El modelo de producción y consumo de la economía social y solidaria tiene como fin, ofrecer alimentos saludables, nutritivos y ricos promoviendo la política del precio justo, a través de la cual el precio se construye de acuerdo a los costos efectivos de producción, industrialización, logística y comercialización.

«Uno de los principales errores es suponer que el ‘precio justo’ equivale al precio más barato del mercado, es decir, aquel precio que es accesible para la mayoría de las personas», señala Míguela Varela, referente del Centro de Comercialización de Productos de la Agricultura Familiar (Cecopaf):

En este sentido, los precios de las pequeñas producciones no se vinculan a los precios del mercado ni implican precios más económicos, sino que el precio justo se calcula por medio de los costos de los insumos, trabajo, y logística.

«Nosotros nunca hablamos de que tenemos los precios más baratos del mercado, pero si los precios más justos del mercado porque quien produce obtiene un pago justo, lo mismo quien trabaja en la comercialización, llegándole al consumidor al mejor precio posible», afirma Varela.

Por ejemplo, en el supermercado, suele haber productos considerados más baratos que un producto de la agricultura familiar (como los descuentos del 80 por ciento en la segunda unidad), pero en esos casos, «alguien paga ese costo, y la mayoría de las veces lo paga el productor, que es el que menos plata recibe en la cadena de precios», añade.

A su vez, estas ofertas «son herramientas de los supermercados para llegar a un precio competitivo en el mercado, pero no son ellos quienes asumen ese costo», por lo que, en definitiva, el precio justo es «el que no especula, y el que recibe el productor, sin mirar el precio del dólar o de la soja».

Respecto a cómo se calcula este precio, Varela explica que, a la hora de comprar los productos a los productores, «establecemos el precio que necesita por ese insumo, se le suma el traslado de la mercadería -si es un flete de una provincia o ciudad-, y a eso se le suma el costo de nuestro trabajo que se vincula a la comercialización, contemplando costos de funcionamiento».

Este cálculo se realiza en el momento de la compra cuando el producto establece el precio, y si se actualiza repercute en toda la cadena de alimentos como cualquier negocio tradicional.

Si bien, la referente menciona el contexto complicado que hay respecto a los alimentos, afirma que, en varias oportunidades, «hemos tenido momentos, es que si un producto bajaba de precio nosotros lo bajamos y eso creo que es algo bastante inédito, porque creemos si sube para el productor sube para el consumidor».