Por Carlos Duclos

Es difícil comenzar esta brevísima columna de opinión, es difícil escribirla. Tal vez sea porque para algunos hechos dramáticos en la vida de los seres no existen palabras que puedan expresarse. Por eso perdonará el lector si se comete aquí el pecado de ciertas violaciones a las reglas periodísticas. En el mismo instante de escribir este texto, Mauro Mansilla, el policía baleado por un delincuente, ha muerto y en la suprema angustia quedan su esposa, su hijita de dos años y demás familiares.

También están conmovidos por el suceso, del que se informa aparte, muchos de sus compañeros y el plantel de periodistas de Conclusión, pues Mauro realizaba un curso de criminalística al que asisten también periodistas de este diario. Por las circunstancias que rodearon al hecho, bien puede decirse que el del policía fue un acto heroico. Su vocación de servicio lo llevó a perseguir al malviviente.

Es lamentable tener que informar que otra tragedia ha ocurrido en Rosario. Es muy penoso y enoja aceptar que siguen los robos, los actos de violencia y toda la zaga, que no tiene fin, de actos delictivos que tienen a la sociedad en vilo. A propósito de todo esto, es hora de que tanto periodistas como lectores comprendan que cuando se informa de delitos, no se trata sólo de meras noticias, de hechos informativos, sino de sucesos que a menudo entrañan la muerte y que marcan para siempre a las personas, a las familias. Y esto debe tenerse en cuenta especialmente, porque hay una tendencia a dar por regular y parte de la vida lo que es irregular y parte de la muerte; porque la información sobre el homicidio de una persona, ha pasado a ser sólo la crónica de un medio periodístico armada con palabras. Hay que comprender que detrás de una noticia policial hay tragedias, vidas que ya no serán, y otras que no serán las mismas.

Por otra parte, es tiempo de aceptar que el delito no se atenuará si no hay un compromiso de todos los sectores sociales para poner freno a una situación que es escandalosa y moneda corriente en todas partes.

Y quien esto escribe se hace cargo de expresar, asimismo, que los funcionarios de las áreas de seguridad, sean del gobierno que sean, y pertenezcan al nivel que pertenezcan, deben dejarse de declamaciones y conferencias de prensa que terminan siendo afrentosas, burlonas y ofensivas, para poner el acento en medidas concretas, planes y proyectos que den como resultado el cumplimiento del goce de las “garantías” que tienen los ciudadanos honestos, quienes viven en el marco de la ley y quienes siempre están dispuestos, y obligados en oportunidades, a cumplir con pautas que a menudo son tremendamente injustas, pero legales (que son cosas bien distintas).

La realidad marca, con trazos indelebles, proverbialmente, que los seres honestos trabajan, cumplen con sus obligaciones como ciudadanos, pagan sus impuestos, el costo de los servicios, que a veces son verdaderas exacciones, para vivir sobresaltados, no protegidos, dependiendo de la buena de Dios para no ser víctima de la mala del Diablo. Los gobiernos: ¡bien, gracias! Es patético.

Otra tragedia, otra víctima del delito y un acto heroico protagonizado por la víctima, el policía Mauro Mansilla, que ha muerto y otra familia destruida para siempre.