Por Diego Caputo

Un comedor de la zona noroeste fue desvalijado completamente aprovechando la falta de luz en el lugar por los robos de cables. A pocas cuadras hay apostado un puesto de la Gendarmería Nacional. En el lugar se alimentan más de 200 familias.

El merendero –donde también se sirven cenas y desayunos varias veces a la semana- se ubica en el corazón del asentamiento Cullen, en inmediaciones de Cullén y Garzón. Hasta allí acuden constantemente a alimentarse unos 150 niños y niñas, y algo más de 200 familias. Los constantes robos del cableado de luz y las calles a oscuras facilitan el robo hormiga. En las últimas horas los delincuentes se llevaron desde las chapas, los tirantes hasta las mesas y sillas del comedor.

Gendarmería está apostada en un puesto ubicado en Cullen y Sorrento, una de las entradas al barrio Los Pumitas. De noche es inexistente la vigilancia en el corazón del asentamiento.

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Mariana Segurado, una de las impulsoras del comedor sostuvo que “en general todo el tiempo en nuestro barrio hay robos” y subrayó que sobre todo los delincuentes buscan sustraer los cables de luz. “Nuestro barrio está a oscuras todo el tiempo. A la noche se aprovecha esta situación de que no se ve nada y nadie quiere ingresar al barrio, para avanzar con estos robos que son en escalada”.

“Esto pasa en nuestro merendero y también en los negocios cercanos y a los vecinos”, describió a Conclusión la docente, añadiendo: “Todo lo que está a mano se llevan con impunidad y la complicidad de la oscuridad”. Fue así que en desde un viernes a un domingo el comedor fue saqueado completamente. “Se terminaron de llevar el domingo lo que no pudieron antes”, dijo.

“Dejamos de usar cables de los que se utilizan comúnmente en cualquier vivienda y ya nos conectamos con unos especiales para que no se los roben. Ya no hay manera de tener luz en los barrios”, detalló.

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Estábamos soñando con techar el segundo piso del lugar donde iba a ser una aula de informática. Donde los chicos iban a tener una biblioteca y computadoras para estudiar. Nos dejaron sin ilusión porque nos costó un montón comprar las chapas y los tirantes. Un dolor general por todos los que aportaron su granito de arena para ayudarnos” se lamentó Segurado.

Al espacio asisten asiduamente decenas de familias a comer y también a actividades deportivas y culturales. A ello se suman talleres de prevención de adicciones y violencias.

 

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“Nosotros tenemos 150 niños y 200 familias, y a las familias hay que multiplicarlas por un mínimo de 3 personas por familia. Es bastante. Hacemos lo que podemos y con lo que tenemos. A veces logramos asistir a todos, otras veces mucha gente se va sin comida. Hasta donde nosotros tenemos siempre entregamos” reflejó la fundadora.

En ese marco –y según pudo saber Conclusión– desde Desarrollo Social de la provincia se comunicaron telefónicamente este lunes para ofrecer algún tipo de asistencia. Lo mismo hicieron desde la Municipalidad de Rosario. “Se están acercando, al menos por teléfono, ofreciendo ayuda”, dijo Segurado.