Por Alejandra Ojeda Garnero

En la decimoséptima jornada de debate por la muerte de Franco Casco, declararon cuatro detenidos que se encontraban en los penales de la dependencia y afirmaron en su declaración testimonial haber escuchado que golpeaban al joven de Florencio Varela la noche del 6 de octubre de 2014 en la comisaría séptima.

Sin embargo, esa noche fue una más en la seccional séptima. Como ya se ventiló en la octava jornada de este juicio, el comisario Diego Álvarez junto al sumariante César Acosta fueron convocados para asistir a los pasajeros de un colectivo de la línea 110 que había sido atacado por hinchas de Rosario Central frente al Shopping Alto Rosario. El llamado al 911 de una mujer desesperada pidiendo ayuda desde arriba del micro fue el inicio de esa incidencia.

Los registros de GPS de los móviles 4387 y 5667 indican que se movieron en las inmediaciones de la Estación Rosario Norte, pero no se detuvieron en ese lugar, sino en Ovidio Lagos entre Brown y Güemes. El comisario Diego Álvarez llegó al lugar a las 21.32, asistió a los pasajeros y al chofer del micro de la línea 110 y reportó la situación a la central 911. Tanto el llamado de la mujer que pedía asistencia, como los movimientos de los móviles y la comunicación radial del comisario a la central 911 quedaron almacenados en los archivos del 911 y se expusieron en audiencias anteriores de este debate.

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Mientras la acusación sostiene, en base a los testimonios de 13 detenidos que se encontraban alojados en los penales de la seccional séptima en octubre del 2014, que el joven de Florencio Varela fue detenido la noche del 6 en la Estación de trenes Rosario Norte, las pruebas expuestas en el juicio y que constan en el expediente demuestran y ratifican la versión de los policías.

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Sin embargo, en esta jornada, expusieron cuatro de los trece detenidos que en su declaración testimonial habían afirmado “escuchar a Franco Casco” la noche del 6 de octubre. Los testimonios de Darío N., Jonatan G., Cristian Diego M. y Lucas B., ahondaron en generalidades del funcionamiento de la seccional y sus experiencias personales en sus pasos por distintas comisarías y penales por diversos delitos. Los reiterados y frecuentes ingresos al sistema pudieron haber provocado una confusión, tal vez involuntaria, de episodios que, si efectivamente ocurrieron, se mostraron en forma desordenada y sin una precisa cronología y plagado de contradicciones en relación a la declaración testimonial que consta en el expediente. También sus declaraciones se basaron en suposiciones o deducciones que hicieron al relacionar los supuestos ruidos que escucharon alguna de esas noches, con la noticia que vieron en televisión sobre la muerte de Franco Casco. Además, ningún testigo pudo afirmar haber visto a Franco Casco, solo recuerdan vagamente haber escuchado el apellido Casco, lo cual suena al menos llamativo, ya que el joven se identificó al momento de la detención, y de la misma forma se le otorgó la libertad, con su apellido materno Godoy. Todos los testigos coincidieron que se enteraron de la muerte del joven por televisión y fue allí cuando dedujeron que se trataba del joven que había estado detenido, pero del cual no supieron dar la fecha concreta de su paso por la seccional.

Ninguno de ellos pudo asegurar con precisión la fecha de su paso por la comisaría, pues menos aún podrían recordar la fecha de detención de otra persona, ya que ellos mismos manifestaron que “todo el tiempo entraba gente detenida, era una zona de mucho quilombo por los boliches, especialmente a la noche, los fines de semana”.

Vale aclarar, y como se constató en la inspección ocular que realizaron los jueces en el penal, el pasado 23 de mayo, que tanto el lugar denominado “jaulita” como los penales 1 y 2 en los que se encontraban las personas detenidas están en la misma línea de edificación a unos diez metros de distancia, sobre un pasillo, por lo que resultaba imposible ver quien estaba dentro de cualquiera de esos espacios. Solo se podía escuchar y suponer alguna situación.

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En primer término, prestó declaración el testigo Darío N., quien actualmente se encuentra detenido en el penal de Coronda y según sus dichos en esta audiencia, estuvo detenido en la comisaría séptima “en 2012 o 2013, no recuerdo bien, estuve un año y ocho meses”, aunque no pudo precisar la fecha exacta de ingreso y egreso.

Sobre la detención de Franco Casco recordó que “estaba en el penal 2 y escuché que pedía cosas, algo para tomar porque hacía frío, café, pan o algo caliente. Le dábamos a la autoridad para que se lo pasen”, pero no pudo precisar la fecha en la que fue detenido el joven, aunque aseguró que estos episodios de golpes y gritos “se escucharon a la madrugada como a las dos o tres de la mañana, mientras tomábamos mate”, sin embargo más adelante dijo que a las once de la noche “nos íbamos a dormir”.

