Foto: Pasillo donde se encuentran los penales, la cuadra y el transitorio

 

Por Alejandra Ojeda Garnero

A poco más de un año del inicio del debate oral y público por la muerte de Franco Casco, en el Tribunal Oral Federal 2 de Rosario, continúan desfilando testigos, que ya superan los dos centenares. Esta vez fue el turno de testigos convocados por el defensor oficial Martín Gesino, personas que se encontraban detenidas en la comisaría séptima en el año 2014.

Un total de 33 reclusos que se encontraban detenidos en el 2014 en la comisaría séptima prestaron declaración sobre el caso, y las mismas se encuentran incorporadas al expediente. Además, volvieron a declarar como testigos en el transcurso del debate, entre mayo y julio. Distintas versiones surgieron de aquellas declaraciones, un preso que dijo haber visto a Franco Casco en lo que denominaban “la jaulita”, otros contaron que se escuchaban gritos, patadas y pedidos de auxilio, otros dijeron que se escuchaban gritos de borrachos. Todos afirmaron que era un penal cristiano y que el trato era con respeto, pero también mencionaron que la policía siempre pega. Los recuerdos de las personas privadas de la libertad suelen ser confusos, confunden fechas, lugares y hechos. La mayor coincidencia fue que todos mencionaron que se enteraron del caso por la televisión.

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Juan Jesús M. recordó haber estado detenido en 2014 en la comisaría séptima, “creo que había ingresado en invierno porque hacía frio. Después de un tiempo me trasladaron a la Unidad 3”. “A la séptima llegué desde la comisaría 19, porque estaban renovando edificio y nos estaban trasladando a todos a diferentes seccionales», explicó.

El defensor lo interrogó sobre algunas características diferentes al resto de las comisarías que conoce «es como todas las que conocí, tenía dos pabellones donde estábamos los detenidos, un cuartito enfrente donde se atendía a la visita y aparte había un lugar donde ponían a las personas por averiguación de antecedentes, con esas personas ya no teníamos contacto porque no los veíamos, si los podía escuchar».

A lo largo del juicio se habló sobre la condición de ‘comisaría iglesia’, «el pabellón 2 era cristiano, y el pabellón 1 no», aseguró el testigo. «Yo estaba en el 1».

Ante la consulta del defensor, sobre el recuerdo de algún episodio significativo ocurrido en la comisaría, dijo que «exactamente la fecha no me acuerdo, pero habíamos visto un lio por televisión. No sé qué problema había tenido la policía con un muchacho que después encontraron en el río. Después como necesitaba un beneficio para mi condena empecé a pedir traslado a una cárcel para poder pedir libertad condicional y después no supe más nada».

«Pedí entrevista con el comisario para que me ayude a tener ese traslado a la Unidad 3 y los presos que estábamos en el penal 1, la mayoría eran personas reincidentes que necesitaban ir a una unidad. El traslado lo conseguimos, no sé si con la ayuda del comisario «, aseguró el detenido.

El defensor Gesino indagó al testigo sobre las personas que estuvieron detenidas en el mismo momento en la seccional séptima, ante la lectura de los nombres recordó a «Pablo A., estaba en el penal 2, me acuerdo de un tal Nahuel que era conocido porque charlaba con él», finalizó.

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Gustavo Cristian A. también estuvo en la comisaría séptima «dos o tres meses, pero no recuerdo la fecha y después me trasladaron a una unidad. Venía de un traslado, fui detenido en la 12, me llevan a la 14 y no me reciben, después a la subsegunda no me reciben, y el único lugar que me recibió fue la séptima. Y después me llevan a la cárcel. En las otras no me recibían, supongo por mis antecedentes».

«En la séptima había dos pabellones, no me acuerdo si eran tres o cuatro. Los pabellones eran dos y un salón donde se recibía a la visita. Yo estuve en el que está más al fondo», explicó sobre la disposición edilicia.

