Por David Narciso

El resultado de las dos elecciones del domingo en territorio santafesino conmueve el escenario y abre una nueva etapa para la política provincial.

Un primer aspecto que debe quedar claro, porque de lo contrario puede afectar el resto del análisis, es que el ganador fue Mauricio Macri. El triunfo de la lista de Cambiemos en 15 de los 19 departamentos y a 17 puntos de distancia del Frente Justicialista debe leerse como un voto de confianza al gobierno nacional.

Si bien la lógica de la política manda, por ejemplo, que el intendente de Santa Fe José Corral celebre el triunfo como propio, una mirada menos interesada no puede ignorar que quienes encabezaron la lista tienen aún ahora escaso conocimiento.

Macri y los que lo votaron

Los 737 mil santafesinos que eligieron esa lista no lo hicieron por Corral, Laspina o Cantard sino por Mauricio Macri. Lo contrario es creer que fue Esteban Bullrich y no Macri + Vidal quienes superaron a Cristina en Buenos Aires.

De hecho todo el armado de la campaña del oficialismo apuntó a ese objetivo: un baño de votos propios para Macri y no “prestados” como ocurrió en el balotaje que lo puso en la Casa Rosada. Para eso se desplegó una estrategia publicitaria nacionalizada y basada en la marca. Y para el armado político se priorizaron candidatos del PRO o se aplicó bolilla negra y como contrapartida se concedieron nombres desconocidos, sin proyección política personal, de modo de anular padrinazgos provinciales. Éste último fue el caso de Santa Fe.

En Santa Fe triunfó la marca Cambiemos, lo que permite una conexión directa, sin mediación ni mediadores, entre la figura del presidente y esos 737 mil santafesinos que lo votaron. Esto le deja las manos libres para decidir a su gusto y conveniencia forma y figuras con las que buscará alinear la provincia en 2019.

José Corral no sólo no es PRO, sino que el domingo resultó lastimado por la derrota en su propia ciudad. Su lista de concejales cayó por más de 8 puntos. Quería ese triunfo en el pago chico para lanzarse como candidato a gobernador en Santa Fe. La derrota no anula su potencial postulación, pero lo pone en desventaja antes de empezar. Excepto que le ocurra lo de Jorge Boasso que no pudo competir, como mínimo a Corral le espera una interna para dirimir una candidatura con el candidato que elija la Casa Rosada, entre los que podrían estar Luciano Laspina, Roy López Molina o algún otro PRO puro.

El Frente se resetea

El Frente Progresista probablemente tuvo su última elección como tal. El propio gobernador adelantó que el espacio será reconfigurado y relanzará su gestión.

Lifschitz destacó que el Frente Progresista hizo una buena elección a nivel de comunas y municipios. Dejó flotando la idea de que mientras la elección de diputados representaba un aval al gobierno nacional, el triunfo del Frente en 160 comunas, 22 Concejos Municipales y 6 de las 12 intendencias en juego obedecía a la llegada de su gobierno.

La contracara es el tercer y lejano puesto en la elección de concejales en Rosario, que posiciona a Cambiemos como una amenaza muy real para 2019. Es difícil imaginar que el socialismo pueda renovar en la provincia sin imponerse en Rosario. Para que eso ocurra debería producirse una reconfiguración drástica de la alianza gobernante, de modo tal que le permita conquistar otras porciones de electorado que le compensen la pérdida por derecha y por izquierda en Rosario).

Los que se quedan y los que se van

No es sólo que se desgrana el voto histórico del socialismo en Rosario, sino la situación de la UCR en Santa Fe. Es inminente el despeje del gabinete provincial con la salida de ministros y funcionarios de menor rango vinculados a José Corral. Pero eso es lo de menos. La cuestión es de fondo: qué radicales se van a Cambiemos definitivamente (todos están siendo tentados) y qué radicales pueden ser contenidos por el Frente Progresista o la alianza política en la que evolucione.

Intendentes y senadores radicales a lo que les da lo mismo estar con unos o con otros, tratarán de estirar las definiciones hasta la hora de armar las listas en 2019. Hasta tanto intentarán sacar provecho del tironeo entre provincia y Nación.

El gobernador por ahora sólo dio indicios de convocar “a sectores sociales, figuras de la sociedad civil, entre otros”. Evitó referencias a otras fuerzas políticas, que serán necesarias para compensar la pérdida de volumen en caso de que la sangría radical continúe.

En el radar siempre está esa base de gobernabilidad que tejió Antonio Bonfatti con sectores legislativos del peronismo cuando se hizo cargo de asumir el gobierno con minoría en ambas cámaras. Hoy no es posible visualizar cómo se podría traducir ese entendimiento parlamentario a una herramienta electoral.

Los próximos dos años en Santa Fe estarán atravesados también por el deseo del gobierno provincial de reformar la Constitución. La llave para avanzar está en manos del justicialismo, pero el primer paso tiene que ser el consenso dentro del socialismo en particular y del Frente en general. La bendita cláusula de reelección y sus posibles condiciones marcarán ritmo, humores y futuro de las negociaciones.

La unidad y sus matices

El justicialismo dio una muestra de unidad notable si se la compara con el resto del país y su historia reciente en la provincia. Logró ir en un mismo frente electoral y la sangría de votos entre la primaria y la general no fue el desastre que se auguraba.

Además tiene un candidato para dar la pelea en 2019. No es la candidatura en sí de Omar Perotti, sino la perspectiva de que hay un futuro competitivo. Y se sabe que un futuro es la principal mercancía que ofrece la política.

Sostener en el tiempo la unidad conseguida para esta elección demandará trabajo y paciencia.

Los bloques de poder que sustentan al PJ santafesino no siempre encastran. En primer lugar la figura de Perotti genera tiranteces por sus formas de construcción, sus intervenciones selectivas y su distancia cuando no juega él, como acaba de suceder con las candidaturas a diputados nacionales.

Agustín Rossi representa un segundo núcleo de poder. Su triunfo en la interna sobre la lista de Alejandra Rodenas apadrinada por los senadores del PJ, sumado a su peso sobre el peronismo de Rosario, cotiza alto. Su techo electoral está clavado apenas por encima de los 300 mil votos pero, con la excepción del propio Perotti y María Eugenia Bielsa en algún momento, no hay quienes tengan más para ofrecer.

Otro bloque de poder es el que conforman los senadores. Su base es el territorio, pero chocan con dos problemas: primero que en conjunto no logran proyectar una figura provincial competitiva; y segundo que sumados los 11 departamentos representan, en votos constantes y sonantes, una porción minoritaria del padrón electoral al estar Rosario y La Capital en manos del Frente Progresista.

Acecho al voto peronista

Al igual que el Frente Progresista, nubarrones acechan al justicialismo santafesino. Los senadores peronistas son 11, y sólo los 3 de los departamentos menos poblados se salvaron de la ola amarilla.

Otro tanto ocurrió con Perotti. En sus bastiones, el departamento Castellanos y la ciudad de Rafaela, el peronismo fue arrasado por Cambiemos. Si 51% parece mucho para Diputados, qué decir del 60% que obtuvo la lista de concejales. La del intendente Castellanos apenas 20%.

Cambiemos no sólo introdujo una potente cuña en el electorado del Frente Progresista (particularmente sectores medios y medios altos de Rosario y de localidades vinculadas a la ruralidad) sino también, aunque en menor medida, en el justicialismo, en particular en el votante de centroderecha. Un llamado de atención para Perotti en particular y el justicialismo en general.