El peronismo afronta una dura tarea: pergeñar una campaña que le permita a Daniel Scioli retener el poder, una carrera difícil luego de haber perdido la provincia de Buenos Aires. Por de pronto, parecería que hay quienes desde su propio equipo, por desconocimiento tal vez, le empastan las bujías.

Recomendar un libro, analizar la obra de un autor o dirigir una biblioteca, no es lo mismo que hablar de política, y mucho menos en vísperas de una elección como la que se dará en pocos días más, en la que se juega el destino no ya de un partido, que esto no sería lo importante, sino del país. Es lo que parece no haber entendido el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, quien muy lejos, claro está, de la filosofía política de barricada que acepta como principio que en ocasiones es necesario “tragarse algunos sapos”, ha mandado un mensaje nefasto, en lugar de guardar silencio, para la suerte de Scioli a la sociedad: ha dicho, según lo ha publicado en su portada el diario Infobae, a toda dimensión y color, que votó al candidato del Frente para la Victoria «con la conciencia repleta de conjeturas y reticencias».

Aquellas personas que suelen despertarse temprano, tomar la tablet y darse una vuelta por los diarios digitales del país, no habrán podido menos que exclamar ante las palabras del intelectual: ¡si esto dicen los propios, qué habrán de conjeturar los que están en duda!

Lo de González ha sido un fenomenal, indirecto y seguramente no deseado espaldarazo a Macri. Un desconocimiento absoluto (o no, quién sabe) de cómo operan ciertos mensajes en el subconsciente colectivo ¿Se podría leer subliminalmente estas declaraciones de González? Claro. Uno puede imaginar cómo las percibe la mente de algunas personas: “No es el mejor candidato”. “Puede hacer cualquier cosa en el poder”. “No es de los nuestros”. “Dudo sobre su capacidad”, etcétera. Lo de González, queda claro, no es la política y mucho menos la comunicación política y sus dichos sólo servirán, posiblemente, para auto consolarse y justificarse ante una eventual derrota.

Distinto ha sido el caso de otro integrante de Carta Abierta, Ricardo Forster, quien más templado y reflexivo ha reconocido que en realidad la provincia de Buenos Aires no la ganó el macrismo, sino que la perdió el kirchnerismo al elegir el candidato inadecuado.

En efecto, como se ha dicho días atrás en una columna de opinión de Conclusión, el candidato natural era uno de los mejores cuadros que tiene el peronismo y que contaba con la bendición nada menos que del propio papa Francisco: el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Julián Domínguez. No se le dio la oportunidad.

Scioli y el peronismo afrontan hoy un horizonte oscuro, comprometido. Comprometido sobre todo no por los aciertos del adversario (que en opinión de quien esto escribe no los tiene o no los ha mostrado), sino por los propios desaciertos, por un pésimo mensaje de campaña, por la ausencia de olfato para percibir lo que una gran parte de la sociedad quiere. Ahora, algunos dirigentes del PJ han ido hasta el búnker del sciolismo y le han pedido a éste que gire el discurso, que modifique acciones ¿Hay tiempo? En todo caso haría falta también comprender y aplicar lo que decía Perón: “Para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos”, y esto incluye, por ejemplo, cambiar el mensaje, tomar distancia de los lastres y anunciar un gabinete de unidad nacional ¿Es demasiado?