Por Florencia Vizzi

Los nombres

Enero

#NiUnaMenos es una consigna que desde hace unos años da vueltas en las calles y en la conciencia colectiva de cientos de ciudades de América Latina. Se convirtió en el grito cuasi desesperado de centenares de voces, de mujeres y hombres, madres, hijos, padres, hermanos y amigos de víctimas de la creciente violencia de género que golpea a diario a la sociedad y no da tregua.

Pero no es sólo una consigna, es una acción, conjunta, colectiva, que se ejerce día a día en la búsqueda de justicia y verdad para quienes han sido víctimas de femicidio o han padecido esa voraz violencia.

En el origen de esa historia hay dos nombres que fueron clave para que las calles se colmen de banderas y pintadas, de cantos, de lágrimas y sonrisas y también de gente que buscan empoderarse para evitar que se sigan sucediendo los atroces femicidios que parecen multiplicarse con el correr de las horas. Dos nombres, Susana y Chiara.

Susana Chávez fue una poeta y activista mexicana, que a partir del año 1995 comenzó a denunciar los sistemáticos asesinatos de mujeres que se perpetraban en Ciudad Juárez. Ella fue la autora de la frase “Ni una menos, ni una muerta más”. Fue parte del movimiento “Nuestras hijas de regreso a casa” y su lucha consiguió que la Corte Interamericana de Derechos Humanos señalara al Estado de México como uno de los principales responsables de esas muertes. Susana Chávez fue asesinada el 6 de enero de 2011, por tres jóvenes de 17 años. La violaron, la mutilaron y la asfixiaron con una bolsa en la cabeza dejando su cuerpo tirado en el centro de la ciudad. Tan sólo unos años después, aquella frase daría la vuelta al mundo y se convertiría en la bandera de miles de mujeres de todo el mundo que se levantan contra la brutalidad de la violencia patriarcal que acaba con sus vidas.

Mayo

La primera marcha multitudinaria que en Argentina llevó esa consigna, y que se replicó, a la misma hora, en distintas ciudades del país fue convocada cuando un nuevo femicidio salió a la luz. Fue el asesinato de Chiara Páez lo que arrasó con la inmovilidad de cierta parte de la sociedad que todavía creía que ese tema no le concernía.

Chiara tenía 14 años, y hacía ocho meses que estaba de novia con Manuel, un chico de 16. La joven desapareció en la madrugada del 10 de mayo de 2015. Un día después, su cuerpo fue hallado enterrado en el patio de los abuelos de su novio. La habían asesinado a golpes y, según reveló la autopsia, la joven, que cursaba 2 meses de embarazo, tenía restos de Oxaprost, un medicamento que se utiliza para provocar el aborto.

Si bien  Manuel Vallejos, el novio, asumió toda la responsabilidad del crimen, también fue imputada la madre del chico y su pareja. La teoría fiscal fue que esa noche quisieron obligar a Chiara a abortar y la joven se negó. Fue entonces que la golpearon hasta matarla.

Junio

La conmoción por el brutal asesinato de esa niña de 14 años se diseminó como lava por todos lados. En las calles, radios, televisión, redes sociales, la indignación y el dolor se multiplicó y se convirtió en acción. Casi espontáneamente, a través de las redes sociales, bajo la consigna #NiUnaMenos se convocó a movilizarse hacia todas las plazas del país para decir basta y pedir justicia.

El 3 de junio de 2015, miles de personas dieron forma a una convocatoria que fue multitudinaria y puso en evidencia una problemática casi oculta hasta ese momento, salvo para círculos reducidos. Una problemática enorme, que sólo se dimensiona cuando se hace el recuento: 235 femicidios en 2015, 254 en 2016 y 111 desde enero de 2017 hasta el 30 de abril. Esto es lo que revelan los números no oficiales, vale aclararlo, puesto que aún no hay una estadística estatal y estos datos son los realizados por diversas organizaciones no gubernamentales. Esto es lo que revelan, 600 mujeres víctimas de femicidio en menos de 30 meses.

Junio otra vez, con otros nombres

Verónica

Dos años después, #NiUnaMenos vuelve a las calles, vuelve a gritar porque una mujer es asesinada en el país cada 25 horas.

Verónica Camargo , la madre de Chiara aún vive en Rufino. Y también va a salir a la calle, en su ciudad, a pedir justicia por todas las víctimas de femicidio, justicia por ellas, justicia por Chiara…

Con la voz pausada, Verónica cuenta que están organizando una convocatoria en la plaza, “para concientizar y sensibilizar” en contra de la violencia, porque “pareciera que nada alcanza, por eso nosotros, como sociedad, tenemos que empezar a cambiar, desde nuestros lugares. Depende del compromiso de cada uno de nosotros, porque también somos responsables”.