El testigo coincidió con el resto de los testimonios, «había un salón tipo iglesia, un culto, yo participaba», dijo.

Sobre el caso de Franco Casco, el defensor le consultó si había observado alguna situación que le haya llamado la atención y el testigo indicó que «desde que estuve ahí, no recuerdo que haya pasado nada».

Tampoco recordó haber sido entrevistado por ningún funcionario judicial, o de derechos humanos.

El juez Otmar Paulucci quiso saber si el testigo recordaba un cuartito pequeño donde se alojaban personas para averiguación de antecedentes, pero el testigo no pudo recordar «no quiero mentir, me acuerdo de los dos pabellones donde estábamos y el otro cuarto enfrente y me parece que adelante cuando se entraba había uno más chico, pero no recuerdo bien», explicó.

Ante la consulta del fiscal sobre el acontecimiento que mencionó al pasar al inicio de su declaración, dijo que «me refería a lo de público conocimiento, que se vivió en esa comisaría, pero no recuerdo haber estado ese tiempo ahí, creo que no me encontraba ahí en ese momento».

También se mencionó a lo largo de las declaraciones de otros testigos, que algunos detenidos, que «tenían conducta», eran asignados para limpiar la dependencia, el testigo aclaró que «los días de visita sacan a uno o dos chicos para limpiar el lugar para que esté limpio cuando llegue la visita», concluyó.

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Fabricio Manuel C., también estuvo detenido en la comisaría séptima, pero tampoco recuerda la fecha, aunque «creo que era verano», dijo. «Fui detenido en la 13 y ni idea por qué fui a la séptima». Sobre la comisaría dijo que «son todas iguales», pero sobre la vida dentro de los penales de la séptima contó que «era iglesia, había dos sectores, yo estaba en el 2, y participaba de la iglesia». A diferencia de los otros testigos, Fabricio dijo que «el culto se hacía adentro del penal, de las celdas».

El juez Otmar Paulucci le consultó sobre la distribución de los espacios en la comisaría, el testigo había mencionado dos penales, y el magistrado quiso saber sobre la celda donde estuvo detenido Franco Casco, y le preguntó sobre un cuarto pequeño, «si había dos, me parece, era para los que iban cayendo, los que agarraban en la calle por averiguación de antecedentes y después los largaban», explicó.

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Nahuel F.P., estuvo detenido en la comisaría séptima «tres meses y me trasladaron a Piñero, pero no me acuerdo en qué fecha fue, venía de la comisaría 12». «Pasé de la doce a la siete porque era una comisaría religiosa, yo pedí el traslado porque hay tranquilidad, comodidad, podes vivir bien, a pesar de estar detenido», aclaró el detenido.

Respecto del trato con el personal policial dijo que «era bueno, hay diferencia entre una iglesia y una comisaría común, hay respeto». La policía «nunca me agredió y tampoco a otras personas».

En la comisaría séptima hay dos penales, «el uno y el dos, yo estaba en el 1, y el culto se practicaba en la semana adentro del penal para los internos y el día de la visita en la cuadra, afuera del penal», explicó. «La cuadra era como un galpón, a varios metros por un pasillo del lado derecho, y tenía un baño, que era un compartimiento con sabanas».

El defensor le consultó sobre visitas de médicos al penal, y el testigo indicó que «iban cada quince días», pero recuerdo que «al mes de la última visita de los médicos, los internos prendieron fuego los penales y nos trasladaron a todos a la cárcel de Piñero y fue la última vez que fueron los médicos y las ambulancias», señaló.

El dato que incorporó el testigo refiere a un motín que ocurrió el 6 de noviembre de 2014, «porque los detenidos pedían traslado», ya que en ese momento los penales de la comisaría estaban superpoblados, con alrededor de cuarenta internos.

Se conoció durante el juicio que personal de Derechos Humanos, fiscales y policías de Asuntos Internos interrogaron a los detenidos en el inicio de la investigación del caso, pero este testigo solo «recuerdo que fueron de Derechos Humanos y ellos consiguieron el traslado, pero antes no habían ido».

