Por Carlos Duclos

Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros (Herman Hesse)

La imagen de la psicóloga “feminista” y funcionaria Marina Verónica Breslin, en la que se la ve disfrazada de Virgen María y abortando a Jesús en medio de un charco de sangre, tomada durante la marcha que se hizo en Tucumán por el Día de la Mujer, ha despertado indignación no solo entre los fieles de la Iglesia Católica, cristianos en general, sino en los creyentes de otras religiones y ateos respetuosos del pensamiento del prójimo en tanto y en cuanto dicho pensamiento o idea no cause daño o lo perturbe.

El enojo, claro, fue más patente en los comentarios de los católicos practicantes. El arzobispo de Tucumán, monseñor Horacio Zecca, dijo en un comunicado que “los hechos agraviantes no solo son agresivos para todos los creyentes, sino también, para la dignidad de la mujer”.

Un curita de pueblo, Leandro Bonnin, que se dice admirador de Messi, ensayó una carta para esta chica en la que habla de su enojo, de su tristeza por el hecho consumado por ella y sus ayudantes “feministas”.

El cura dice en la misiva esta mujer de “una mezcla de indignación y tristeza que, esta vez, no consigo serenar fácilmente”, y añade que “aunque a esta altura de los hechos ya casi nada nos sorprende, he de decir que esta vez el agravio vuelto blasfemia ha superado todo límite. Una blasfemia con todos los inconfundibles signos de lo diabólico, por su malicia, su perversidad, y por sobre todas las cosas por el odio hacia María”.

El amor ausente

Tras estas palabras reivindica a la Virgen como emblema del feminismo, y sostiene algo que puede ser el punto del asunto: “es posible que el amor verdadero y gratuito no haya visitado tu vida” . Y este, y no otro, parece ser el nudo (gordiano) de la cuestión, el camino por el que se llega a comprender el por qué de la acción de cierta gente que anda por el mundo cargando un resentimiento, un rencor, un odio, que es efecto a veces de vidas oscuras, tristes, vidas con circunstancias grises y negativas que no han sabido, no han podido o no les ha interesado canalizar por el camino de la luz.

Y así como de “los arrepentidos se sirve Dios”, así también de los que caen en el resentimiento se sirve el diablo.

Tratar de comprender el comportamiento de esta mujer por la vía de la razón o del sentido común, en el marco de los parámetros de las normas fundamentales y ordinarias, que regulan el comportamiento humano, es una tarea vana, porque la patología mental no puede ser entendida por el hombre común por esa vía. Procurar establecer como sendero de comprensión de los hechos lo demoníaco, puede estar reservado a los creyentes, pero el hecho en sí mismo solo puede ser comprendido desde el punto de vista psicológico y por la presencia de un disloque, una aberración en ese aspecto. Y tal desfase no es producto sino de la ausencia del amor en la vida, o de golpes emocionales no resueltos, o resueltos por un camino equivocado.

En muchas ocasiones el ser humano opta por el odio para tapar la herida que no puede cerrar, sin comprender que lo único que cicatriza la laceración es el perdón precedido a veces por la comprensión y aceptación de los hechos. Desde luego, esta actitud demanda valor, sensibilidad y capacidad para saber canalizar el dolor y la angustia.

La mano del verdadero demonio, el sistema

Por lo demás, tratar de meter al feminismo o a la defensa de los derechos de la mujer en este episodio es un error, porque solo se trata de la acción de grupos afectados por sentimientos distorsionados, aberrantes. No se sabe si estos grupos lo conforman diez o un millón de personas, poco importa eso. Lo que importa es que este rencor actúa y en muchas ocasiones actúa en el poder, porque lamentablemente, y para sorpresa de muchos, lo alcanza.

¿Y cómo es posible que logre tal cometido? Porque es muy probable que el “sistema” (que es el verdadero demonio) actúe de diversas formas para que se multipliquen los resentidos mediante el método de herir a las persona e incitarla a la venganza, al odio hacia el otro, a la confrontación destructiva

Por este método, el sistema crea caos, división social, y logra el sojuzgamiento de toda virtud que lleve al hombre y a la sociedad a un estado de paz interior y paz social. Por este camino, el sistema logra la muerte de la justicia social, el aniquilamiento del orden natural, del sentido común, del amor, de la solidaridad, del perdón, del respeto, de la tolerancia, virtudes que impiden la proliferación de mentes bloqueadas y obnubiladas que necesita el auténtico demonio, el sistema, para cumplir con sus planes. Hoy, todo parece estar hecho para que el hombre sufra y canalice ese sufrimiento por la vía del odio y la violencia.

Desde este punto de vista, la parodia que protagonizó esta mujer puede ser interpretada, también, como la imagen del “amor” abortado por una sociedad en gran medida poseída por el odio y la venganza ¿Acaso el bien y la verdad no están siendo asesinados? Y hasta es posible que esta psicóloga, sin saberlo, haya obedecido al mandato de su subconsciente (como tantas otras personas) significando con su actitud que ella misma, como ese Jesús parodiado, ha sido abortada por el mal. A ella misma, como a tantas personas, es posible que la ausencia del amor, la violencia, la injusticia, circunstancias ensombrecidas, le hayan impedido vivir sin ese rencor adentro que al único que mata es al que lo carga.