Por Alejandra Ojeda Garnero

Con el fin de reconstruir los hechos que según la hipótesis acusatoria terminó con la vida de Franco Casco, continúan las declaraciones testimoniales de las personas que se encontraban detenidas, supuestamente en el momento que el joven pasó por la comisaría séptima.

Un total de veintiún testigos desfilaron frente al tribunal desde el 26 de mayo pasado. Entre jueves y viernes debían presentarse nueve personas más, pero solo lo hicieron tres. Este viernes, luego de más de tres horas de espera para el inicio de la audiencia, el tribunal anunció la suspensión de la misma por ausencia de todos los testigos de la Fiscalía. También estaba prevista una rueda de reconocimiento, que tampoco se realizó porque algunos testigos solicitaron posponerla para la semana próxima. El juez Otmar Paulucci, enérgicamente le pidió a la Fiscalía que garantice la comparecencia de sus testigos para la próxima audiencia. Un dispendio de recursos, el despliegue de dos fuerzas federales para el traslado de los imputados detenidos en el penal de Marcos Paz, para nada.

Los testimonios no logran el objetivo perseguido por la parte acusatoria, ya que en la mayoría de los casos, aseguraron que no vieron a Franco Casco en la comisaría, todos escucharon gritos, una noche de la cual no pudieron precisar fecha concreta, algunos de los detenidos en aquel momento tampoco pudo asegurar la fecha exacta de su propia detención y tampoco el lapso de tiempo transcurrido, la mayoría escuchó gritos, que luego de ver la noticia de la desaparición de Franco Casco por televisión dedujeron que se trataba del chico que estucharon gritar una noche, sin poder precisar qué noche.

Del mismo modo, algunos coincidieron en que tienen miedo, porque están declarando contra la policía, algunos manifestaron haber recibido amenazas por parte de policías, pero no logran recordar los nombres de los efectivos, tampoco realizaron denuncias sobre esos hechos y no se lo informaron a sus abogados defensores. Algunos de ellos se encuentran en el programa de protección de testigos debido a estas situaciones. A lo largo de sus profusos testimonios, la frase que se escuchó de forma extremadamente recurrente fue: no recuerdo. El dato más llamativo fue el de uno de los testigos al momento de responder la pregunta del fiscal sobre su declaración en Fiscalía en el año 2015, y dijo que “en ese momento estaba muy drogado”, no obstante lo cual, continuó el interrogatorio para confirmar o no lo que había manifestado en dicha declaración, aunque no recordaba si había ido por su propia voluntad o había sido trasladado porque en ese momento se encontraba cumpliendo una condena en la cárcel de Piñero.

Ante el tribunal integrado por los jueces Otmar Paulucci, Ricardo Vázquez y Eugenio Martínez, los testigos relataron sobre los hechos según su percepción e interpretación de la realidad de aquel momento. Tal es así, que como en casos anteriores, confundieron fechas, lugares, personas y momentos, por lo cual no se logra una reconstrucción clara de lo sucedido en el paso de Franco Casco por la comisaría. Algunos testigos apuntaron a una guardia en particular, en relación a “las golpizas” que recibían, y uno de ellos señaló puntualmente a un efectivo de la seccional como el “más golpeador”.

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Frente a los magistrados, y con total tranquilidad, Eric G., contó que estuvo detenido en la comisaría séptima desde agosto de 2013 hasta el 2015. Recordó haber escuchado sobre un chico llamado Franco Casco o Godoy, que estuvo preso en la seccional.

En su estadía en la seccional, estuvo en el penal 1, y recordó que “era constante que detengan gente en el incomunicado, porque tenés la terminal de ómnibus y siempre metían gente adentro”.

Esto pasaba “siempre de madrugada y los fines de semana. Metían gente y más que gritos se escuchaba que pedían cosas. Si gritaban, para mí, era por la droga o la locura que tenían”.

Sobre las condiciones de vida en el penal de la comisaría dijo “yo estaba bien, era iglesia, eran todos evangélicos, un lugar que contienen a las personas y uno trata de estar lo mejor posible”, también tenían ciertas responsabilidades, entre las cuales el testigo dijo que “me dieron a cuatro o cinco personas para que las guie, una disciplina, me las dio el pastor que estaba ahí”, el más nombrado y reconocido como el ciervo e intermediario entre los presos y la policía, Carlos I. Además, “mi relación con los funcionarios de la comisaria era bien, orábamos tres veces al día, a la mañana, después del mediodía y a la noche. Teníamos horarios después de lo que era de la iglesia, teníamos tiempo de hacer otras cosas”, apuntó.

No todo era malo en la seccional séptima, y como la mayoría de los testigos, Eric G. recordó a “Walter, era muy educado, siempre nos trataba de la mejor manera, era cristiano, no me acuerdo el apellido, si necesitábamos algo decía que lo podíamos llamar, era flaco, alto y tenía un ojo tuerto”, describió para dar precisiones sobre el policía. “Él siempre nos compartía la palabra, nos saludaba a todos, eso me quedó marcado”, rememoró.

