Una multitud de trabajadores se movilizaba hace hoy 70 años a Plaza de Mayo para reclamar la liberación del entonces coronel Juan Domingo Perón, el hombre que ese 17 de octubre de 1945 se convertiría en líder indiscutido del movimiento político que haría posible que los sectores populares conquistaran derechos sociales y condiciones de ciudadanía.

Dos años antes de este hecho inédito e histórico, que marcó una divisoria de aguas en la historia argentina del siglo XX: un golpe de Estado encabezado por el general Arturo Rawson puso fin el 4 de junio de 1943, al gobierno de Ramón Castillo, surgido del fraude electoral.

De esta forma, se ponía fin a la Década Infame, un período inaugurado en 1930 tras, la asonada militar que despojó del poder a Hipólito Yrigoyen, y que instauró una continuidad de gobiernos de fachada democrática que se legitimaban mediante elecciones amañadas.

descargaAl iniciarse el gobierno militar de Rawson, el movimiento obrero se encontraba dividido en cuatro centrales sindicales (CGT N°1, CGT N°2, FORA y USA), y una de las primeras medidas fue intervenir los sindicatos.

Ante esta situación, los dirigentes de la CGT N° 2, cuya personería había sido suspendida por el gobierno, iniciaron contactos con jóvenes oficiales del Ejército, entre los cuales estaban los coroneles Perón y Domingo Mercante, con el propósito de impulsar la sanción de un conjunto de leyes sociales.

Perón decide impulsar la creación del Departamento de Trabajo, organismo que comienza a gestionar la relación del gobierno con los gremios y que en diciembre de 1943 alcanza el rango de Secretaría.

Desde esa dependencia, Perón impulsa la creación de tribunales de trabajo, la indemnización por despido el Estatuto del Peón Rural y el de los periodistas.

En 1944, se sancionan 123 convenios colectivos de trabajo y al año siguiente otros 347, los cuales alcanzaban a más de dos millones de trabajadores.

La gestión de Perón genera el apoyo de los gremios, que comienzan a respaldar su posible candidatura presidencial, lo que genera recelos entre la oficialidad del Ejército que ocupaba el Gobierno.

El malestar hacia la figura del ascendente coronel crece y a principios de octubre, el ministro de Guerra, el general Eduardo Avalos, cabeza de los sectores conservadores del Ejército, plantean la detención de Perón, la entrega del Ejecutivo a la Corte Suprema y la convocatoria a elecciones.

Presionado por esos sectores, el presidente Edelmiro Farrell ordena el 12 de octubre de 1945 la detención de Perón y su traslado a la isla Martín García.

Tres días después de la detención, el gremio azucarero de FOTIA se declara en huelga para reclamar su liberación, y un día después, los obreros de la carne de Berisso y Ensenada se adhieren de forma masiva a la protesta.

Las acciones de protesta se multiplican en fábricas y talleres de Avellaneda, Lanús, Valentín Alsina y los barrios obreros de Rosario.

La CGT, unificada desde 1944, exige que “se mantengan las conquistas” tras la realización de un plenario en el que se convoca a una huelga general para el 18 de octubre, pero sin nombrar a Perón.

Sin embargo, los hechos se precipitan: Perón acusa un malestar y es trasladado al Hospital Militar en el barrio de Belgrano, donde arriba el 17 por la madrugada.

En las primeras horas de esa calurosa jornada de miércoles, los sindicatos, ante la presión de las bases, comienzan a movilizarse para exigir la liberación de Perón.

El gremialista de la carne Cipriano Reyes, organiza en el cordón de La Plata las primeras columnas de manifestantes que avanzan hacia Plaza de Mayo.

Ante el avance de los trabajadores que venían desde la zona Sur del Conurbano, la Policía resuelve levantar los puentes sobre el Riachuelo, pero la gente cruza en balsas y a nado.

La multitud era imparable y en las primeras horas de la tarde colmó por completo la Plaza de Mayo, donde los manifestantes se refrescaron los pies en una fuente con tal de mitigar el efecto del calor.

Esa imagen horrorizó a los sectores de la alta sociedad y a la prensa que no tardó en hablar de “aluvión zoológico” a la hora de estigmatizar a esos trabajadores movilizados para defender sus derechos.

