Por Alejandro Maidana

Más allá del furibundo lobby estatal y mediático, el modelo productivo a base de venenos y transgénicos, se encuentra transitando una fuerte crisis. Más de dos décadas de concentración de tierras, migraciones internas, desalojos, alambres y enfermedades, conforman el cóctel de una pandemia que desde 1996 se abate sobre la población de una manera sigilosa e impiadosa.

Cabe destacar que el modelo de no ser por el blindaje tanto mediático como estatal, no hubiera trascendido en el tiempo y su vida útil hubiese colapsado mucho tiempo atrás. El poder económico y sus titiriteros, aquel que opera desde las sombras para poder seguir sembrando muerte y cosechar silencios.

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La desinformación ha sido el patrimonio más custodiado por el agronegocio, con su enorme capacidad de presión (cuasi extorsiva), sigue remontando el barrilete de la impunidad y la falta de prejuicios.  Incluso bajo en un contexto de aislamiento obligatorio, en donde las fumigaciones con agrotóxicos siguen su curso, mientras que los palos <selectivos y clasistas>, solo siguen marcando el lomo de los de abajo.

¿Qué pasará luego de la pandemia? ¿La mirada introspectiva en tiempo de cuarentena puede empujar al cambio de paradigma? ¿Se avecina una nueva sociedad alejada del consumo? ¿Un nuevo Orden Mundial se aproxima? Lo concreto que en tiempo de reclusión de la especie más destructiva, la naturaleza ha recuperado el terreno profanado, invitando a reflexionar sobre los daños originados, y la apertura de salvoconductos como la agroecología.

Comunicado Nacional elaborado por distintas organizaciones ambientalistas

Mientras millones de argentinos y argentinas nos quedamos en nuestras casas para preservar nuestra salud ante la pandemia global de coronavirus, el agronegocio continúa regando nuestros territorios con agrotóxicos que comprometen la capacidad de nuestro organismo para hacer frente al virus. 

Entre las actividades “esenciales” que el Estado exceptúa de la obligatoriedad de suspender la actividad está “la producción agropecuaria”; sin distinción, como si fuera lo mismo sostener la producción de alimentos que la de commodities de exportación o agrocombustibles. 

En paralelo está en curso una enorme operación publicitaria: aprovechando la pandemia las organizaciones del agronegocio se muestran “preocupadas por la salud” de las comunidades y “solidarias”, ofreciendo las mismas máquinas fumigadoras con las que liberan al ambiente sus agrotóxicos para “combatir a los mosquitos trasmisores de dengue” y otras enfermedades. Una nueva mentira, porque además de ser inefectivos para el control del vector generan deriva de los piretroides afectando la biodiversidad y contaminando el ambiente, como quedó demostrado con el estudio científico del Ing. Qco. Marcos Tomasoni . También están ofreciendo el uso de mosquitos fumigadores para rociar hipoclorito de sodio como mecanismo para combatir el coronavirus, sin ninguna evidencia científica que respalde la efectividad de esa medida.

También ofrecen “silos-bolsa para fabricar ropa de protección para el personal sanitario”, material que se encuentra contaminado con biocidas y debe ser tratado como residuo peligroso conforme la Ley Nacional N° 24.051. Si realmente son solidarios y se preocupan por nuestra salud paren de fumigarnos y cambien a la agroecología.

Durante estos días de aislamiento ha habido “incidentes” con fumigaciones en Santiago del Estero, Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos o Chaco; en aquellas zonas donde la producción de commodities se realiza parece haber vía libre para fumigar(nos). Esto no es nuevo, es la trágica cotidianeidad de los Pueblos Fumigados de nuestro país, donde se liberan cada año alrededor de 500 millones de kilos/litros de agrotóxicos  en miles de formulados comerciales y con principios activos prohibidos en buena parte del mundo sin control alguno, e incumpliendo la Ley General del Ambiente nro 25.675.

Está comprobado científicamente y reconocido por las mismas empresas que elaboran estos agrotóxicos que estas sustancias producen inmunodepresión, irritan las vías respiratorias y gastrointestinales junto a un largo rosario de enfermedades por exposición crónica; lo que las comunidades y la ciencia digna han puesto de manifiesto. 

El agronegocio ha cambiado la forma de enfermar y morir en nuestros pueblos , y en medio de esta emergencia el Estado no puede seguir mirando para otro lado. Mucho más cuando el efecto inmunodepresivo de los agrotóxicos, científicamente demostrado, pone a la población en una situación de riesgo ante la actual pandemia. ¿Cómo puede soportar un virus agresivo una persona en tratamiento por cáncer con todas sus defensas destruidas?