Ante la consulta del fiscal, sobre cómo supo que Franco Casco había estado en la comisaría, dijo que “por el noticiero”, y continuó “estábamos escuchando el noticiero y nos dimos cuenta que estuvo acá… lo dejaron como una semana y supimos cuando vimos la tele”.

También dijo que “se escuchaban gritos de dolor, te das cuenta, no es mucha matemática, es un grito desesperante, le dolía y la policía no le daba importancia al muchacho”.

Todos coincidieron en que “era un penal iglesia” y que “no se podían hacer muchas cosas”. También dijeron que “la policía siempre pega, siempre eran los mismos”, pero no lograron precisar en detalle quiénes eran los supuestos golpeadores, y confundieron a agentes del Comando, con los efectivos de la seccional séptima.

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Sobre Franco, aunque no pudo verlo, dijo que “escuché gritos de dolor”, pero no pudo ver efectivamente si lo estaban golpeando, solo lo supuso cuando escuchó la noticia en televisión.

También recordó que “te dabas cuenta que no era una persona de nuestro palo, no era como nosotros de estar haciendo macanas, era de otro pensar otro hablar. No usaba nuestro lenguaje, no era de nuestra jerga”.

El día que detuvieron a Franco Casco, fecha que no fue expuesta por el fiscal al realizar las preguntas, el detenido dijo que “escuchamos Fernando Casco, pero como no lo conocíamos, nos quedamos haciendo la nuestra”.

Luego de la noche en que supuestamente escucharon los gritos, el detenido dijo que “a los tres días se escuchó un quilombo grande afuera, y se vio por tele que fue mucha gente, pero no se quien, eran familiares seguro”, supuso.

“Nunca lo llegamos a ver, nos enteramos por el tele y todo el quilombo que hubo, pero no se mas porque me fui de traslado”, dijo, pero cuando vieron la noticia “dijimos este no era el que estaba acá y todos coincidimos en lo mismo”.

Un momento de tensión se vivió en la audiencia cuando Jonatan G., ante la lectura de su declaración en el expediente, le aseguró al fiscal en forma determinante que “nada de lo que usted está leyendo lo dije yo”.

El joven recordó que estuvo detenido en la séptima en 2015 “por un robo en la vía pública en horas de la noche. Me llevaron al penal y no pasó nada. Permanecí ahí hasta que me dieron la libertad. Me tomaron las huellas y nada más”. Pero en su declaración en el Ministerio Público Fiscal consta que estuvo detenido desde “junio del 2014 hasta el 21 de febrero de 2015”, cuando salió en libertad.

Sobre la “jaulita” dijo “primero te ponen ahí, no se si era la jaulita, te requisan y después te pasan al penal”. “Las fotos me las sacaron en la cocina donde también me tomaron las huellas”, además remarcó que “no recibí ningún golpe”. Y agregó que “siempre se escuchaban gritos, porque eran personas borrachas, a la madrugada, no escuchaba más que eso”.

Como se trataba de un penal iglesia “te recibían bien, no pasaba nada, no corría riesgo tu integridad, se practicaban cosas buenas, te corregían y yo me enfoqué en eso”.

“Cuando ingresaban las personas borrachas se ponían a gritar. Siempre entraban personas alteradas. Esto pasaba mayormente de noche”, dijo el muchacho ante el interrogatorio del fiscal.

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Pero cuando llegó el momento de contrastar sus dichos en la audiencia con la declaración testimonial del septiembre de 2015, el clima se puso tenso. Es que cuando el fiscal leyó un párrafo de la declaración que consta en el expediente, que se refiere a su paso por la “jaulita”, a la forma en que se enteró del caso Casco y sobre el comportamiento de los policías cuando comenzaron los reclamos, el joven dijo “no recuerdo que haya dicho eso, me sorprende que yo haya dicho eso que usted me está diciendo, porque a todo respondí que no”, y agregó, “me acuerdo bien que me senté ante las personas y respondí todo que no, fue rápido el trámite”, aseguró. También aseveró que “firmé” la declaración, pero “tiempo para leerla no tuve”, lo cual despierta sospecha en cuanto al contenido de las declaraciones de los detenidos.

Otro testimonio en el que se apoya la acusación, es el de Cristian M., que al responder sobre la fecha que estuvo detenido en la comisaría séptima dijo “no sé, 2017, 2015, 2014” y al ser consultado sobre la detención de Franco Casco dijo que “el tema era de madrugada, entraban detenidos, se escuchaban gritos y que les pegaban”.

