es racista y eso es simplemente falso.»

No fueron las únicas voces con un discurso agresivo.

La maestra de California y activista por un sistema de competencia entre escuelas, Rebecca Friedrichs, apuntó contra los sindicatos, una parte tradicional de la base electoral demócrata.

«Los sindicatos impulsan su agenda radical en las aulas», sentenció la joven activista y agregó: «Los sindicatos están subvirtiendo nuestros valores morales.»

Voces de sectores claves del electorado -pequeños empresarios, jóvenes, las minorías negra y latina, y trabajadores de clase media- describieron a Trump como «el guardaespaldas de la civilización occidental» y el freno contra el ascenso de «una izquierda radical» y denunciaron que los negocios «están siendo atacados por cuarentenas y disturbios».

Más tarde, una enfermera de Montana y un cirujano de Luisiana recuperado de Covid-19 agradecieron al liderazgo del mandatario por «haber salvado miles de vidas en la pandemia», un mensaje que reforzó el partido con una recopilación de noticias de los últimos seis meses, en las que los equivocados fueron la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la oposición demócrata.

En una conversación grabada y sin usar tapabocas, Trump charló en la Casa Blanca con trabajadores en la primera línea de los esfuerzos contra «el virus chino», como lo llamó una y otra vez, y volvió a defender la hidroxicloroquina, un medicamento no recomendado para tratar el coronavirus por su propio Gobierno.

En esta primera jornada de la convención, el partido buscó mostrar una imagen de diversidad racial -el cierre estuvo a cargo del único senador republicano negro, Tim Scott- y una mayoría de voces ajenas a la arena política de Washington, al que varios congresistas volvieron a definir como «un pantano».

Una de las voces afroestadounidenses fue la de un congresista estatal de Georgia, el demócrata Vernon Jones, un apoyo a «su política de integración» que buscó contrastar con la constante hemorragia de referentes y exfuncionarios republicanos que han apoyado al candidato opositor, Joe Biden, un veterano dirigente moderado.

Máximo Alvarez, un empresario de Florida que emigró de Cuba a los 13 años con su familia, reforzó el discurso de Trump, su «amigo», y advirtió con lágrimas en los ojos que si gana la oposición, gana «la anarquía», «el comunismo» y «la opresión».

Un mensaje se repitió a lo largo de la noche y coincidió con el de la oposición demócrata la semana pasada: esta será una elección histórica.

«Esta elección es entre un partido que quiere destruir los fundamentos de nuestra nación, por ejemplo desfinanciando la policía, y un partido que quiere reconstruir y proteger a nuestra gran nación», resumió el congresista Steve Scalise.

O como lo planteó el hijo mayor del mandatario y vicepresidente de su empresa, Donald Trump Jr: «Parece que la elección se encamina a ser entre iglesia, trabajo y escuelas contra disturbios, saqueos y vandalismo, o como lo llaman Biden y los demócratas, protestas pacíficas.»