Por José Odisio

Nochebuena. Doce de la noche. A la hora del brindis los deseos personales surgen espontáneamente. Algunos tiene que ver con la salud, otros con el bienestar familiar, otros con lo económico, algunos con el amor, o tal vez con aquellas cosas simples que a veces son la diferencia a la hora de ser felices o no. Y en el pueblo leproso el ritual es el mismo, pero tiene siempre un agregado que está impulsado por ese corazón rojinegro que se privilegia ante todo.

Obviamente a la hora de levantar la copa y brindar, los pedidos son distintos, algunos más ostentosos, otros más simples. Algunos irán por todo y se ilusionarán con un título. Otros irán por el lado de los refuerzos y soñarán con algún regreso con aristas de imposible. Y los menos optimistas, o por decirlo de otra manera, los más realistas, se conformarán con el deseo de un 2016 mejor desde lo deportivo.

Nochebuena. A la espera de Papá Noel, que en este mundo globalizado pasó a ser Santa Claus, o sólo Santa. Las cartitas se fueron el 8 de diciembre y la espera por los regalos eleva las pulsaciones. Portarse bien fue clave, aunque los que no lo hicieron también se ilusionan. YU en el mundo leproso cada uno tiene sus propias expectativas.

La dirigencia sin dudas espera que aquellos refuerzos por los que están negociando de pronto sientan el espíritu de la navidad y dejen de lado sus altas pretensiones económicas para llegar al Parque. Seguramente también aguardarán que la novela de Scocco tenga un final sin secuelas. Con Nacho fuera o dentro del Parque, las consecuencias pueden ser duras para la dirigencia. Habrá que esperar que la magia de Santa y el buen sentido de dirigentes, jugador y representante entienda que es lo mejor para Newell’s. Y el tercer ítem pasará por el clásico, una deuda pendiente de esta directiva que en 2016 es una obligación marcada a fuego.

Lucas Bernardi también levantará la copa. Esta es más pesada que aquellas que tuvo en sus manos en 2013. Esta vez cuesta llevar la mochila y por eso los deseos tienen un valor superior. Y en la carta, mejor dicho en la lista del entrenador hay una prioridad: un zaguero de jerarquía. Tal vez espere por Juan Manuel Insaurralde u otro de los primeros de la nómina que hizo. Y esta vez se ilusiona que Papá Noel no venga como otra veces con un regalo mediopelo que consiguió sobre el final cuando todos los negocios estaban cerrados. También el ex capitán se ilusionará con un mejor presente deportivo, aunque ahí Santa puede hacer poco, esa responsabilidad pasa más por su propia persona. El tercer deseo: el clásico, no puede faltar.

Queda el hincha. El que siempre está. El que sufre y también disfruta. El que exige el mejor regalo, pero no claudica si no llega. El incondicional. El que se aferra a su corazón leproso y nunca pierde la esperanza. Sin dudas el primer deseo será un título. Tal vez recordará aquella Navidad de 2012, cuando rogó por levantar la Copa, y el deseo se cumplió. Entonces, ¿por qué no repetirlo? También esperará por ver un Newell’s digo dentro de la cancha. Que entregue fútbol, pero que no negocie entrega. Y al igual que dirigentes y entrenador pedirá por el clásico, un regalo pendiente que espera recibir en 2016. Al fin y al cabo, es Navidad, y todo puede pasar.