Por Matías Colagioia

El caso del “Globo Chino” derribado el día cuatro de febrero nos puede llevar a consultarnos sobre cómo está organizado el sistema internacional, sobre qué pasa cuando dos o varios países tienen conflictos, como en este caso lo son Estados Unidos y China, que ya sin dudas son los dos países más relevantes de la geopolítica actual.

Para responder a esta pregunta de manera muy breve recordaremos que la Organización de Naciones Unidas (ONU), que reúne a 193 de los 197 países reconocidos en el mundo, contiene varias instancias políticas de decisión, que tiene por principales órganos a la Asamblea General donde están todos los países y el Consejo de Seguridad integrado de forma permanente y con poder de veto, sólo por cinco miembros Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China. El verdadero “gobierno” de la ONU está dado en el Consejo de Seguridad que decide que legitima y que puede vetar con el voto de cualquiera de sus permanentes. Un mundo diagramado para que tengan la última palabra los ganadores de la Segunda Guerra Mundial, que pese a sus múltiples discrepancias, no parecen interesados en ceder un ápice de su poder a los “más chicos”.

Como vemos cualquier inconveniente entre cualquiera de los cinco que integran el Consejo de Seguridad es, en términos jurídicos internacionales, una pelea entre “iguales” ya que cualquiera de ellos tiene poder de veto a las decisiones del resto de países. Si, el conflicto es entre cualquiera de los otros 188 y uno de los cinco deberá buscar alianzas con alguno de los otros miembros del Consejo de Seguridad o esperar que el conflicto con uno de los grandes, casi por cadencia natural, suscite las “simpatías diplomáticas” de alguno de los otros miembros permanentes del Consejo, cosa habitualmente frecuente por las permanentes pugnas entre ellos. Este brevísimo repaso es para que tengamos presente que es un mundo sometido al tutelaje de estos cinco.

Ahora bien, más allá de esta efímera e incompleta reflexión sobre la estructura jurídica internacional, hay que darle una vuelta de tuerca más. Pensemos que hasta hace menos de una década el gran ganador, dentro de los cinco ganadores fue sin lugar a dudas Estados Unidos. Desde su lucha contra la Unión Soviética por la hegemonía, que concluyó con su aplastante victoria, hasta nuestros días donde se cuestiona en varios planos el industido predominio que tenía este país en muchos aspectos, Estados Unidos fue el gran defensor de la Democracia y los Derechos Humanos.

Intervenía a países militarmente para llevarles democracia. Se “preocupaba” por cualquier amenaza a la “libertad” en cualquier parte del globo y le hacía llegar su “preocupación” a los dirigentes locales, que no es más que un bello eufemismo para decir que amenazaba y extorsionaba (lo sigue haciendo con la misma intensidad solo que su predominio esta discutido ahora) a todos los dirigentes del globo.

Llegados hasta aquí tenemos que seguir diciendo, que no es lo único y que debemos profundizar el análisis. Esto que estamos por decir puede ser malinterpretado o tergiversado pero creemos que más allá de las complicaciones y dolores de cabeza que puede traer, es siempre necesario poder pensar fuera de ciertas verdades que tenemos como reveladas. Los Estados Unidos no solo hicieron y hacen todo lo que dijimos, sino luego de las dictaduras del Plan Cóndor que ellos mismos instalaron, fabricaron democracias que replican su sistema político jurídico.

Partidos políticos que con posiciones en apariencia y de forma marketinera antagónicas luchan por llegar al aparato del estado y que una vez que llegan o bien asumen una postura impotente para cambiar las cosas o bien parecen convalidar la decadencia casi permanente que tenemos en nuestras sociedades desde fines de la década de los 70. Podemos poner como excepción regional a la primera década y media del siglo XXI que, a grandes rasgos, para nuestra región fue un repunte en indicadores económicos sobre todo.

Hay un sistema jurídico que se denomina «interamaricano», que obliga a todos los poderes del Estado a adecuarse a sus resoluciones, casualmente con sede en Washington, pero que no puede controlar a Estados Unidos porque ellos no firmaron casi ninguna de las resoluciones del Sistema Interamericano. Nadie discute la necesidad de que Latinoamérica se aboque a una vigilancia estricta y a un compromiso inextinguible en la defensa de los derechos humanos, ahora eso nos puede impedir pensar que no es coincidencia que este sistema partidocrático es un sistema de coloniaje hecho a gustó y piacere de la potencia mundial y regional (EEUU) que directa e indirectamente nos hace vivir cada vez más pobres, con más delincuentes, con menos industria y cada vez más atrasados.