El dólar cierra 2022 signado por cuatro ejes que marcaron la temperatura de su cotización: los efectos económicos colaterales generados a nivel global por la guerra de Ucrania y Rusia, la conflictiva salida del ex ministro de Economía Martín Guzmán, la persistente inflación y la necesidad del Gobierno nacional de poner en marcha el denominado dólar soja para recomponer las reservas.

Estos hechos forzaron a la administración de Alberto Fernández a impulsar una serie de políticas macroeconómicas que buscaron dar calma a una divisa fuertemente demandada, y que sufrió marcados eventos de estrés a lo largo del año.

El dólar sigue siendo una de las principales referencias de los argentinos y la importancia que tiene se ve reflejada por la cantidad de tipos de cotizaciones que existen en el mercado local, que van desde el dólar oficial, el denominado dólar blue, los dólares bursátiles hasta el reciente dólar-soja, que cuenta con una cotización especial para estimular las ventas del complejo sojero como una forma de ayudar a paliar los problemas que enfrenta el país en sus reservas.

En números concretos, al 30 de diciembre de 2021, el dólar minorista cerró para la venta $ 108,29 promedio, el mayorista finalizó a $ 102,72, el dólar contado con liquidación (CCL) culminó a $ 202,78, el dólar mercado electrónico de pagos (MEP) a $ 197,19 y el denominado «blue» o informal se negoció a $ 208.

Casi doce meses después, las proyecciones apuntan a que el dólar oficial terminará el año con una cotización estimada de $ 185, en tanto que el «mayorista» cerrará en torno de los 180 pesos, que representaría en ambos casos un incremento del orden del 70% interanual.

Los dólares bursátiles -de mantenerse la tendencia- cerrarán 2022 a una cotización probable de entre $ 336 y $ 330, lo cual significará un aumento de entre 60% y 70% respecto al último día hábil de 2021.

En el sector informal, el dólar blue -tras alcanzar una marca récord intradiaria de $ 350 tras la renuncia de Guzmán-, cerrará el año en torno de $ 346 por unidad, con un incremento del 66% respecto a fines de diciembre del año pasado.

Al comenzar con el racconto de los sucesos más relevantes del año en materia cambiaria, resulta insoslayable analizar el impacto de la guerra de Ucrania y Rusia y la consecuente disparada de los precios energéticos, hecho que afectó en demasía las reservas del BCRA, ya que durante el invierno se debió importar energía a precios «fuera de mercado» para evitar sufrir cortes de energía.

Al respecto, el actual titular del Palacio de Hacienda, Sergio Massa, señaló que la guerra en Ucrania causó importantes cambios en el escenario económico mundial, «generando un impacto negativo de casi US$ 5.000 millones en la balanza comercial», y su consecuente golpe a las reservas.

Otro momento de impacto fue la sorpresiva renuncia del exministro Martín Guzmán, el 2 de julio pasado, cuando terminó de cobrar forma la dura interna existente en la coalición de gobierno, lo que disparó la cotización de todos los dólares bursátiles y el blue, que alcanzaron nuevos máximos.

La decisión de designar a Silvina Batakis para suceder a Guzmán no convenció del todo a los mercados.

En su breve gestión, anunció el incremento de la percepción a cuenta de Ganancias de 35% a 45% para las compras con tarjeta de crédito y el BCRA informó la puesta en marcha de un régimen especial para incentivar las ventas de la oleaginosa, que no fue bien recibida por los productores.

La medida del Central buscaba permitir que los productores realicen un depósito a la vista en las entidades financieras con retribución diaria variable en función de la evolución del tipo de cambio A3500, conocido como Dólar Link, por hasta el 70% del valor de la venta de granos.

De esta manera, los agricultores podrían cubrirse ante la posible devaluación del tipo de cambio oficial. En tanto, con el 30% restante se le permitirá la compra de dólares en el mercado oficial al valor de lo que en ese momento cotizaba el dólar ahorro.

Treinta días después de su asunción, Batakis fue reemplazada por Sergio Massa, que asumió no solo la conducción del Palacio de Hacienda, sino que también logró ubicar dentro de su órbita a las carteras de Industria y Agricultura, entre otras áreas.

La prioridad del expresidente de la Cámara de Diputados fue la de reforzar las reservas del BCRA y dar calma a los mercados. Para ello delineó dos medidas: por un lado, evitar la salida de los dólares oficiales al incorporar un nuevo impuesto al dólar tarjeta, poniendo una alícuota adicional 25% para las compras superiores a US$ 300.

Por el otro, anunció la aplicación de un tipo de cambio de 200 pesos por dólar para las exportaciones de soja a lo largo de septiembre, una medida acordada con los principales complejos exportadores, que se comprometieron a vender soja y productos derivados por, al menos, US$ 5.000 millones.

El resultado fue exitoso: los dólares libres se estabilizaron y con la medida el BCRA logró recomponer las reservas. Sin embargo, entre octubre y noviembre el Central retomó su postura vendedora en el segmento mayorista, obligando al Palacio de Hacienda a retomar su programa exportador de dólar soja. Así, se dispuso la reapertura del Programa de Incremento Exportador (PIE), que establece un tipo de cambio diferencial destinado al complejo sojero de $ 230 por dólar, con lo que apuntó a recaudar unos US$ 3.000 millones hasta el 31 de diciembre.

Para finalizar, al analizar los datos del final del año se puede afirmar que el dólar minorista y mayorista no lograron mantener el ritmo de inflación, lo que significó que el crawling peg (o devaluación progresiva) que impulsó el BCRA para evitar fuertes saltos cambiarios quedó atrasado respecto de la inflación acumulada.