Por Alejandra Ojeda Garnero

Continúa el juicio por la muerte de Franco Casco con las declaraciones de personas que se encontraban detenidas en la comisaría séptima supuestamente, durante el paso del joven por dicha dependencia.

Este jueves brindaron su versión de los hechos tres testigos, Carlos I., a quien todos los detenidos consideraban el líder o siervo, que “estaba con las reglas de la iglesia” y aseguró “no se nada, nunca lo vimos”, ya que era un penal cristiano; Miguel N., un muchacho que estuvo “unas doce o trece veces detenido, pero una sola en la séptima”, y aseguró que “esa noche se escuchaban muchos gritos” aunque no pudo precisar a qué noche se refería; y Daniel R., quien “cree” haber pasado por la séptima “en el 2014, un año largo, no se muy bien”. Un festival de imprecisiones, contradicciones y confusiones minó las declaraciones de los tres testigos en la audiencia de este viernes, del mismo modo que ocurrió con los quince que dieron su testimonio en las jornadas anteriores.

El plato fuerte de la acusación es la declaración de las personas que estuvieron detenidas en la comisaría séptima durante el paso de Franco Casco, pero de los dieciocho testigos que declararon hasta hoy, la mitad de ellos abona dicha teoría y la otra todo lo contrario. Pero eso no es todo, hoy se conoció un dato revelador. Un testigo declaró que lo citaron en un hotel ubicado en una peatonal, lo hicieron ingresar por un estacionamiento y después a una oficina donde le tomaron declaración, aparentemente, personas que pertenecían a Derechos Humanos, según el testigo. Sin embargo, en el expediente no existe registro de dicho procedimiento como tampoco estaban al tanto las defensas.

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Por otra parte, algunos testigos refirieron que tienen miedo “porque estoy declarando contra policías”, también otros contaron que recibieron amenazas, pero nunca realizaron las denuncias. Sobre las golpizas que “recibían en la comisaría”, dijeron poder reconocer a quienes las propinaban y en consecuencia el tribunal, integrado por los jueces Otmar Paulucci, Ricardo Vázquez y Eugenio Martínez, resolvió realizar una rueda de reconocimiento en la cual estará el “cien por ciento de los imputados”, según anunció Paulucci. El defensor oficial Martín Gesino, planteó las reservas del caso por no ajustarse, el procedimiento, a lo que establece la ley, es decir que se exhiba entre los imputados, personas que nada tengan que ver con la causa. El resto de las defensas adhirió al planteo.

  • No recuerdo
  • No vi nada
  • Me enteré por televisión
  • En la comisaría nunca nos pegaron
  • Esa noche se escuchaban gritos
  • La policía siempre pega

Estas son algunas de las frases recurrentes en las declaraciones de los testigos, a la vez que abundan las imprecisiones, contradicciones con sus propias declaraciones al momento de la investigación, en 2015; y con las del resto de los testigos. Todos manifiestan tener algún motivo para justificar su falta de memoria, algunos por haber sufrido algún accidente mientras estaban en libertad, otros por algún tratamiento con medicamentos para alguna enfermedad, y otros porque estuvieron muchas veces detenidos y en distintos lugares.

No resulta fácil recordar una fecha puntual del calendario y relacionarla con un hecho en particular, y más aún en un contexto de encierro; y más aún cuando el paso por distintas dependencias puede generar confusiones respecto del tiempo y el espacio, e incluso de las personas que estaban en dichos lugares y momentos.

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Así las cosas, uno de los detenidos que fue mencionado por la mayoría de los testigos como el líder, Carlos I., prestó hoy su declaración y ratificó los dichos de los entonces reclusos que se encontraban en la séptima. También recordó que estuvo allí “dos años y diez meses, desde noviembre de 2012 hasta el 2015, pero no me acuerdo bien. Después me trasladaron a la Unidad 6”.

Como el resto de los detenidos, Carlos dijo que se enteró del caso por televisión, y “después que el chico desapareció nos empezaron a preguntar si lo habíamos visto, pero nunca lo vimos porque no llegó al penal. Tampoco se si estuvo en el calabozo, y esa noche no se escuchó nada”, sin aclarar a qué noche en particular se refería.

En su declaración, Carlos I, aseguró que “no había forma de ver a los que entraban al calabozo, porque estaba en el mismo pasillo del penal. Estaba el solitario, la reja, los penales y en diagonal la cuadra”. También aseguró que desde “la cuadra se puede ver hasta la cocina y de refilón la jaulita”, además de atravesar con la visión la reja de panal de abeja que se observó en el reconocimiento del lugar que realizaron los jueces y las partes. Este testimonio echa por tierra la afirmación de Pablo A. un estafador con varios años de condena por engañar a personas, quien afirmó, en la audiencia anterior que vio cuando pasaban a Franco Casco al interior de la jaulita “a través de una ventanita que tiene la puerta de la cuadra”. Pablo A. mencionó en varias oportunidades a Carlos I. en su declaración, sin embargo éste no lo recordó en ningún momento.