Verónica se refiere a su hija como Chiari, y cuenta que están armando una organización que llevará el nombre de “Vidas libres de violencia” y la cara de su hija como bandera.  Y no duda en afirmar que “en el #NiUnaMenos,  Chiara hubiera sido la primera en salir a marchar y a colaborar, porque ella era así, muy solidaria”.

Dos años después de haber sufrido la pérdida más inimaginable para una madre, Verónica se muestra calma, “aunque a veces duela tanto”.  “Traté de canalizar ese dolor en hacer cosas positivas. Yo siempre trabajé en una parroquia y en lo social. También tengo mucha fe y esa es mi fortaleza. Por supuesto que lloro, porque compartía muchas cosas con Chiara y hacíamos muchas actividades juntas, pero también, teniendo en cuenta eso, trato de continuar con todas esas actividades porque es una forma de seguir teniéndola presente a ella. Más allá de que, cuando arranco con algo nuevo, siento un profundo dolor, porque es inevitable pensar: esto lo estaría haciendo con ella. Es terrible perder un hijo, es un dolor impensable. Pero también tengo otra hija en la cual debo pensar. Y quiero que tratemos de vivir la más normal posible, más allá del dolor, que bueno, lo vamos a llevar siempre. Pero lo que no tenemos que vivir es en una angustia permanente que no lleva a nada”.

Por momentos, la voz de Verónica cambia de tono y se percibe, entre sus palabras, el efecto del recuerdo. Sin embargo, sin quebrarse, reconoce que el camino que eligió a veces se le hace cuesta arriba. “No siempre es fácil, tal vez hubiera sido más fácil tirarme a llorar en la cama todo el día y olvidarme del resto del mundo, pero no es lo que yo le enseñaba a Chiara, que debemos recordar a quien perdemos con alegría y cariño, más allá del dolor que sentimos por no tener la presencia física. Pero lo más importante es lo que hicimos en vida por ellos. Y yo tengo la tranquilidad de que, más allá de algunos errores que seguramente habré tenido, como mamá estuve siempre a su lado y la acompañé. Eso me ayuda a manejar el dolor desde otro lugar, y a encontrar paz”.

Al hablar de lo que le ocurrió a su Chiari, Verónica no pide venganza, y dice no desearle la muerte a nadie. “Yo lo único que quiero es que se haga justicia. Porque si bien el chico está detenido, todos sus familiares están libres. Yo no les deseo la muerte a los asesinos de Chiara, no me interesa. Lo que sí quisiera es no tener que cruzármelos en la calle y saber que todos participaron en el asesinato de mi hija y no lo pagaron. Lo importante es que se pueda hacer justicia.Y nosotros consideramos que toda la familia participó del asesinato. Fue imposible que ese chico hubiera podido hacer lo que hizo solo. Más en el estado en que dejaron a Chiari. Por una cuestión lógica física. Más allá de que yo conozco cómo hubiera reaccionado ella en una situación así, porque tenía carácter y se defendía y, además,  jugaba al hockey tenía fuerza y preparación física. Para dejarla como estaba, con el rostro todo destrozado, marcado, la golpearon de una forma que no coincide con el tamaño y contextura física de ese chico. Y el el padrastro es un ex boxeador…a mí nadie me saca de la cabeza que fue él quien la golpeó de esa forma. Además es imposible que ese chico la pudiera levantar, hacer el pozo, enterrarla, sin que nadie se entere, teniendo en cuenta además las dimensiones muy reducidas de ese lugar”.

A pesar de la inmensa agonía que sufrió Verónica el día en que supo que no volvería a ver a su hija con vida, se muestra agradecida por el apoyo recibido en su comunidad, por los nuevos amigos, y cuenta que cuando está mal, puede hablar con otras madres que han pasado por lo mismo, “Tenemos un grupo de Whatsapp y entonces puedo hablar con Adriana, la mama de Lola (Chomnalez), o con Jimena, la mamá de Ángeles (Rawson) y otras más, y nos vamos sosteniendo. Allí hablamos de igual a igual y sabemos lo que sentimos cada una”.

“Creo que es importante que nos comprometamos. Más allá del Estado. Cuando conocemos un hecho de violencia, denunciarlo y acompañar a esas mujeres que no se animan a denunciar o no se pueden apartar de esas parejas. No fue el caso de Chiara, porque ella lo de ella fue aislado, la mataron porque la querían obligar a hacerse el aborto y ella no se lo quería hacer. Pero hay que trabajar en campañas para visibilizar  la violencia, y reclamar a la policía y al poder judicial. Muchas veces cuando las mujeres van a denunciar reciben mucha violencia de la policía. Yo a lo que apelo es a eso, y a que luchemos… que desde pequeños criemos a las personas con otra mentalidad… cada uno desde su lugar puede ir concientizando para no ejercer violencia. En todos los ámbitos, no sólo en las cuestiones de género, en el deporte, en el trabajo, estar más abiertos al diálogo y respetar las diferencias”.