También es impactante saber que este mismo agronegocio sigue destruyendo nuestros bosques. En plena cuarentena organizaciones del Chaco denuncian que “las topadoras trabajan a apenas 8 km de la estación biológica que opera en el Parque Nacional El Impenetrable, lugar donde hace pocos meses se encontró uno de los últimos ejemplares de yaguareté del Chaco. El desmonte afectará 7 mil hectáreas de la estancia La Fidelidad, en la provincia de Formosa”  

Es inaceptable que distintos estamentos del Estado acepten estos “generosos ofrecimientos” mientras siguen sin escuchar lo que venimos denunciando hace años. Olvidan además que esta “explosión de solidaridad” viene del sector que hace menos de un mes realizó 4 días de paro agropecuario, acaparando granos y carne, contra el aumento de 3% en los derechos de exportación para grandes productores de soja; hecho que fue repudiado por el campo que produce alimentos y amplias franjas de nuestra población, tanto urbana como rural.

Como dijo Alberto Fernandez “Una economía que cae siempre se levanta. Una vida que se termina no la levantamos más.”. Ojalá esta frase quede sonando fuerte más allá de sofocada la pandemia.

La terrible paradoja, es que existen evidencias a nivel global que vinculan fuertemente al modelo del agronegocio con el surgimiento de las pandemias. En una entrevista reciente el investigador Rob Wallace afirmaba: “El aumento de la aparición de virus está estrechamente relacionado con la producción de alimentos y la rentabilidad de las corporaciones multinacionales. Cualquiera que pretenda comprender por qué los virus se están volviendo más peligrosos debe investigar el modelo industrial de la agricultura y, más específicamente, la producción ganadera. En la actualidad, pocos gobiernos y pocos científicos están preparados para hacerlo. Más bien todo lo contrario.”

La sociedad global debe recoger la experiencia de otras grandes pandemias, como la Peste Negra, donde la avaricia y la acumulación de los señores feudales fue a contramano de las necesidades alimentarias de la población desencadenando aquella gran pandemia. Hoy el Coronavirus vuelve a tener la misma aliada: la malnutrición, ahora junto a inmunodepresores.

Sabemos que toda crisis es una oportunidad. Mientras las organizaciones del agronegocio la usan para lavarse la cara frente a la sociedad a la que envenenan cotidianamente mientras destruyen el ambiente, acaparando recursos y poder; quienes firmamos al pie les pedimos a nuestros gobernantes (una vez más) que defiendan nuestra salud. Y entendemos, como millones en todo el mundo, que es tiempo de cambiar este modelo agropecuario basado en transgénicos y venenos, para impulsar y consolidar a la agroecología como base de un nuevo modelo agropecuario, con tierra y dignidad para las familias productoras rurales y alimentos sanos a precios justos para quienes viven en las ciudades; en fin Soberanía Alimentaria para nuestro pueblo.

Con la intención de seguir reflexionando sobre lo paradigmático de la situación que nos atraviesa, y la enorme posibilidad de interpelar el modelo hegemónico, Conclusión dialogó con Eugenia Boccio, integrante del Colectivo Cultura Orgánica.

La creación de un comunicado tan necesario como imprescindible. “Esta pandemia nos está haciendo replantear el modo de vida que tenemos, y el objetivo de vida que tenemos como comunidad. Este comunicado surge a partir de la observación de nuestra realidad, en donde por un lado vemos como se busca proteger la vida, y por otro, ciertos sectores que hoy ostentan el poder económico, siguen en su rutina y camino habitual”.

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El aislamiento social en un contexto de pandemia, “más allá de esto, el poder que tenemos como ciudadanos es individual e interno. Bajo ese reconocimiento, es que distintas organizaciones coincidimos en lo necesario de manifestar nuestra opinión. Como dice el comunicado del <Basta es Basta> de Entre Ríos, la palabra no está en cuarentena”, indicó Boccio.

Superada la pandemia llega el tiempo de impulsar una nueva sociedad, “si un pequeño virus impulsa un necesario revisionismo de nuestro modo de proceder como humanos, como comunidad, como seres consumidores y sujetos políticos, tenemos que pensar que va a suceder después de la pandemia que vamos a superar. Claramente la naturaleza está mostrando que no nos necesita para recuperase, y es allí donde apuntamos, este momento nos requiere conscientes y focalizando en que lo primordial es defender la vida en todas sus concepciones”, enfatizó.

La vida desde el punto de vista microbiológico, biológico, biodiverso y humano. “La fauna y la flora están manifestando su regocijo ante la poca actividad humana,  y si bien comprendemos que nuestros gobernantes están ocupados en resolver una situación compleja que como comunidad estamos enfrentando mundialmente, no debemos perder de vista que tenemos que proteger a la naturaleza”.

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Cuando la coherencia y la responsabilidad siguen ocupando el casillero del debe, “consideramos que estar obligados a permanecer encerrados y aislados por una cuestión de pandemia, tienen que ir de la mano con la limitación de distintas prácticas contaminantes, que interfieren indefectiblemente a nuestro sistema inmunológico. Este el gran mensaje que pretendemos enviarle a la comunidad en su conjunto, nos encontramos ante un momento histórico donde podemos cambiar nuestras formas de vincularnos, ya que existe una opción a favor de la vida, y esa es la agroecología”, concluyó Eugenia Boccio.