“Supe que era Franco Casco porque después vinieron a tomar una declaración porque al otro día apareció muerto”, aseguró pero sin precisar fecha.

El detenido refirió que “siempre escuche que verdeguean, te cuelgan en el patio te pegan y te pegan”, y cuando el fiscal le pidió el nombre del responsable de la golpiza, nombró a un comisario de apellido “Fornero”, pero agregó que eso ocurrió algunos años antes del 2014. También dijo que el mismo comisario “me apretó los testículos”, pero no pudo aportar más datos que “la policía siempre te pega, a la policía le gusta pegar”.

También introdujo un dato desconocido hasta el momento, en relación a la presencia de Franco Casco en la ciudad, “el chico vino a visitar a la novia fue a un baile y lo trajeron para averiguación de antecedentes”.

Sobre la supuesta golpiza a Franco Casco dijo que “se escuchó alrededor de las 3 de la madrugada y después no se escuchó más nada, silencio total, al otro día salió la muerte en el televisor”, aunque es por todos conocidos que el cuerpo del joven de Florencio Varela apareció en el río 22 días después de su desaparición. Y como el resto de los detenidos, dijo que “me enteré por televisión que había estado un chico en la comisaría y lo encontraron en el río”.

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Sobre los distintos momentos que declararon sobre esta causa, “no recuerdo si estaba preso o en libertad”, con lo cual se deduce que resulta casi imposible que una persona privada de su libertad, que pierde noción del tiempo pueda precisar fechas o situaciones vividas dentro del penal. Sus recuerdos se tornan confusos y vagos en los detalles.

También manifestó que al salir en libertad del penal de Piñero fue amenazado por un personal policial que se había desempeñado en la seccional séptima, pero no pudo precisar su nombre, aunque aclaró “yo estuve en todas las comisarías de Rosario, así que no se quien puede ser”, y agregó “eso fue en 2019, pero siempre tengo miedo”.

A su turno, Lucas B., dijo que cree haber estado detenido en la comisaría séptima “en 2014 o 2015”, y recordó que se enteró del caso Casco “porque lo vi en televisión”, porque “en el penal no lo vimos nunca, debe haber estado en el incomunicado”, en referencia a la “jaulita” o transitorio. Además, señaló que “no tengo ninguna información porque no vi nada”.
También negó que en la comisaría golpearan a los internos, “nunca me pegaron”, aseguró, aunque dijo que “alguna vez se escucharon cosas, pero no sé, se supone que había personal de la comisaría cuando se quejaban”, pero no pudo dar datos precisos de los funcionarios policiales que realizaban dichas golpizas, porque “no recuerdo nada”.

“Los golpes se escuchaban de noche, viernes y sábado, por la ubicación de la comisaría”, como mencionaron otros internos es zona de boliches.

En su declaración testimonial, del año 2015, “el testigo fue hostigado”, se quejó el defensor oficial Martín Gesino, porque “en fiscalía le hicieron siete veces la misma pregunta, cuando ya había respondido”.

El joven también reconoció que se enteró del caso Casco cuando lo vio por televisión.

El caso

Franco Casco llegó el 29 de septiembre de 2014 a visitar a familiares en Empalme Graneros, el 6 de octubre del mismo año, y a pocos días de haber llegado de Florencio Varela, su ciudad natal, abandonó la vivienda y su familia no tuvo novedades sobre su paradero hasta que el 30 de octubre, 22 días después, cuando su cuerpo fue hallado en las aguas del río Paraná.

Un total de 19 policías, que desde un principio sostienen su inocencia, están siendo juzgado por los delitos de desaparición forzada seguida de muerte y torturas, por lo que enfrentan una posible pena de prisión perpetua. Cinco de ellos están detenidos desde hace más de cuatro años en prisión preventiva efectiva, en penales federales.

Son juzgados por los delitos de desaparición forzada de personas agravado por la muerte de la víctima, imposición de torturas seguida de muerte a personas, legítima o ilegítimamente privadas de su libertad, entre los cuales se encuentran el ex jefe de la seccional 7ª Diego Alvarez, junto a los efectivos Cecilia Ruth Elisabet Contino, Walter Eduardo Benítez y Fernando Sebastián Blanco, en calidad de autores.

César Daniel Acosta, Guillermo Hernán Gysel, Cintia Débora Greiner, Rocío Guadalupe Hernández, Marcelo Alberto Guerrero, Enrique Nicolás Gianola Rocha como coautores del delito de desaparición forzada de personas agravado por la muerte de la víctima.

En el caso de Franco Luciano Zorzoli, Rodolfo Jesús Murúa, Romina Anahí Díaz, Elisabeth González Belkis, Walter Daniel Ortiz y Ramón José Juárez, son acusados como partícipes secundarios.