«Los delegados de los penales hablaron con ellos, eran los que nos representaban a todos», explicó.

El fiscal Fernando Arrigo interrogó al testigo y le consultó sobre el delegado, cómo fue elegido y si sabe el contenido de la charla, el testigo contó que «nosotros estábamos a unos metros de él, en el penal iglesia se maneja así, hay una persona que representa a toda la población».

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El juez Paulucci le consultó sobre el motín, ¿por qué pedían traslado si era una comisaría con esas características?, «porque había personas que no buscaban a Dios, no se adaptaban al régimen establecido, se pusieron de acuerdo y después de la visita prendieron fuego», explicó.

El testigo dijo que había dos penales, había una sala enfrente de vistas y el, magistrado quiso saber sobre la existencia de otra sala pequeña para detenciones provisorias, el testigo respondió que «si, había, estaba del lado izquierdo, por la misma pared, pero más adelante, dos celdas son».

El fiscal volvió sobre el régimen de Dios, que había mencionado el testigo, para profundizar sobre el tema: «Hay horarios, levantarte a las nueve de la mañana, desayunar todos juntos, hacer una oración, al mediodía otra actividad y así todos los días rutinariamente. Cosas establecidas, cultos alabanzas, distintos horarios para distintas cosas», explicó. Y agregó que «comíamos todos juntos a la noche. Diariamente nos pasaban una presa de pollo o carne para cada interno y cocinábamos todos juntos», describió el testigo. Pero aclaró que «comíamos una sola vez por día, la policía nos pasaba una vez por día la comida».

Los internos que declararon en este juicio mencionaron que había internos destinados a la limpieza del lugar, «si los siervos del lugar, el encargado de cada pabellón limpiaba el pasillo y el área de visitas, a la celda donde estaban los incomunicados no llegaban», explicó.

Paulucci volvió sobre las detenciones en el penal transitorio, para saber si ocurrían con más frecuencia el fin de semana y el testigo aseguró que «si, porque está rodeado de boliches, cuidacoches y un montón de problemas ahí cerca de la terminal».

El fiscal indagó sobre la referencia que hizo el testigo a «problemas», y amplió que «son peleas, robos, todo lo que ocurre a la noche en la zona de la terminal». «Te enteras porque hablas, hay una reja a varios metros están las dos celdas, dos separadas, una al lado de la otra donde ponen a los incomunicados», pero sin duda el testigo confundió el lugar porque en la comisaría séptima solo existe un penal transitorio.

Arrigo consultó sobre algún hecho que le haya llamado la atención durante el tiempo que estuvo en la séptima, y dijo que los movimientos «eran de noche» en su mayoría, entre las cuatro o cinco de la mañana siempre caían a esa hora, porque se escuchaba todo lo que hablaban, el ruido de las rejas».

El testigo dijo que escuchaba «por qué caían, si peleaban con la policía, si les pegaban, porque se escuchaba todo».

Paulucci le consultó si les pegaban, «si, todos, todo preso que cae le pegan, sea por la causa que sea».

El fiscal le consultó si tenía miedo, «no» respondió el testigo, mientras tomaba agua porque se sentía nervioso «porque es la primera vez que me encuentro así», al referirse a su situación de testigo en una causa.

El juez Paulucci le pidió una opinión sobre los motivos de los golpes que recibían los detenidos en el transitorio, según indicó el testigo, la explicación es que «si tenes un antecedente, te pega por eso, sea por robo, por violencia de género, por insulto a la policía, por lo que sea. Salvo que sea una persona grande te van a tratar bien, sino no. No tengo nada contra la policía, pero el trato es ese, así», describió.

El fiscal volvió sobre el tema de los golpes, y le consultó si sabía cuántos eran los que pegaban, «nunca van de a uno. Uno abre la puerta y atrás de ese hay dos o tres siempre, así se maneja la autoridad, creo que por miedo que se le escape, pero siempre son más de dos, la guardia en comisaría, tercio, cabo de cuarto, oficial», indicó.

