El 11 de mayo de 1974, el padre Carlos Mugica era asesinado por la organización armada paraestatal Alianza Anticomunista Argentina –más conocida como la triple A– en las puertas de la iglesia de San Francisco Solana, en su barrio natal de Villa Luro. Por su compromiso social, el religioso se convirtió en un referente aún vigente en la relación entre el catolicismo los sectores más vulnerables. 

Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe nació el 7 de octubre de 1930, en el seno de una familia aristocrática. Luego de terminar sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires, Mugica comenzó la carrera de derecho, pero la abandonó para ingresar en 1951 al Seminario Metropolitano de Buenos Aires. El 20 de diciembre de 1959, fue ordenado sacerdote en la Catedral de la Capital Federal.

Comenzada la década del 60, Mugica se desempeñó como asesor espiritual de la Juventud Estudiantil Católica del Colegio Nacional de Buenos Aires y de la Juventud Universitaria Católica de la Facultad de Medicina. Entre los jóvenes que se formaron a su lado se encontraban algunos de los que pasarían a militar en la Tendencia Revolucionaria de la Juventud Peronista y en la agrupación Montoneros, como Mario Firmenich, Fernando Abal Medina y Gustavo Ramus.

En 1967, Mugica se integró al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, una corriente renovadora dentro de la iglesia católica con un profundo compromiso con la realidad social y política de América Latina.

Fuente: Infobae.

Un año después, durante un viaje de estudios a París, el joven cura se vio envuelto en las protestas callejeras del Mayo Francés. Además, conoció a Juan Domingo Perón, quien por entonces estaba exiliado en Madrid.

En los primeros años 70 Mugica junto a sus compañeros y colaboradores inició lo que se conocería luego como movimiento de curas villerosLa mayor parte de su trabajo comunitario lo realizó en la Villa 31, en el barrio porteño de Retiro, donde había sido nombrado párroco de la Capilla del Cristo Obrero.

Mugica se mostró en contra de la “opción armada” como modalidad para enfrentar a los gobiernos militares. “Estoy dispuesto a morir pero no a matar”, fue la frase que sintetizó su pensamiento en ese sentido.

El párroco fue uno de los que estuvo en el avión que aterrizó en Ezeiza el 17 de noviembre de 1972 para traer de regreso al líder del Justicialismo tras largos años de exilio. Pero con Perón en el Gobierno, las diferencias internas en el oficialismo se incrementaron y Mugica renunció a la asesoría que brindaba al Ministerio de Bienestar Social, a cargo de José López Rega.

Multitudinario velatorio de Carlos Mugica. Fuente: Contraeditorial

Tras un largo recorrido de amenazas, el asesinato finalmente se concretó el 11 de mayo de 1974 cerca de las 20:30. Mugica salía de dar su misa de sábados por la noche en la Iglesia San Francisco Solano, ubicada en Zelada 4771, y se dirigía hacia su Renault 4L azul.

“Padre Carlos”, lo llamó una persona que minutos antes había estado escuchando la misa. El cura se dio vuelta y al ver que quien lo llamaba lo estaba apuntando con una ametralladora soltó un fuerte grito: “¡Hijo de puta!”.

La ráfaga impactó de lleno en el cuerpo del cura, que cayó desplomado y empezó a derramar su sangre frente a la Iglesia, mientras que los asesinos emprendían la huida en un Chevy verde. Una de las balas que salió de aquella ametralladora también alcanzó el cuerpo de Ricardo Capelli, uno de los amigos más cercanos a Mugica.

Tiempo después, Capelli daría el nombre del asesino de Mugica: el comisario Rodolfo Eduardo Almirón, custodio del poderoso ministro de Bienestar Social e integrante de la Triple A.