Por Carlos Duclos

Un atentado terrorista más y toda Europa ha quedado conmovida. Esta vez particularmente conmovida porque no se trata de un atentado cualquiera, pues se produce sin que hasta el momento de escribir esta columna se haya podido determinar quién ha sido. Sólo se sabe que, como informan varios diarios europeos, antes de la explosión en el aeropuerto se escucharon disparos y gritos en árabe. La Fiscalía belga sospecha que se trató en el caso del aeropuerto de un suicida o bomba humana.

Muchos países han establecido ya el alerta cuatro, que es el máximo alerta, y la conmoción viene porque después de los atentados en París en noviembre del año pasado, donde murieron 130 personas, ahora queda demostrada una sospecha que en realidad se tenía por certeza por los servicios de inteligencia: entre los migrantes que huyen de la guerra en Siria y otros conflictos en Medio Oriente, han ingresado cientos de terroristas que pueden convertir a Europa en un infierno. Por otra parte, los atentados de esta mañana en Bélgica ocurrieron sólo tres días después de que la policía belga detuviese al yihadista Salah Abdeslam, huido tras los atentados en Francia.

Como se ha dicho ya en otras oportunidades en estas mismas columnas, este es el efecto de una política no equivocada (porque no se puede hablar de equivocación cuando se trata de las principales potencias del mundo) pero sí interesada: el bloque potente occidental, con Norteamérica a la cabeza y sus poderes económicos ocultos, han devastado el único dique de contención que tenía el terrorismo y que estaba representado, fundamentalmente, por Muamar el Gadafi, en Libia; Sadam Husein, en Irak.

Y uno de los aliados de esta política interesada, basada en la avidez por el oro y no por la preservación de la paz y la dignidad del hombre, fue Europa, quien ahora paga las consecuencias. Consecuencias más angustiantes para los ciudadanos inocentes, muchos de ellos turistas, que nada tienen que ver con la voracidad de los poderes del llamado Primer Mundo.

No están exentos tampoco de responsabilidad los regímenes y líderes mal llamados progresistas, que han alentado, equivocadamente en este caso, una oleada de ingresos a Europa indiscriminada, sin revisiones, sin adoptar las precauciones básicas que son de rigor en cualquier caso. Y no están exentos tampoco de responsabilidad, quienes han confundido o confunden represión con legítima defensa cuando se trata de la guerra contra el terrorismo.

En el ojo de la observancia quedan muchos líderes europeos. Por ejemplo Angela Merkel, quien debió reconsiderar su actitud luego de que el Parlamento Alemán le cuestionara sus políticas respecto de la ola migratoria. En suma, que los parlamentarios le han dicho ya el año pasado a la canciller alemana que abrir las puertas de par en par era insensato.

Como es insensato que las grandes potencias aún no se pongan de acuerdo y actúen eficientemente en la lucha contra el terrorismo (algo que no es fácil, habida cuenta de la expansión del monstruo y su modalidad de acción). En suma, que estos actos terroristas en Bélgica ha sido anunciado por las pésimas políticas de los países del Primer Mundo y por la permisividad de muchos otros. El interrogante es: ¿qué se viene?