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Carlos I. dijo que “la relación entre los policías y los reclusos era buena, había respeto de ambos lados y había mucha conducta, no se podían hacer algunas cosas, fumar marihuana, por ejemplo. Vivíamos tranquilos, teníamos cocina, heladera, televisor, los detenidos estábamos bien. Era un penal iglesia”. Y remarcó “en la comisaría nunca nos pegaron”.

“En el 2013 hubo un motín porque éramos muchos”, afirmó Carlos, pero confunde este hecho porque efectivamente ocurrió luego del paso de Franco por la comisaría. Sin embargo, aseguró que para el final de su detención “ya se había acomodado todo”. Vale recordar que unos meses antes de su fecha de libertad fue trasladado a la Unidad 6, con lo cual no queda claro que qué fecha concretamente ocurrió el motín.

Sobre los gritos y golpes que supuestamente se trataban de una golpiza a Franco Casco, dijo que “no veíamos, nunca vi que le pegaran. Cuando te haces el rebelde la policía te da un coquito”.

“No recuerdo la fecha pero después que nos enteramos por televisión, porque además veíamos las manifestaciones en la puerta, ahí nos enteramos de todo, nos vivieron a preguntar varias veces, ya le íbamos contando”, aseguró Carlos I, sobre los distintos interrogatorios que realizaron personal de Derechos Humanos, Asuntos Internos y Defensoría.

“Los de Derechos Humanos fueron dos o tres veces, mujeres y hombres, nos preguntaban si habíamos visto al muchacho y le dije la verdad, que nunca lo cruzamos”, aseguró. Además, por su posición de líder quedó sobre Carlos un manto de sospecha por inducir a los otros reclusos para que no “cuenten nada”, pero aclaró que “yo no le dije nada a nadie, que cada uno diga lo que quiera”.

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Por el contrario, Miguel N., recordó que estuvo una vez detenido en la comisaría séptima “en el 2008, por ahí”, de las doce o trece que pasó por otras dependencias carcelarias, y aseguró que en la comisaría “siempre se escuchaban ruidos y esa noche se escuchaban muchos gritos fuertes, pero no era normal”. “Se escuchaba que un pibe gritaba ‘basta, basta’ y después no se escuchó más nada”, dijo el recluso que estaba en ese momento detenido en el penal 1.

También dijo que “esa noche estaban todos los policías alborotados, apurados, nerviosos después de los gritos. Al chico no lo vimos, yo no vi nada”, aseguró. Al ser consultado sobre “esa noche” no pudo precisar la fecha, “no recuerdo que noche fue, pero fue una noche”.

Miguel N. dijo que “es normal que peguen”, pero como el resto de los detenidos en aquel momento no pudo dar nombres ni características concretas de quiénes eran los policías que pegaban, tampoco pudo precisar que cantidad de guardias había en la comisaría, como tampoco cuántas personas la integraban.

“A mi nunca me pegaron”, afirmó Miguel sin embargo, pudo ver que “le pegaban a otros, te agarraban a palazos, con un palo o una caña”, dijo.

En el relato de los detenidos se puede observar que confunden lugares, fechas, y las personas con las que compartieron el encierro. Miguel N. fue consultado sobre las características de la cuadra, que, como ya se observó en el reconocimiento del lugar, era un lugar cerrado con dos puertas de las cuales una estaba clausurada, y el testigo dijo que era un patio, pero en realidad se estaba refiriendo a la cuadra de otra comisaría, que era al aire libre “donde pasábamos el rato”.

Más tarde fue el turno de Daniel R., quien según sus dichos, estuvo “un año y algo en la séptima, en el 2014, creo, no sé muy bien”. También aseguró que recuerda a Franco Casco. “Yo estaba con permiso laboral por eso no estaba en el pabellón, estaba en el lugar de enfrente, en el que te abrían para recibir a la visita y hacer los cultos, no me acuerdo como se llamaba”, dijo el detenido que se refería al sector denominado “cuadra”. Esta afirmación de Miguel echa por tierra la declaración de Pablo A. quien dijo haber visto a Franco Casco desde la cuadra, a través de la ventanita de la puerta. Tampoco recordó haber compartido ese lugar en el mismo momento con Pablo A., por lo tanto existe una clara contradicción entre los dichos de uno y otro, al afirmar, uno que vio y otro escuchó a Franco Casco, desde el mismo lugar pero en momentos diferentes.

“Cuando llegó Casco yo no lo vi, pero se escuchaba, el estaba en la jaulita, lo escuché que gritaba, era de noche, como las seis y media o las siete”. “Supe que era Franco porque después de un tiempo corrió la bola de lo que había pasado con él”, aseguró el testigo, pero más adelante dijo que “nos enteramos cuando fue gente a la comisaría al día siguiente a preguntar”.