 Fabio

Tiempo después del femicidio de Chiara, su papá decidió alejarse de Rufino. Se mudó a Mendoza con sus hijos menores.

“Terminé yéndome porque era imposible seguir transitando por allí. Hubo en momento en que sentí que si me cruzaba con los asesinos de mi hija iba a hacer cualquier cosa”.

El día en que encontraron a Chiara, los habitantes de Rufino estuvieron a punto de hacer una pueblada. Quien evitó que eso sucediera, y que salieran a linchar a los responsables de la muerte de su hija y quemar la comisaría, fue Fabio Páez. “Te aseguro que en ese momento, la gente estaba fuera de sí… hubieran prendido fuego no sólo a los asesinos, sino a las comisarías, fiscalía, al pueblo entero. Porque estaban indignados por lo que pasó… Pero hoy, hoy te digo que estoy arrepentido. Creo que al mes ya estaba arrepentido de no haber dejado que la gente lo haga.. No sé, uno nació de buena familia y es lo que me inculcaron mis padres. Y en ese momento, pensé que la justicia iba a actuar como corresponde. Yo no tengo la capacidad ni me da la para agarrar un revólver y matar. Entonces fue algo instintivo, pero te digo que después me arrepentí. Tal vez tendría que haber dejado que prendan fuego todo y que quede un precedente. Pero no fui criado como un asesino para hacer eso…

Por esa misma razón, Fabio terminó alejándose de su ciudad, para no terminar haciendo justicia por mano propia. “Me fui porque, como te dije, no tengo alma de asesino, pero con el tiempo sentí que si me los encontraba a alguno de ellos los mataba, porque soy un ser humano y me corre sangre en las venas. Tuve un caso en que mi otra hija se cruzó con los abuelos del chico en un micro y ella le dijo varias cosas y él le contestó algo así como ‘ojalá Dios te castigue y te vaya mal en la vida’.  Y cuando me enteré de eso, quise salir a buscarlo… salí a buscar a los vecinos para dejar a los chicos e ir a buscarlo. Decí que no encontré con quien dejarlos, sino hubiera hecho cualquier cosa. Además, me fui también no soportaba salir a la calle y cruzarme con la gente y hablar a cada rato del tema. Y creo que también fue una forma de proteger a mis hijos, para que no estuvieran todo el tiempo oyendo eso”.

Al igual que Verónica, Fabio no duda de la participación de toda la familia de Manuel Vallejos en el femicidio de su hija. “No hay manera, ni siquiera en las reconstrucciones del hecho el chico pudo demostrar que lo había hecho solo, pusieron una chica del peso de Chiara, con un físico parecido y no la pudo levantar del piso y no pudo hacer nada de lo que había declarado que hizo por su cuenta. El menor declaró  tres veces, y en sus tres declaraciones se contradijo. Entonces, ¿por qué miente? Si ya se había declarado culpable. Es porque está cubriendo a alguien. No hay duda de eso”.

Fabio tiene sus opiniones sobre la actuación judicial. “Entiendo lo que dicen las leyes, pero yo no siento que se haya hecho justicia. Los mayores están imputados, pero siguen libres. Por eso a día de hoy, sigo luchando y tratando de aportar en lo que pueda, porque hay cosas que no se puede permitir que sigan pasando. Yo sé que a Chiara no la voy a recuperar más, ese es un dolor que voy a tener hasta que me muera, pero aunque sea poner un granito de arena para que no vuelva a pasar, porque muchas veces uno se siente defraudado por la justicia…. En cierta forma, yo siento que uno está mendigando justicia, sino no tendríamos que salir a hacer marchas pidiendo por ella ¿no?

#NiUnaMenos

Así fue, el horroroso final de Chiara y la pueblada de Rufino, puso sobre el tapete eso de lo que muy pocos hablaban… Susana y Chiara fueron sólo dos de una lista interminable que no para de crecer, Araceli, Melina, Lola, Micaela, Lucía, Wanda, Gabriela, Agustina, Tamara,  Noelia, Priscilla, Paola, Serena, Nicole…

Por todas ellas, y por todas las que son anónimas, por las que aún no murieron, pero son violentadas a diario, golpeadas, humilladas, violadas, este sábado 3 de junio, las calles del país, volverán a poblarse de cánticos y banderas, para que no haya “Ni una menos, ni una muerta más”.

En Rosario, la convocatoria es a partir de las 15 en la Plaza Montenegro (San Martín y San Luis) y se marchará hasta el Parque España, donde se hará un cierre con un festival musical.

Más información:

https://www.facebook.com/niunamenosenrosario/