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Como la mayoría de los testimonios, afirmaron que se enteraron por el noticiero sobre el caso. “Después que pasó lo que pasó, nos fueron a preguntar” sobre Franco Casco. “Nosotros teníamos televisor y vimos que habían matado a una persona, y después de eso nos vinieron a preguntar si habíamos visto algo”.

Los testigos declararon varias veces, primero ante Asuntos Internos que comenzó a investigar el caso como búsqueda de paradero cuando la tía Roque hizo la denuncia al enterarse por su hermano que el joven no había llegado a Florencio Varela. Luego lo hicieron ante personal de Derechos Humanos y también en la Fiscalía Federal. Aunque uno de ellos dijo también que fue citado en un hotel céntrico donde le hicieron preguntas sobre el caso, sin ningún control de parte y como si fuera poco, tampoco consta en el expediente dicho trámite.

Sobre las declaraciones que realizaron en sede de Fiscalía, la mayoría no recuerda nada, solo responden de forma afirmativa cuando el fiscal lee los párrafos que contienen, supuestamente, lo que dijeron en aquella oportunidad.

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Las preguntas del fiscal buscaban aclarar si la noche del 6 de octubre escucharon gritos o ruidos en “la jaulita”, también llamada por los internos “freezer o incomunicado”. “La mayoría de la gente que entraba ahí gritaba, era a la madrugada casi siempre”.

El testigo no pudo precisar la fecha en la cual escuchaban los gritos, que supuestamente eran de Franco Casco, porque “siempre se escuchaban gritos en el incomunicado, era de gente que se quería ir”.
Luego del paso de Franco Casco por la comisaría séptima hubo un motín porque los detenidos pedían traslados a otras dependencias debido a que el penal superaba ampliamente la capacidad establecida. Para ubicarlos en el tiempo, los testigos fueron consultados sobre la fecha de ese suceso, y Eric G. dijo que hubo dos, pero no pudo precisar si fueron antes o después.

Luego fue el turno del testigo Cristian O., quien realizó su declaración de forma virtual, acompañado por personal del programa de protección de testigos. Visiblemente nervioso y molesto ante las preguntas de los letrados, tanto del fiscal como de los defensores, sus respuestas fueron en su mayoría inextricables. Las más recurrentes fueron: “no recuerdo bien” y “si mal no recuerdo”, con lo cual todos sus dichos quedaron flotando en una nebulosa de dudas.

Cristian O. contó que estuvo detenido en la seccional séptima “desde junio hasta enero, calculo, no recuerdo bien, creo que del 2014”. Aseguró que escuchó a Franco Casco, “se escuchaban gritos desgarradores, pedía auxilio, eran dos policías seguro”. “Era normal que le pegaran a los que caían detenidos, a mí me pasó lo mismo, pero era una guardia en especial, no hablo de todos”, aclaró.

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“Yo no vi, escuché. Se escucharon gritos y después hubo un silencio y no se escuchó nada más”, dijo el testigo sobre la noche en la que supuestamente Franco fue torturado, según la teoría acusatoria, “y después de eso nos empezaron a preguntar” si habían visto o escuchado algo.

“Yo estaba en el penal, había días que estaba enfrente de la jaulita y había días que me dejaban más atrás, después me dejaron enfrente de la jaulita porque ya estaba en las salidas, ahí iba a dormir de las 7 de la tarde a las 7 de la mañana”, explicó sobre los lugares en los que estaba alojado en el momento de los hechos y así determinar si pudo ver o solo escuchar lo que ocurría.

Luego de cumplir su condena y recuperar la libertad “sentía persecución policial, veía un comando y salía corriendo”. Pero por el contrario, también describió a otro policía, como una persona “muy buena, Fernando, era muy amable, no era de los que pegaba”. Luego de un tiempo “veía autos que paraban en la esquina de mi casa, con vidrios polarizados, hasta que un día llego de trabajar y bajan la ventanilla y me apuntan con un arma. No eran de la comisaría, me dijeron que no declare más porque me iban a matar”. Pero, ante la extrema gravedad de este hecho, el testigo nunca denunció lo sucedido.

Sobre los supuestos golpes que se propinaban en la comisaría séptima dijo que estaban a cargo de “Benítez, si mal no recuerdo era el que pegaba a más no poder”.

Por otra parte, aseguró que sobre la causa “no se nada de lo qué pasó, no quiero saber nada, me prometieron que me iban a dar seguridad y después de hablar con mi familia aporté lo que se”.

Sobre su experiencia personal dijo que “una guardia era totalmente abusiva, una guardia en especial. Cuando caí, un petisito, morochito me pegó, me asfixió, me puso la rodilla en el cuello”, pero llamativamente este episodio no se lo comentó a nadie, y tampoco lo denunció.
De todos modos, aclaró que “no todos eran como esa guardia, no todas eran el mismo trato. Si mal no recuerdo, eran tres guardias, en todas había mujeres, pero de las mujeres no tengo nada que decir”.

