Por Jorge Rachid

El mundo que conocimos hace 20 años atrás, no existe más. Lo que antes identificábamos como factores externos de agresión colonial, económica y cultural, las designaciones como Imperialismo, Neoliberalismo, colonialismo y otras denominaciones, han quedado difuminadas frente a un enemigo sin rostro, amorfo, supranacional, que toma decisiones, que se imponen a nivel internacional, que van desde los mercados globales a la salud mundial.

Los estados nación que surgieron después de la etapa del feudalismo y que se afianzaron conceptual y económicamente como países soberanos, están siendo borrados por estrategias financieras, mediáticas y militares, que tienden a su pérdida de identidad nacional. Su transformación en estados fallidos, poniendo en discusión sus sistemas de representación, que cuestionan la democracia, tal cual es hasta hoy, permitiendo que gobernantes con el 6% de reconocimiento popular, sigan gobernando en base a la represión y el disciplinamiento social, como en el caso de Chile.

Pero si esos mecanismos no funcionan, siempre está lista la solución militar, golpista, brutal e inhumana como en Bolivia, en una medida ejemplificadora sobre América latina, en la fijación de límites permitidos, por el enemigo, a los funcionamientos, antes soberanos de los países.

La financiarización de la economía, es decir producir dinero con el dinero, en donde los conceptos de inversión, producción, bienes y servicios queda subsumido a los sistemas financieros, que encadenados en la globalización de los Mercados, sufren golpes ocasionados por especulaciones, generadas en ámbitos desconocidos para el común de los pueblos.

Esos golpes repercuten, en forma amplificada en los países, con eje en la macro economía, naturalizando conceptos que están lejos de los pueblos, como riesgo país, déficit fiscal, equilibrio financiero, crisis externa, bolsa de monedas, entre otras tantas diseminadas por los medios, como si fuesen el bozal de la vida de los pueblos, que siempre son los dueños de lo único que conocen, que es la sucesión de ajustes y los retrocesos en la calidad de vida.

El ser humano ha desaparecido del radar de la construcción, en el imaginario común de los seres humanos, en una avanzada cultural que ha sido dominante y lo sigue siendo, que cultiva, desde el individualismo a la diáspora social, desde el racismo a la meritocracia, avanzando sobre los modelos educativos y destruyendo los ejes solidarios de salud y previsionales. Esos modelos solidarios son reemplazados por sistemas de lucro, que segmentan socialmente, entre integrados y excluidos.

Entonces estamos ante un nuevo mundo, con otros actores, con sistemas de representación gastados e inútiles, ante la aparición de nuevos actores innominados, ocultos, transfigurados en personajes patéticos como los gobernantes payasos, verdaderas marionetas de los últimos años, desde los Bolsonaro a Macri, desde los Salvini en Italia al cómico profesional, presidente de Ucrania. Todos ellos fabricados en usinas clandestinas de poder hegemónico global, constituido desde banqueros hasta millenian cibernéticos, para quienes el mundo, es un gran tablero de ajedrez de negocios y materias primas.En donde si pueden avanzar con democracia mejor, pero si ésta falla, el juicio político lo desplaza, lo encarcela, lo envilece, frente a la opinión pública al Líder que se atrevió a romper “lo políticamente correcto”, lo pautado y guionado por los dueños del poder.

Entonces la pregunta del millón es como pararse ante esta realidad, como enfrentar los desafíos nuevos con armas viejas, como enarbolar consignas del siglo XX, en los nuevos tiempos que han superado categorías definidas, que ya no existen?

Sin dudas también los pueblos han generado nuevos actores, como los trabajadores del trabajo informal, los movimientos sociales, la organización en el marco de la Comunidad Organizada. Pero el enemigo también juega sus fichas con las ONG financiadas a distancia, las iglesias sectarias, que llaman al odio, diseminadas en las barriadas humildes, la especulación como derrota del concepto del ahorro, la estimulación de narco menudeo y hasta los atentados de falsa bandera adjudicados al terrorismo, todo producto de la usina mediático financiera del enemigo oculto.

En medio de la confusión global, sólo el Papa Francisco alza su voz contundente, en el mundo del descarte de los seres humanos, del desprecio a la vida, de un capitalismo voraz, inhumano y cruel, con una acumulación de riquezas que haría a Jesús bajarse de la cruz, a Mahoma seguir luchando en Medina y a Moises volver al subir a la montaña a pedir nuevas instrucciones, porque las Tablas quedaron rotas.

Esta realidad enfrenta el gobierno nacional y popular que debe nuevamente calmar las aguas en un mar de tiburones, pero que si no lo hace con un diseño estratégico que supere este marco restrictivo, solo podrá producir medidas defensivas, sin poder avanzar hacia un Estado de Justicia Social, más allá del bienestar transitorio que pueda llevar al pueblo.

Nuestro gobierno está bajo ataque desde antes de asumir, su actitud frente a las catástrofes encontradas es repararlas, en especial la humanitaria del hambre, los niños y los jubilados, más los endeudados, mientras pulsea por una deuda ilegítima y canalla. Si esas medidas paliativas las encadena con los desafíos estratégicos, que permitan al conjunto del pueblo vislumbrar un camino de consolidación, el campo popular organizado, permitirá superar la asimetría de fuerzas que hoy encuentra el gobierno.

Ninguna discusión estratégica debería estar fuera de agenda, desde los servicios públicos recuperados para el estado, hasta una nueva ley de tierras que asegure soberanía, desde una Argentina Bicontinental con una política de Defensa nacional que incorpore al ideario de Patria a las FFAA, hasta una Nueva Constitución.
Repensar un nuevo estado que dé respuestas a la demanda de la hora, ya que el viejo, está carcomido por la intrusión de los factores de poder hegemónico.

Cuente el gobierno con el apoyo del pueblo, movilizado y esperanzado con la alegría de un nuevo comienzo, cuando avance aún más, en plantar cara al enemigo, que descree de los pueblos y piensa que desde su armado estructural, puede vencer la conciencia histórica de Patria Grande de los argentinos.