Olas de calor, frío extremo, faltas de lluvias e inundaciones son algunos de los fenómenos que sacudieron al mundo en los últimos meses. Además de las devastadoras consecuencias materiales y humanas de estos fenómenos climáticos, también deben considerarse sus efectos sobre la tierra y, principalmente, sobre la producción de alimentos y el precio de los mismos.

A la par de las catástrofes climáticas, ciudadanos de todo el mundo vieron cómo aumentaban los precios de los alimentos, siendo protagonistas de un proceso inflacionario mundial que, en buena medida, puede explicarse por el cambio climático.

Un ejemplo de esto es lo que ocurrió en Estados Unidos a lo largo del año pasado: las temperaturas extremas, junto con huracanes, afectaron la producción de algodón, tomates, huevos y trigo. La escasez de estos insumos disparó los precios de muchos alimentos e indumentaria.

Uno de los casos más emblemáticos –por su presencia en la dieta de todos los ciudadanos– fue el de los huevos, cuyo precio aumentó un 60% en las góndolas estadounidenses durante el año pasado. Ahora bien, este incremento también encuentra su explicación en el cambio climático: los calores extremos y la sequía produjeron pérdidas en la siembra de granos, los cuales son usados para alimentar a los pollos. La menor oferta disparó el precio de esta materia prima en un 30%.

A las claras, los más afectados por esta situación resultan los trabajadores, quienes deben destinar cada vez más porcentaje de sus salarios a la compra de alimentos básicos para la subsistencia.

Otro ejemplo es el caso de Egipto, donde los alimentos aumentaron casi un 63%. Los agricultores de este país se vieron fuertemente afectados por altas temperaturas, heladas tempranas y plagas.

Olas de calor y una ¿reducción de la jornada laboral?

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) planteó en un informe que, para el 2030, las jornadas laborales se reducirán cerca de un 2% en todo el mundo a causa de las olas de calor. La cifra equivale a la pérdida de 80 millones de puestos de trabajo a tiempo completo.

A pesar del desalentador panorama, hay países que están llevando adelante políticas ambientales para reducir el impacto del cambio climático en los precios y en los puestos laborales.

Tal es el caso de Estados Unidos, que desde el año pasado impulsa una Ley de Reducción de la Inflación mediante la cual destina 369 mil millones de dólares para abordar el cambio climático. Entre los objetivos de estas inversiones se encuentran la creación de empleos relacionados a la producción de energía limpia.

La ley también fomenta el uso de electrodomésticos y vehículos eléctricos, y otorga créditos para que las familias puedan adquirir estos bienes, los cuales permitirán ahorrar energía y a pagar tarifas más económicas.

Más cerca geográficamente se encuentra el ejemplo de Brasil, donde el estado de Mato Grosso impulsó un programa para detener la deforestación de la Amazonía impulsada por la producción de soja, maíz y ganado.