El testigo respondió a la consulta del fiscal sobre la metodología de los maltratos, «patadas, piñas, los borcegos se sentían, estamos a dos metros y medio». Sin embargo, contó que «después que uno cae detenido es obligatorio que vaya el medico a verte, por las lesiones a ver cómo estás, si o si lo tienen que hacer».

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Las personas que se encontraban en el transitorio «le pasábamos nosotros comida, y el agua también, los médicos no sé. El celador abría la jaula le entregábamos la bandeja porque era con respeto, no era el mismo trato, era una comisaría iglesia y las autoridades tenían un trato diferente, le entregábamos las cosas y ellos se las pasaban a los demás», dijo el testigo incurriendo en la misma declaración en una serie de contradicciones sobre el trato que recibían.

Sobre el caso puntual de Franco Casco, el fiscal le consultó se había enterado sobre un detenido con ese nombre, pero llamativamente dijo que «sabía que había dos personas detenidas por eso, pero después no tuve trato porque no hablaron con nadie», evidenciando una clara confusión que ninguna de las partes logró comprender.

A raíz de las declaraciones previas sobre el maltrato en las comisarías, el defensor Mahieu le consultó sobre su detención en la doce, para conocer si había sido golpeado, y explicó que «no, porque yo me entregué en esa causa, porque le había pegado a mi mujer». Tampoco lo golpearon en la comisaría séptima «porque directamente me llevaron por orden del juzgado a la comisaría séptima».

Si bien no es motivo de este juicio las causas o condenas que tienen los testigos, en este caso el defensor indagó para despejar dudas sobre los maltratos recibidos en los momentos de detención, este testigo aseguró que «tengo cuatro condenas, y en esas oportunidades me detuvieron, y me golpearon».

También indicó que «informé a mi defensor oficial sobre los golpes, se constataron, pero nunca se abren causas por eso, no sé por qué, pero nunca se hacen causas, porque siempre la dibujan», el juez interrumpió el interrogatorio, no es el testigo sujeto de este juicio.

El caso

Franco Casco llegó el 29 de septiembre de 2014 a visitar a familiares en Empalme Graneros, el 6 de octubre del mismo año, y a pocos días de haber llegado de Florencio Varela, su ciudad natal, abandonó la vivienda y su familia no tuvo novedades sobre su paradero hasta que el 30 de octubre, 22 días después, cuando su cuerpo fue hallado en las aguas del río Paraná.

Un total de 19 policías, que desde un principio sostienen su inocencia, están siendo juzgados por los delitos de desaparición forzada seguida de muerte y torturas, por lo que enfrentan una posible pena de prisión perpetua. Cinco de ellos están detenidos desde hace más de cinco años en prisión preventiva efectiva, en penales federales.

Son juzgados por los delitos de desaparición forzada de personas agravado por la muerte de la víctima, imposición de torturas seguida de muerte a personas, legítima o ilegítimamente privadas de su libertad, entre los cuales se encuentran el ex jefe de la seccional 7ª Diego Álvarez, junto a los efectivos Cecilia Ruth Elisabeth Contino, Walter Eduardo Benítez y Fernando Sebastián Blanco, en calidad de autores.

César Daniel Acosta, Guillermo Hernán Gysel, Cintia Débora Greiner, Rocío Guadalupe Hernández, Marcelo Alberto Guerrero, Enrique Nicolás Gianola Rocha y Esteban Silva como coautores del delito de desaparición forzada de personas agravado por la muerte del joven.

En el caso de Franco Luciano Zorzoli, Rodolfo Jesús Murúa, Romina Anahí Díaz, Belkis Elisabeth González, Walter Daniel Ortiz y Ramón José Juárez, son acusados como partícipes secundarios.

Además, los agentes de Asuntos Internos Pablo Síscaro y Daniel Escobar fueron acusados de encubrimiento.