Por Carlos Duclos

La dignidad de la vida de cualquier ser humano, especialmente de aquellos que son más vulnerables, que están más desprotegidos, no puede ser obviada por ningún gobierno, menos aún estar supeditada a otros intereses, y mucho menos  negociada por la oposición. El impuesto a las ganancias aplicado sobre los salarios de los trabajadores, de los jubilados y de los pequeños monotributistas y autónomos, es lisa y llanamente una injusticia, una canallada que pone la vida del Estado por sobre la del hombre. Una canallada. No encuentra quien escribe otra definición para tal actitud.

Pero si además a este accionar, que sumerge al que menos tiene, se le suma la mentira, entonces la escena se vuelve harto despreciable y quienes la ejecutan y complacen deben ser despreciados. Las promesas se hacen para ser cumplidas y sería oportuno y justo que en un acto de grandeza el presidente Macri cumpliera con su promesa hecha en la campaña…ya.

La dignidad de la vida humana, la vida del prójimo no puede negociarse… nunca. Ni en el seno materno, ni en la circunstancia cotidiana que determina parte del destino de un trabajador, de un emprendedor y su familia, ni en el último suspiro  frente a la muerte. Todo lo demás es pura hipocresía.

Debe haber dignidad en el que da para que quien reciba se vuelva digno. Pero lamentablemente a muchos gobernantes de siempre en este país les cabe aquello que decía Borges: “la dignidad que te falta, te deja mucho espacio para que entre toda esa pelotudez que te sobra”. Lo siento, y me hago cargo.

A medida que corren los días se va corriendo el velo y la verdad se muestra tal cual es. Siempre sucede así, porque como bien se ha dicho «no hay nada oculto que no haya de ser manifestado». Lo cierto es que el anunciado beneficio vinculado con el Impuesto a las Ganancias no ha de ser tal,  y todo es no más que un bótox mediático de mala calidad que no alcanza a disimular las arrugas que quedan en los bolsillos de los asalariados y de los pequeños  autónomos y monotributistas quienes, para colmo, no tienen representante que los defienda. Ni hablar de los jubilados, muchos de los cuales, por obra y desgracia del nuevo régimen, ahora también pagarán el injusto tributo. Y esto último lo anunció por estas horas en un informe nada menos que el diario  Clarín (¿miente?).

Es que las cosas son así, más allá de las medidas anunciadas con bombos y platillos por Macri,  porque se anuló el decreto 1.242 del año 2.013, con lo cual casi un millón de trabajadores beneficiados por ese decreto ahora pasarán a tributar. Los solteros que perciben salarios de 18.000 pesos y estaban exentos ahora deberán pagar. No son los únicos.

Peor la llevan, como se dijo, los pequeños autónomos (muchos de los cuales fomentan las fuentes de trabajo) quienes aun cuando se vieron «beneficiados» con una suba del 170% del mínimo no imponible, tributarán  Ganancias a partir de los 84.636 pesos  anuales, o 7.053 pesos por mes.  El presidente  del Instituto Tributario, César Litvin señaló, con acierto, que “los autónomos siguen siendo discriminados con menos deducciones que los asalariados. A igual ingreso, termina pagando mucho más. Es algo para lo que no existe ningún fundamento legal“, dijo.

Pero hay un dato cierto e incontrovertible: hubo una devaluación feroz desde la liberación del dólar  con la consecuente estampida inflacionaria. Como consecuencia, son de justo rigor las paritarias que los gremialistas piden «sin techo». Un aumento en los salarios del treinta por ciento llevará el salario bruto a montos  que determinará que muchos trabajadores que no pagaban el injusto impuesto ahora deberán hacerlo.

Un comunicado que anda circulando por todas partes y que «algunos» no quieren ni siquiera leer, sostiene que «antes de decreto 1.242 pagaban ganancias 2.500.000 trabajadores, luego del decreto la cantidad se redujo a 1.500.000. Con el nuevo régimen se retorna al pasado, al esquema anterior al año 2.013, sólo que los montos se han ajustado por la inflación y más gente pagará ganancias». Incluidos más jubilados, por supuesto.

Y entre quienes no se quieren dar por aludidos como se debe sobre esta injusticia social, sobre esta calamidad para cientos de miles de argentinos y sus familias, están algunos conocidos gremialistas del orden nacional, entre ellos el señor Hugo Moyano (aunque no el único, claro), quien en el pasado levantó el estandarte del derecho de los trabajadores sosteniendo con fuerza que el salario no es ganancia, pero que ahora parece haber perdido  la firmeza para sostenerlo como se debe.

En fin, que todo en rededor de Ganancias por estas horas es una verdad relativa y, por tanto una  desgraciada mentira.