Al ser consultado sobre el comportamiento del personal, el testigo dijo que «creo que había dos guardias, pero había una que te trataba malísimamente». Y agregó: «Me querían cortar las salidas laborales y me hacían darle plata para que no me corten la laboral».

También recordó que «tres eran malos, uno era Tito de apodo, era un peladito, estaba el jefe que era Silva y una gordita que no se el nombre. Si los viera los reconocería», aseguró.

Además especuló: «Capaz no tenían un buen día y te cagaban a cachetadas, te maltrataban diciéndote cosas».

Sobre el maltrato dijo que «les pegaban a los todos cuando hacían el recuento, nos ponían ahí en la cuadra pasaban lista atrás de la reja y nos pegaban cachetadas, no se por qué nos pegaban».

«Uno de los que pegaba era Silva, uno chiquitito, me parece que era jefe de la comisaria porque era como que estaba el sobre todo», expuso el testigo.

También dijo que «pegaba Walter uno petisito, morrudito, y otro también que no me acuerdo el nombre. Walter y Silva pegaban, también había un tal Seba, alto, flaquito, morochito, y una gordita que me cobraba para que no me corte los permisos». Ante la consulta del fiscal, aseguró que «si los viera, los podría reconocer».

Como ya contaron los testigos que declararon hasta el momento, fueron interrogados en varias oportunidades, por la Fiscalía, por Derechos Humanos, por la Defensoría y Asuntos Internos. Pero hoy la sala quedó estupefacta cuando el testigo contó que fue a declarar a un hotel céntrico, y ese procedimiento no consta en el expediente y, al parecer sin control de las defensas. El testigo dijo que en ese momento “estaba en libertad, no fui a una Fiscalía, fui por mis propios medios porque tenía una citación. No fui a una Fiscalía a declarar, me citaron en el centro, en una peatonal, en un estacionamiento, arriba, y parecía una oficina que alquilaron, había una mesa, eran dos muchachos medio morruditos”.

El defensor Germán Mahieu interrogó al testigo sobre la declaración en “el estacionamiento, la oficina alta y una peatonal”. Pero el testigo no pudo precisar de cual de las dos peatonales de la ciudad se trataba, aunque si recordó que se trataba de un hotel pero no recordó el nombre. Además, dijo que no recuerda que se haya realizado un registro de audio o video, como tampoco si tuvo que firmar algún papel.

“Me hicieron entrar por la puerta principal, me hicieron esperar en la cochera como cuarenta minutos hasta que lleguen los que tenían que llegar. El que me hizo esperar era petisito. Los que me recibieron eran dos personas eran morruditos y altos los dos”. “El estacionamiento era cubierto, entré por una puerta grande de vidrio, y tenia una mesa grandísima. Las personas se identificaron, pero no me acuerdo el nombre, eran de Derechos Humanos, y yo calculo que interrogaron a los que habían estado conmigo en la comisaría, habrá durado unos veinte minutos mas o menos. Pasó hace mucho tiempo”, aseguró el testigo, y agregó que “me citaron ahí porque era un testigo protegido”.

El juez Paulucci ordenó que el testigo realizar el reconocimiento del lugar que mencionó, es decir el hotel donde concurrió para dicha declaración.

El caso

Franco Casco llegó el 29 de septiembre de 2014 a visitar a familiares en Empalme Graneros, el 6 de octubre del mismo año, y a pocos días de haber llegado de Florencio Varela, su ciudad natal, abandonó la vivienda y su familia no tuvo novedades sobre su paradero hasta que el 30 de octubre, 22 días después, cuando su cuerpo fue hallado en las aguas del río Paraná.

Un total de 19 policías, que desde un principio sostienen su inocencia, están siendo juzgado por los delitos de desaparición forzada seguida de muerte y torturas, por lo que enfrentan una posible pena de prisión perpetua. Cinco de ellos están detenidos desde hace más de cuatro años en prisión preventiva efectiva, en penales federales.

Son juzgados por los delitos de desaparición forzada de personas agravado por la muerte de la víctima, imposición de torturas seguida de muerte a personas, legítima o ilegítimamente privadas de su libertad, entre los cuales se encuentran el ex jefe de la seccional 7ª Diego Alvarez, junto a los efectivos Cecilia Ruth Elisabet Contino, Walter Eduardo Benítez y Fernando Sebastián Blanco, en calidad de autores.

César Daniel Acosta, Guillermo Hernán Gysel, Cintia Débora Greiner, Rocío Guadalupe Hernández, Marcelo Alberto Guerrero, Enrique Nicolás Gianola Rocha como coautores del delito de desaparición forzada de personas agravado por la muerte de la víctima.

En el caso de Franco Luciano Zorzoli, Rodolfo Jesús Murúa, Romina Anahí Díaz, Elisabeth González Belkis, Walter Daniel Ortiz y Ramón José Juárez, son acusados como partícipes secundarios.