Las guardias no eran todas iguales, “podría identificarlos”, por ejemplo, el comisario no le pegaba a nadie, no se lo veía casi nunca, el subcomisario, un pelado, tampoco era maltratador”, aseguró.

Según el testigo, la séptima era conocida “por las palizas que te daban. A mí me aplastó, me esposaba en el piso, me pisaba la cabeza, me pegaron cuando quedé detenido, a mí no me tiraron agua, pero cuando estaban en la transitoria, vi varias veces que le tiraban agua, siempre que ingresaba al penal estaba con agua la celdita”.

Algunos testigos que declararon en audiencias anteriores mencionaron que, al tener permiso para salidas laborales, a la noche dormían en “la cuadra”, un lugar donde recibían a las visitas y realizaban las actividades de la iglesia. Cristian O., dijo que era uno de ellos, sin embargo, no pudo recordar los nombres de dichos reclusos, con lo cual no se puede constatar con el testimonio de los restantes, si coincide la fecha en la que refieren haber escuchado a Casco gritando en “la jaulita”. Como tampoco pudo precisar la fecha en la que comenzó con las salidas laborales.

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Cuando comenzaron las preguntas de los defensores, el testigo se sintió “presionado”, y sus respuestas sistemáticamente fueron: “no recuerdo”, de este modo no logró establecer en que guardia fue golpeado Casco, qué día de la semana ingresó el joven a la comisaría, en qué horario se escucharon los gritos.

Más tarde, declaró el testigo Hernán C., recordó que estuvo detenido en la comisaría séptima “en septiembre de 2014, no recuerdo bien”, pero ante la pregunta si recuerda el paso de Franco Casco por la dependencia, dijo “detuvieron a muchas personas en el tiempo que estuve”.

A pesar de la respuesta anterior, relató que “fue una noche la que pasó eso, pasaron muchos años”, y continuó, “esa noche llevaba unos meses detenido”, aunque había asegurado que fue detenido en septiembre, es decir, solo un mes antes de la detención de Franco. “Yo estaba en el penal 2, se escuchó que había problemas, pero no se veía, se escuchaba mucho grito”.

Como el resto de los testimonios, no pudo precisar la fecha de “esa noche”, pero escuchó que “el chico pedía que se quería ir”. También se enteró del caso “cuando lo escucho en las noticias y que había estado en esa comisaría y ahí sabíamos que era el chico que había estado preso ahí”.

A diferencia del resto de los testigos, Hernán C., dijo que Franco Casco estuvo detenido en “la cuadra” y agregó que lo vio “en diagonal por una mirilla” de la puerta, mientras el resto aseguró que estuvo en “la jaulita”. También aclaró que todas las guardias no eran iguales “había unos que eran buenos y otros que te disciplinaban”.

El testigo manifestó que tenía problemas de consumo de sustancias, por lo tanto, “no me acuerdo que les dije a los de Asuntos Internos”, y lo mismo ocurrió con su testimonio en Fiscalía, que literalmente no recordó haber sido trasladado para declarar y mucho menos su declaración porque “en ese momento estaba muy drogado, fue un año muy malo para mí”.

El caso

Franco Casco llegó el 29 de septiembre de 2014 a visitar a familiares en Empalme Graneros, el 6 de octubre del mismo año, y a pocos días de haber llegado de Florencio Varela, su ciudad natal, abandonó la vivienda y su familia no tuvo novedades sobre su paradero hasta que el 30 de octubre, 22 días después, su cuerpo fue hallado en las aguas del río Paraná.

Un total de 19 policías, que desde un principio sostienen su inocencia, están siendo juzgado por los delitos de desaparición forzada seguida de muerte y torturas, por lo que enfrentan una posible pena de prisión perpetua. Cinco de ellos están detenidos desde hace más de cuatro años en prisión preventiva efectiva, en penales federales.

Son juzgados por los delitos de desaparición forzada de personas agravado por la muerte de la víctima, imposición de torturas seguida de muerte a personas, legítima o ilegítimamente privadas de su libertad, entre los cuales se encuentran el ex jefe de la seccional 7ª Diego Alvarez, junto a los efectivos Cecilia Ruth Elisabet Contino, Walter Eduardo Benítez y Fernando Sebastián Blanco, en calidad de autores.

César Daniel Acosta, Guillermo Hernán Gysel, Cintia Débora Greiner, Rocío Guadalupe Hernández, Marcelo Alberto Guerrero, Enrique Nicolás Gianola Rocha como coautores del delito de desaparición forzada de personas agravado por la muerte de la víctima.

En el caso de Franco Luciano Zorzoli, Rodolfo Jesús Murúa, Romina Anahí Díaz, Elisabeth González Belkis, Walter Daniel Ortiz y Ramón José Juárez, son acusados como partícipes secundarios.