Aunque varios mandos del Ejército lo solicitaban, el Gobierno se niega a reprimir y envía emisarios al Hospital Militar con el objetivo de pactar una salida con Perón, mientras comenzaba a caer el sol.

Se acuerda el pase a retiro de Avalos, la renuncia del gabinete y la convocatoria a elecciones generales para los primeros meses de 1946.

Pasadas las 23, desde el balcón de la Casa Rosada, Perón habla a la multitud, y en un hecho que inaugura la liturgia de su movimiento, pide la desmovilización “en paz”.

Cinco días más tarde, Perón se casaba con Evita y su amigo Mercante (gobernador de Buenos Aires entre 1946 y 1952) asumía la conducción de la Secretaría de Trabajo y Previsión.

El 24 de febrero, Perón se presenta como candidato a presidente y gana con el 54% de los votos, en el marco de una campaña caracterizada por el lema “Braden o Perón”, en alusión al embajador de Estados Unidos, Spruille Braden, que se pronunció fuertemente en favor de la Unión Democrática, contrincante en la elección y formada por los partidos Radical, Socialista, Comunista y Demócrata Progresista.

El 17 de octubre pasaría ser conocido como el «Día de la Lealtad» en la tradición peronista, pero sin dudas lo más trascendente de esa jornada fue la incorporación de la clase trabajadora argentina como factor de poder de un movimiento que durante más de una década garantizaría derechos a los más humildes.

La voz de un protagonista

El siguiente es un testimonio de Sebastián Borro, un obrero que participó de la jornada aquel 17 de octubre, aparecido en La Opinión Cultural el 15 de octubre de 1972.

– El 17 llegamos a la Plaza que cada vez se hacía más entusiasta; había alegría, fervor. Frente a la Casa Rosada empezaron a armar los altavoces; hablaron distintas personas, el coronel Mercante, Colom, que fue uno de los últimos oradores.

Trataban de ir calmando a la gente pero por cada intervención de los oradores, la reacción era más fervorosa a favor de Perón. Se decía que venían trabajadores del interior del país pero no lo puedo probar. Recuerdo, sí, que era una tarde muy calurosa y la gente se descalzaba y ponía los pies en las fuentes, muchos por haber caminado tanto.

Concretamente lo que yo presencié era la gente que venía del sur: Berisso, Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora. A medida que crecía la cantidad, en la Plaza de Mayo aparecían los carteles.

Por primera vez yo observaba eso; nunca había visto una asamblea tan extraordinaria. Cuando el coronel Perón apareció en los balcones sentí temblar a la Plaza. Fue un griterío extraordinario que nos emocionó de tal manera que todo parecía venirse abajo.

Unos días antes se decía que Perón estaba gravemente enfermo. Por los parlantes se había anunciado que el coronel Perón se encontraba bien de salud y que estaba en el Hospital Militar. En un momento, Colom dijo, más o menos: “Quédense que vamos a traer a Perón”.

Mucha gente gritaba por Perón – quizá por primera vez – sin tener todavía conciencia clara de su actividad. Porque, además, la gran prensa trataba de desvirtuar la figura de Perón.

La gente se enteraba a través de los delegados o los activistas pero no por la prensa, que casi en su totalidad estaba en contra, aunque él había hablado en distintas oportunidades desde la Secretaría de Trabajo y se había hecho carne que era un auténtico defensor de los derechos del trabajador.

Nos causó mucho dolor saber que lo habían detenido pero – en lo que respecta a mí y a un grupo de compañeros – sinceramente nos considerábamos impotentes, porque recién estábamos despertando, después de muchos años, en el país.

Pero a partir de ese 17 de octubre despierta la conciencia para nosotros. Se hace carne que al pueblo tiene que respetársele como tal, cosa que Perón proclamaba diariamente. De ahí que, si bien nos sentíamos impotentes, podíamos hacer algo: sacar a Perón de las garras de la oligarquía y colocarlo en el lugar que correspondía para que sea permanente una auténtica justicia.

Es decir, ese idealismo que teníamos nunca lo habíamos vivido en el país. No creí que iba a haber tanta gente en la Plaza; lo que sí pensaba era que el agradecimiento del pueblo a Perón tenía que ser auténtico. Pero yo no conocía la reacción de la gente, hasta que la viví.