Por Marcelo Trovato

Mientras siguen entrando los dólares de la cosecha y se sigue atrasando el tipo de cambio por oportunismo electoralista surgen algunos interrogantes económicos que pueden tener una respuesta.

¿Es creíble este valor del dólar?

Vamos hacia una reducción en la tasa de inflación que con el tiempo puede perforar el 2% mensual e instalarse en algún momento más cerca del dígito anual que al principio de esta administración se buscaba o en realidad nos encaminamos hacia los tres dígitos?

La calma con el dólar ha generado expectativas. Los más optimistas y utópicos del Gobierno piensan: los dólares del campo siguen entrando, con la calma en los mercados y la baja progresiva en la tasa de inflación el Gobierno gana el ballotage, entonces se reduce la tasa de riesgo país y la tasa de interés bancaria, y, a medida que ello ocurre se va reponiendo el nivel de actividad, mejorando la industria, los servicios, el empleo y los salarios. Todo ello en el marco de una gran estabilidad. Falta que nieve y somos Suiza.

Estamos frente a dos problemas uno “de fondo” y otro “de proporciones”. El problema de fondo tiene que ver con dos temas sensibles. El primero es que en ese análisis no se piensa en una reforma fiscal ni monetaria más allá de las bajas de tasas. Las bajas de tasas podrían reavivar algo el alicaído consumo, pero no alcanza para que dure no mucho mas que un año.

El segundo es que este análisis pierde de vista la necesidad imperativa y urgente de generar un superávit comercial en serio, de manera tal que se generen dólares genuinos para pagar deuda.

Hoy la economía genera un superávit comercial de tan sólo USD 1.000 millones al mes en promedio de lo que va del año, se debe casi exclusivamente al recorte en las importaciones. Por lo tanto, apenas la economía recupere cierta actividad, las importaciones volverían a subir rápidamente y desaparecerían los dólares generados volviendo las angustias financieras para poder repagar la deuda pública. Esos son los problemas que podríamos llamar “de fondo”.

Pero tenemos el problema de proporciones: las altas tasas de riesgo país y de interés no se deben solo a factores políticos: a inicios de 2018, con un reciente triunfo del oficialismo en las elecciones legislativas de fines de 2017 y expectativas inmejorables tanto el dólar, como las tasas de interés y el riesgo país se fueron, volaron por los aires, lo que mostró claramente que hay graves problemas de inconsistencia económica. Y eran, comparadas con las actuales una frutilla, teníamos tasas del 30% anual e índices de riesgo-país del orden de los 350 puntos. Y pese a este escenario no se logró la estabilidad macro económica.

Puede pensarse entonces que con tasas del 62.5% e índices de riesgo-país de más 850 puntos hay alguna posibilidad de pensar o siquiera imaginar estabilidad macro económica?

Para lograrlo, hay que reducir ambos con un fuerte “shock” para que haya chances de convergencia a valores compatibles con lo que es un equilibrio. Por este camino no es posible salir del “ahogo financiero”.

Ahora bien, el problema del ahogo financiero no es solo un problema argentino, muchos países han tenido que emitir deuda para financiar sus déficits, pero la relación entre vencimientos de compromisos de deuda y reservas es en todos los casos mucho mejor que en el caso argentino y además, muchos de ellos como Brasil pueden endeudarse emitiendo deuda interna.

Entonces, si no estuviera el préstamo del FMI ya hubiéramos chocado de frente contra al iceberg.

Ya estaríamos en default secando completamente el sistema financiero a través de un proceso de fuga descontrolada de capitales en un proceso desordenado de suba de tasas y de tipo de cambio concluyendo en lo que se viene dilatando, una crisis histórica.

Pues bien, caer en la tentación de creer el espejismo que se vive estos días en los mercados puede ser muy peligroso. Los dólares del agro y una buena dosis de expectativas de que el oficialismo eventualmente mejore su imagen no solo en las elecciones sino también en los mercados ha generado el espejismo que lo peor ya pasó.

Sin embargo, la lógica y los datos económicos marcan que la fiestita de dólar barato y mercados eufóricos están en sus horas finales.

No importa quien gane finalmente las elecciones. Es un problema de inconsistencia económica. El atraso cambiario marca la clara inconsistencia de seguir privándose de generar dólares genuinos de manera abundante cuando estamos a años luz de conseguir dólares financieros que provengan de otra fuente que no sea del FMI, y éste ya «la puso» y «sin precedentes históricos». Lo que se hace no tiene ni guarda lógica económica.

Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.