En los últimos días, el Poder Ejecutivo presentó el proyecto de Ley del Presupuesto Nacional para el año 2019. Tal como había anunciado el ministro Nicolás Dujovne, antes de partir a Washington para solicitar al FMI que adelante fondos y que flexibilice las metas del acuerdo aprobado en junio, la orientación política del presupuesto público están centradas en lograr el equilibrio fiscal primario para el año que viene.

Por tal motivo, no llama la atención que el proyecto de ley elevado al Congreso de la Nación sostenga su viabilidad en un escenario de profundo ajuste fiscal y contracción económica. Ya no hay más “próximo semestre” que esperar; de cumplirse las previsiones que hace el propio gabinete económico para el próximo y último año de gestión macrista, el gobierno de Cambiemos estará cerrando su mandato con un país más pobre, más endeudado, con más desigualdad, pobreza y desempleo.

La euforia del único año relativamente bueno de gestión, el 2017, duró poco. Luego del colapso del modelo aperturista, reprimarizante y de especulación, manifestado a fines del último mes de abril, el presidente y su gabinete económico, decidieron precipitar la recesión y el ajuste fiscal; contó con el apoyo del coro oficialista que, dirigido por el propio Macri, replicó la falaz idea de que el primero y gran problema de la economía Argentina es el déficit fiscal. Así, el ajuste que deliberadamente recae con más crueldad sobre los que menos tienen, se aplica bajo la idea tecnificada de “acelerar la convergencia hacia el equilibrio fiscal”; pero en la práctica esto significa, entre otras cosas, menos inversión en obra pública, menos gasto social (educación, salud, seguridad social, etc.), aumento de tarifas y menor actividad económica en general.

Aunque el gobierno se esfuerce por presentar este lamentable fracaso económico como un paso obligado para alcanzar el tan ansiado “equilibrio de las cuentas públicas”, la verdad es que se hace para cubrir el profundo y creciente déficit (externo y financiero) que genera un modelo que sólo subsiste con financiamiento externo.

Para ponerlo en perspectiva: en 2016 el pago de intereses representó el 1,6% del PIB y en 2017 2,1%; desde el Ministerio de Hacienda se espera que al finalizar 2018 alcancen el 2,9% del Producto. Sin embargo, aunque en el 2019 se llegue a cumplir con la proyección del “equilibrio fiscal” (cosa bastante difícil en vista de que la recesión será más aguda de lo proyectado), el déficit financiero alcanzará un 3,2% del PIB.

Así se explica que no quede margen ni decisión política para negociar otros rubros del presupuesto que no impliquen sacrificios importantes para los sectores más vulnerables. En efecto, a Macri ya no le importa echar por tierra sus propias palabras respecto a la promesa de eliminar el impuesto a las ganancias para los trabajadores; ahora, sólo cuenta atender la voluntad de quienes pueden seguir prestando y manteniendo el respirador artificial de una economía que agoniza.

Mientras todos los esfuerzos están puestos en alcanzar un equilibrio fiscal parcial, la economía se derrumba estrepitosamente, a tal punto que para el año 2019 también se prevé una retracción del PIB que hará de la presidencia de Mauricio Macri un capítulo negro de la historia económica argentina.

 

*[email protected]