Por: Belén Corvalán 

Es indiscutible que el rol de la mujer ha cambiado a lo largo de los años en la sociedad, y esto ha generado una reconfiguración en todo el seno familiar. Durante mucho tiempo, las actividades de la mujer siempre estuvieron vinculadas a la crianza de los niños, y a la realización de tareas domésticas. Años pasaron para que la mujer se pudiera independizar, y salir al mercado laboral a valerse por sus propios medios; enfrentar una lucha por encontrar la paridad laboral, que aún continúa en vigencia.

Junto con un cambio de paradigma, la mujer se corrió de ese lugar al que siempre estuvo ligada, la maternidad, “lo intrínseco de la hembra es parir y criar, ese es el mandato original”, expresó la psicóloga Nancy María Bono especialista en Maternidad, pero gracias a las nuevas circunstancias históricas, culturales, económicas, el ser madre dejó de ser el mandato social dirigido a la mujer y por sobre todo, dejó de ser la responsabilidad que la mujer tomó por muchos años. “La maternidad sigue siendo un paradigma más ficticio que real”, destacó la especialista, haciendo referencia a que por un lado se continúa con la idolatría hacia la madre, pero por el otro ¿es esta la que realmente cría? Hoy en la vida de las mujeres no prima como prioridad el deseo de convertirse en madres, la realización pasa por otros aspectos, laborales y/o profesionales. Antes existen otros proyectos de vida como por ejemplo la formación y el crecimiento profesional e intelectual.

El precepto que desde tiempos arcaicos impuso tácitamente a la mujer nacer para dedicarse a la maternidad, cada vez es más rechazado. Aunque aún perduren ciertos prejuicios sociales ligados a esta cuestión, los tiempos se alargan y hoy por hoy la mayoría de mujeres deciden ser madres pasados los treinta, o directamente deciden no serlo. Si bien la edad mayormente fértil para concebir es entre los 18 y los treinta, explicó la psicóloga, el tiempo de la naturaleza dejó de ser una limitación en la toma de decisiones ya que dado el avance tecnológico hoy se cuenta con diversos tratamientos, como por ejemplo el congelamiento de óvulos, que permite poder tener un hijo a los cincuenta años.

Para entender el corrimiento en el rol tradicional que siempre ocupó la mujer, hay que remontarse a dos períodos históricos destacó la profesional, por un lado, a la época de la segunda Guerra Mundial. Como consecuencia de la contienda bélica, Europa se queda sin hombres, sin embargo la economía debía seguir funcionando, esto habilitó a que la mujer tuviera que empezar a incursionar en ámbitos laborales en el que antes solo ingresaban masculinos para sostener al mundo.

Por otro lado, otro cambio que vino a reconfigurar la relación de la mujer y su maternidad, fue el surgimiento de la pastilla anticonceptiva, alrededor del año 1950, con este invento aparece un amplio margen de elección para la mujer; que sea ella misma quien administre y decida, porque hasta ese momento el único que podía acceder a métodos anticonceptivos, si quería hacerlo, era el varón ya que en ese entonces solo el preservativo masculino existía. Estos sucesos vienen a cambiar la estructura de la mujer y su rol en la maternidad, por ende, el modo en cómo se organiza el ámbito familiar.

Frente a todas estas nuevas demandas aparece la necesidad de que la mujer se inserte en el mundo económico y realice actividades productivas, dejando de lado este mandato pre establecido y posponiendo la maternidad, y el rol de criadora.

Cuando la mujer empieza a descubrir su capacidad de producción y comienza a generar sus propios recursos, reestructura toda la institución familiar, por lo tanto también se ve modificada su relación con el varón, ya que hasta ese momento, era el hombre el único encargado de mantener a la familia, cosa que generaba cierta relación de dependencia. Con la inserción de la mujer en el ámbito laboral, el hombre pierde la figura de único proveedor. Teniendo en cuenta que el mundo actual cada vez se mueve en base a mayores necesidades, donde el consumo es lo que rige y sostiene a la sociedad, la mujer también se ve obligada a trabajar en busca de una fuente de ingreso, y los gastos empiezan a recaer sobre los hombros de ambos, hombre y mujeres.

Frente a todo este panorama, en el que la mujer ya no se queda en el interior del hogar realizando tareas domésticas surge la problemática, ¿qué lugar ocupan los hijos? A raíz de esta falta, aparecen las primeras instituciones para contenerlos: las guarderías. Surge “la tercerización de la crianza”, figuras sustitutas ya sea abuelas, niñeras, cuidadoras, jardines, es decir, diversas imágenes, ya sea de la familia o educativas que vienen a suplir lugares antes ocupados por la madre, y pasan a hacerse cargo del niño.

Según destacó la psicóloga, no es recomendable la separación del niño con su madre a tan temprana edad, ya que es necesaria la existencia del vínculo que se establece entre ellos dos, sobre todo en los primeros meses de vida, cómo este se desarrolla y se va consolidando repercutirá en la vida de aquel niño en el futuro.

Otro factor a mencionar en este nuevo paradigma, es el papel de las nuevas realidades táctiles propuestas por la tecnología que “simulan” un vínculo, cuando lo que hay es carencia de una verdadera presencia. Lo virtual toma peso porque pasa a reemplazar otras cosas, cambian los paradigmas, y es el mismo escenario el que impulsa a que aparezcan otras formas, otros medios, y modos de crianza. Hay una cultura existente que convive con distintas miradas frente a cómo debe ser la crianza. La psicóloga Bono manifestó que en un momento se quiso hacer creer que el niño puede ser un ser totalmente independiente, es más, se generaron hasta pautas de crianza que indicaban que este tuviera su lugar, con su habitación para que desde el principio experimente que es un ser distinto de su mama. La profesional destacó frente a estas posturas, la importancia de volver a lo natural, ya que el vínculo irreemplazable que se genera entre la madre y su bebé, es el contacto que necesita originalmente. Toda esa separación que se pretendió dar en estos últimos cincuenta años, trajo como consecuencia seres, que a diferencia de lo que se pensaba, son individuos que no pueden comprometerse ni forjar ningún vínculo consolidado, explicó la especialista.

Es de mucha importancia el establecimiento de la relación fuerte y sostenida, donde la madre aparece como la figura donde el bebé afianza un vínculo afectivo, y es ese el molde original sobre el cual se van a establecer las futuras relaciones. Primero se desarrolla desde un lugar pasivo, pero luego eso se reconstruye y se transforma en el comportamiento activo con el que se desenvolverá en la vida, tanto en el establecimiento de vínculos afectivos como laborales, todo lo que signifique comprometerse con algo, es decir, que implica asumir responsabilidades, y frustraciones.

Es necesario comprender que hoy la sociedad es otra, todo se ha visto complejizado. Las necesidades actuales, no son las mismas de antes, el antiguo modelo sería imposible de sostener en la realidad de ahora. Sin embargo resulta de gran importancia que al momento de que la mujer decida ser madre, si es que es su elección y deseo, se pregunte a sí misma ¿por qué quiero tener un hijo? , destacó la psicóloga, porque el criar es una de las actividades más nobles que puede haber; y a partir de esa enseñanza recibida se generará el comportamiento humano de otro ser en el mundo.